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¿Y ahora la DC al Gobierno? Opinión

¿Y ahora la DC al Gobierno?

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Si los conservadores democratacristianos piensan que los partidos pueden sobrevivir al quiebre ideológico que significa no respetar la democracia interna mayoritaria, y hacer campaña, junto a la derecha, argumentando que no permitirán que los “silencien”, la verdad es que lo que parecieran estar proyectando es la dualidad que estuvo de fondo en el debate de la Junta Nacional: que la falange haga un giro hacia la derecha –un lugar que acomoda a la «elite» hace rato– o, bien, tome la decisión de integrarse al Gobierno de Boric. Sin duda, un matrimonio por conveniencia. El Presidente necesita ampliar la coalición con urgencia y la Democracia Cristiana requiere tomar un protagonismo que le dé nuevas fuerzas. En el fondo, la clásica dualidad entre ser cola de león o cabeza de ratón.


Lo dijimos hace algunas semanas en este mismo espacio, lo peor que le podía pasar a la Democracia Cristiana era que su Junta Nacional culminara sin definiciones, es decir, entregando libertad de acción frente al plebiscito de salida del 4 de septiembre. La neutralidad, en un momento político tan complejo como el que estamos viviendo, y considerando la debilidad del otrora partido más importante del país, simplemente terminaría por condenar a la falange al peor de los destinos: la intrascendencia.

Por supuesto que cualquiera de las dos opciones implicaba un alto riesgo para la DC, sin embargo, creo que tenían que jugar la carta. La ambigüedad, la duda y falta de decisión se castigan en política. Siempre es mejor tomar una ruta, una definición que se interprete como la voluntad de avanzar, a cualquier lado, pero avanzar. Curiosamente, el mejor ejemplo lo encontramos en la derecha más dura. Uno puede estar totalmente en desacuerdo con Republicanos, pero la lealtad de sus partidarios y la base de crecimiento, precisamente, está en la convicción con que se han posicionado.

Más allá de las críticas del sector conservador, el más ruidoso dentro de ese partido, desde donde acusaron intento de fraude y hasta el curioso reclamo de Fuad Chahin –el único convencional DC entre 155 electos en 2020–, en cuanto a que “no se respetó la libertad de expresión”, pese al intenso debate entre los 340 consejeros que participaron de una extensa jornada, lo cierto es que el punto de prensa del trío Walker, Rincón & Chahin resultó más parecido a una escena de esos niños picados tras la derrota de un partido de barrio, que deciden llevarse la pelota para la casa. ¿Qué tipo de democracia es, entonces, la que el sector conservador entiende en un partido político? Porque, seamos claros, la propuesta de ese grupo –de dar libertad de acción– no fue aceptada por la mayoría y, menos, su opción de apoyar el Rechazo. Esta misma situación, de no respetar la decisión tomada –por el 63.6%– la vivió RN hace menos de un año, cuando Chahuán desconoció la votación interna y optó por apoyar a Sichel, dejando en el total abandono a su propio candidato, Mario Desbordes. Decisión que significó un quiebre importante en esa colectividad y que se mantiene hasta el día de hoy.

Por cierto que los partidos no son regimientos, como me respondió una importante militante DC en sus redes sociales al día siguiente de la votación interna, pero por algo son colectivos de personas que comparten una ideología, un proyecto común –se supone– y que tienen una organización, estructura, doctrina, estatutos, normas y disciplina interna. Bueno, esto se ha perdido en la mayoría de los partidos en el país, es cosa de ver lo que sucedió con Chile Vamos en los proyectos de retiros de ahorros previsionales, sin embargo, aunque no son regimientos ni colectivos religiosos –no es un buen ejemplo en estos días–, los partidos al menos deberían respetar la voluntad mayoritaria. Eso es lo que no están haciendo aquellos a quienes podemos denominar como la “elite” de la DC.

Creo que detrás de la rebelión de la ruidosa «elite» DC, estamos observando dos fenómenos que son equivalentes a lo que ocurre en la sociedad chilena. Primero, una falta de sintonía enorme con la gente común o esa misma miopía que desencadenó el estallido social o que les hizo oponerse en su momento al divorcio, al aborto en tres causales e incluso a los retiros. Segundo, porque ese grupo lo que está reforzando es el propio desprestigio de los partidos políticos –recordemos que así surgió la malograda Lista del Pueblo o el PDG– y decretando el quiebre, tal vez definitivo, de una colectividad que fue perdiendo peso y fuerza de manera sostenida y que, lo peor de todo, hoy pareciera no tener proyecto.

Si los conservadores democratacristianos piensan que los partidos pueden sobrevivir al quiebre ideológico que significa no respetar la democracia interna mayoritaria, y hacer campaña, junto a la derecha, argumentando que no permitirán que los “silencien”, la verdad es que lo que parecieran estar proyectando es la dualidad que estuvo de fondo en el debate de la Junta Nacional: que la falange haga un giro hacia la derecha –un lugar que acomoda a la «elite« hace rato– o, bien, tome la decisión de integrarse al Gobierno de Boric. Sin duda, un matrimonio por conveniencia. El Presidente necesita ampliar la coalición con urgencia y la Democracia Cristiana requiere tomar un protagonismo que le dé nuevas fuerzas. En el fondo, la clásica dualidad entre ser cola de león o cabeza de ratón.

Sin duda, la señal más institucional ha venido de la directiva encabezada por Felipe Delpin, que no forma parte de la «elite»en ninguna de sus formas–, pero que ha tenido la valentía de conducir un partido en crisis. El alcalde se impuso al grupo conservador, primero en las elecciones internas y ahora conduciendo la opción del Apruebo. Dos a cero a los Walker, Rincón & Chahin. Algo que la «elite» no acepta ni perdona. Veremos, en estos dos meses, si es que son los propios conservadores los que terminan por rematar a la colectividad o deciden migrar a un lugar más cómodo. Pero, mientras tanto, nada más dramático que tener a los dos hijos de Frei Montalva, uno encabezando el Rechazo y a Carmen jugada por el Apruebo. No es tan mala, entonces, la idea de refugiarse un tiempo en La Moneda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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