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El amor a la verdad versus las fake news Opinión

El amor a la verdad versus las fake news

Jorge Costadoat
Por : Jorge Costadoat Sacerdote Jesuita, Centro Teológico Manuel Larraín.
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La vida se está poniendo difícil. Siempre lo ha sido para los pobres, ahora lo está siendo para todos por parejo. Viviremos en un mundo cada vez más inseguro. Lo cierto hoy es que son demasiados los factores que no podemos controlar: la economía financiera, el clima, la emergencia de nuevos virus planetarios, los hackers… La incertidumbre huele a apocalipsis. Si a esto agregamos las fake news que las corporaciones o gente de mala ralea fabrican y divulgan por las redes sociales, la inquietud puede llegar a ser desquiciadora. Agotadora, enfermante.


Las noticias falsas echadas a correr son cosa antigua. El concepto de fake news es novedoso porque, en este caso, las mentiras son producidas de un modo industrial. Las redes sociales las viralizan. Gracias a ellas, por ejemplo, hay candidatos que hacen trampa.

La fake news pertenecen al campo semántico de la verdad. Que la vida humana necesite la verdad para operar es obvio. Verdad, confianza, credibilidad, buena fe, sinceridad, fortalecen las relaciones entre las personas y, en algún sentido, estas simplemente consisten en ellas. Donde hay fidelidad hay verdad. Amor.

Pero la cosa no es tan fácil. Mientras transcurra nuestra existencia en el planeta, el engaño también puede tener ocasiones de legitimidad. Si la policía secreta viene en busca de una persona para torturarla, ¿está mal engañarla, decirle por allá, no por acá? Hay casos complicados: la guerra. En la estrategia militar la mentira es fundamental. ¿Es esencial en la política la cuchufleta? No lo creo. Pero incidental, tal vez sí. No sé.

La vida se está poniendo difícil. Siempre lo ha sido para los pobres, ahora lo está siendo para todos por parejo. Viviremos en un mundo cada vez más inseguro. Lo cierto hoy es que son demasiados los factores que no podemos controlar: la economía financiera, el clima, la emergencia de nuevos virus planetarios, los hackers… La incertidumbre huele a apocalipsis. Si a esto agregamos las fake news que las corporaciones o gente de mala ralea fabrican y divulgan por las redes sociales, la inquietud puede llegar a ser desquiciadora. Agotadora, enfermante.

¿Con qué nos quedamos? De lo micro a lo macro: siempre será bueno contrarrestar la copucha, el cahuín, la “tirá de lengua”, el tráfico de información, la caída de casete, la violación del secreto profesional y otros mecanismos que dañan personas y hacen inseguros los compromisos. También hay verdades, sí, verdades, que no conviene hacer circular porque les pueden cerrar el futuro a personas que merecen una segunda oportunidad. Hay verdades que, en vez de diseminar, es preferible callar.

Por otra parte, siempre será hermoso creer a personas nobles, a amigos que dan una mano y no la sueltan, a papás y mamás con quienes siempre se puede contar, y otra gente digna de fe. Hay gente que cuida sus palabras. En medio de esta nube de nuevas y de viejas noticias, de verdades a medias o de falsedades simplemente, la palabra precisa y los silencios debidos iluminarán el camino. El amor a la verdad fortalece a las personas, a las empresas y a las sociedades.

Parece que predico, perdón. Me preocupa el asunto. La mentira tiene efectos devastadores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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