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Lecciones y escenarios políticos post plebiscito constitucional Opinión

Lecciones y escenarios políticos post plebiscito constitucional

Luis Ruz Olivares
Por : Luis Ruz Olivares Vicepresidente Centro Democracia y Comunidad.
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Estamos en un momento de expectación. Se trata de un momento histórico complicado de gobernar para cualquiera. Por ello, si alguien espera sacar réditos mezquinos de esta coyuntura, significa que no comprendió la gravedad de la situación. Esta es la hora de los verdaderos líderes que nos saquen del pantano en que Chile ha estado durante la última década. Es una tarea difícil, pues se trata de conducir a la sociedad en un minuto donde confluye un bajo crecimiento económico, una inflación que no se detiene y con demandas sociales que se hacen urgentes de resolver. Es una verdadera tormenta perfecta. Es de esperar que así como se abordó el estallido social mediante un camino institucional y democrático, nuevamente encontremos la manera de resolver las discrepancias que nos conduzcan a un nuevo acuerdo sobre el modelo de desarrollo que Chile requiere bajo una nueva Constitución con legitimad de origen y con una verdadera representación social y política.


La elección del plebiscito de salida del texto constitucional provocó un cambio de escenario importante en la política chilena. Como sabemos, la política se hace sobre la realidad y la realidad política cambió en septiembre. La gran votación obtenida por la opción del Rechazo significa una señal potente que es necesario revisar con detención. Contiene señales y lecciones que los diversos sectores políticos deben atender y asimilar.

Es evidente que las causas de este resultado se explican por varios motivos. A continuación expongo tres:

  1. Una Convención que perdió credibilidad, conexión y legitimidad social. Se puede sostener que el trabajo de la Convención comenzó mal y terminó del mismo modo. En la votación del 4 de septiembre pasado hubo una evaluación negativa del desarrollo de la Convención, empeorada por el comportamiento poco “republicano” de varios convencionales que no comprendieron el mandato entregado por la ciudadanía. Los electores castigaron con su voto al comportamiento “alternativo” de la mayoría circunstancial que se congregó en la Convención Constitucional. Los sectores dominantes de la Convención, particularmente el PC y sectores del FA, pensaron que el casi 80% del plebiscito de entrada que aprobó una nueva Constitución era un “cheque en blanco”, pero obviamente no lo fue.
  2. Un texto constitucional que se concibió desde una perspectiva maximalista y refundacional. Suena obvio, pero hay que decir que el texto propuesto no respondió a una mayoría ciudadana. Por su estructura, más bien generó incertidumbre más que certezas y que, a juicio de una mayoría indiscutible, abrió discusiones innecesarias como, por ejemplo, la reforma al poder judicial o la afectación al contrapeso de poderes en el sistema político con la eliminación del Senado. Un tema también polémico fue la propuesta de plurinacionalidad que sólo provocó dudas y temores en la población. No deja de llamar la atención que en aquellas comunas con una importante presencia de electores vinculados a pueblos originarios, la votación por el Rechazo fue mayor que el promedio nacional. Lo desafortunado de este hecho es que quedaron en el camino cuestiones sustantivas para el país como es avanzar hacia un Estado social de derecho en el marco de una democracia representativa de calidad.
  3. La votación por el Rechazo es también una evaluación de rechazo al gobierno. La votación de rechazo al texto es también interpretable como un rechazo a la conducción política del gobierno. Es un rechazo al Presidente Boric y a la manera de llevar el gobierno hasta el momento. Este punto quedó cristalizado con el cambio de gabinete que tuvo que concretar después del 04 de septiembre. Este cambio significó, en los hechos, poner término al diseño original del gabinete y dejar partir a los principales compañeros de ruta del presidente Boric. Una segunda lectura es que ingresaron al gabinete político fidedignos representantes de la cultura y tradición de la ex Concertación. Es una indiscutible paradoja. En su minuto más difícil, el presidente Boric tuvo que acudir a aquellos que antes criticó con vigor. Algunos han dicho que son cosas de la política.    

Pero el resultado también exige repensar cómo se configura el escenario político futuro. Al respecto, algunas ideas generales sobre el gobierno, la oposición, el debate constitucional y la Democracia Cristiana.

Sobre el gobierno hay que decir que perdió el control de la agenda y también la capacidad de influir en lo que será la discusión constitucional que está en curso, más allá de la forma y los tiempos que adopte. El gobierno requiere con urgencia volver a encontrar un eje que ordene su gestión. Esto supone revalidar algunas ideas principales que le permitan gobernar. Cuestión que no se ve muy clara por las diferencias que existe en sus dos coaliciones que lo sostienen. En ciernes tiene la reforma tributaria, de salud y de pensiones. Y una situación más que compleja en materia de seguridad ciudadana. Todos estos asuntos son urgentes para la población. Con premura, el presidente Boric debe fijar prioridades y definir cuál será el camino para concretarlas bajo su gobierno.   

En cuanto a la oposición, es evidente que salió fortalecida. Todas las vertientes de la derecha tienen alguna razón para celebrar el resultado del 4 de septiembre pasado. Pero el desafío para este sector será más bien ofrecer vías para acordar un camino que encauce la nueva discusión constitucional. Si la derecha comete el error de apoltronarse en una lógica de rechazo permanente, solo logrará que los demás sectores se vuelvan a unir para impulsar los cambios sociales que la sociedad chilena espera que se hagan. La derecha no puede sacar la conclusión que todo debe quedar igual. No puede poner “bordes” a las transformaciones que una mayoría de ciudadanos espera de cara al nuevo proceso de discusión constitucional. Aquello sería retroceder al espíritu impuesto por Jaime Guzmán en la Constitución de 1980. El triunfo del Rechazo fue al texto propuesto, pero no a los cambios que la ciudadanía espera en el marco de una nueva Constitución.     

Respecto del debate constitucional, nuevamente existe la posibilidad de encauzar un debate ineludible para el país. El Senado y la Cámara de Diputados/as tienen la posibilidad de ofrecer un camino que permita arribar a un acuerdo que propicie una nueva Constitución. A esta altura del partido, tenemos dos certezas mínimas: primero, que una mayoría significativa no le gusta la actual Constitución. Y, segundo, que el borrador propuesto tampoco gustó a la ciudadanía. Parece una obviedad, pero es desde aquí que se debe encontrar un acuerdo para elaborar un nuevo texto constitucional que tenga una legitimidad de origen, pero que también interprete y representa a una mayoría significativa de los chilenos y chilenas.

Por su parte, la Democracia Cristiana tiene su propia crisis. Se trata de una crisis múltiple. Esto significa problemas de convivencia, de definición política y de capacidad para estar en las discusiones nacionales que se aproximan. La Democracia Cristiana tiene una oportunidad si hace bien, a lo menos, dos cosas: la primera es leer bien la actual composición social de Chile y su electorado. Es evidente que en el 62% logrado por el Rechazo no sólo existe votación tradicional de derecha, sino también de sectores moderados y que se identifican con la centroizquierda. La segunda es de orden interno. Y se trata de encontrar la manera de resolver las controversias y acordar un trabajo político desde la unidad de propósito y la acción política. También la Democracia Cristiana enfrenta su propia paradoja. El plebiscito de salida y el voto obligatorio dejó en evidencia un enorme electorado que sí anhela cambios, pero bien pensados; que quiere una nueva Constitución, pero sin maximalismos ni tampoco ánimos refundacionales; que anhela una economía pujante y próspera, pero justa y que alcance a todos; que aspira a una sociedad libre, pero cohesionada. ¡Por Dios! que aquello nos lleva a pensar en el “Crecimiento con Equidad” de Aylwin y en la “Revolución en Libertad” de Frei Montalva.           

En suma, estamos en un momento de expectación. Se trata de un momento histórico complicado de gobernar para cualquiera. Por ello, si alguien espera sacar réditos mezquinos de esta coyuntura, significa que no comprendió la gravedad de la situación. Esta es la hora de los verdaderos líderes que nos saquen del pantano en que Chile ha estado durante la última década. Es una tarea difícil, pues se trata de conducir a la sociedad en un minuto donde confluye un bajo crecimiento económico, una inflación que no se detiene y con demandas sociales que se hacen urgentes de resolver. Es una verdadera tormenta perfecta.

Es de esperar que así como se abordó el estallido social mediante un camino institucional y democrático, nuevamente encontremos la manera de resolver las discrepancias que nos conduzcan a un nuevo acuerdo sobre el modelo de desarrollo que Chile requiere bajo una nueva Constitución con legitimad de origen y con una verdadera representación social y política. No es tarea sencilla, pero como muchas veces lo escuché y lo aprendí en la Universidad de Concepción: “Nunca mucho, costó poco”.      

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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