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El Mundial de Fútbol y el doble estándar Opinión Crédito: Reuters

El Mundial de Fútbol y el doble estándar

Pablo Álvarez
Por : Pablo Álvarez Secretario de estudios de la escuela de Historia de la UDP
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En el caso de Qatar, la sombra de la corrupción ha estado presente hace años. En 2010, cuando se anunció que el país árabe albergaría el Mundial del 2022, a muchos les llamó la atención que este pequeño país, que sin duda es muy rico gracias a los hidrocarburos pero que no goza de una gran tradición futbolística, fuera anfitrión de la máxima cita futbolera. En Estados Unidos, el FBI inició una investigación por corrupción.


A pocos días del inicio del Mundial de Fútbol de Qatar, la política mundial se ha hecho presente y ha tomado protagonismo. No es nuevo que en la antesala de un evento deportivo la política cobre un rol, que por cierto, no me extrañaría que se vea eclipsado una vez que la pelota “comience a rodar”. Así fue en Argentina en el año 1978 -en plena dictadura-, como para los Juegos Olímpicos de 1968 en Ciudad de México (y el mundial en ese país, dos años después); sumado a Brasil en 2014 y 2016, donde las protestas ciudadanas casi lograron opacar estos grandes eventos. En todos estos casos hubo serias críticas internas en contra de lo costoso, masivo y repercutido mundialmente que resultó ser su realización.

En el caso de Qatar, la sombra de la corrupción ha estado presente hace años. En 2010, cuando se anunció que el país árabe albergaría el Mundial del 2022, a muchos les llamó la atención que este pequeño país, que sin duda es muy rico gracias a los hidrocarburos pero que no goza de una gran tradición futbolística, fuera anfitrión de la máxima cita futbolera. En Estados Unidos, el FBI inició una investigación por corrupción. El resultado ha sido que muchas federaciones de fútbol del mundo, algunos políticos de países ricos (es el caso del expresidente Sarkozy de Francia) e incluso dirigentes de la FIFA como Michel Platini, hayan sido procesados por corrupción. Hoy se sabe que Qatar intercedió de diversas formas para obtener los votos necesarios para organizar el Mundial, es decir, hubo corrupción.

Otro efecto político del Mundial tiene que ver con algunos países clasificados. Por ejemplo, a la selección nacional de la Federación Rusa no se le permitió participar en la fase final de las clasificatorias por la invasión a Ucrania. Las sanciones a la Federación Rusa han sido draconianas: ha habido cercos a los bancos rusos, sanciones a la importación de productos en países occidentales y la imposibilidad de muchos deportistas de participar en eventos deportivos globales.

La selección iraní también está siendo objeto de críticas. Ante la ola de protestas -fundamentalmente de mujeres del país asiático-, hay quienes claman por el veto de cara a la próxima cita mundialista. Irán también ha sufrido sanciones severas a su economía, desde que el ex presidente de los Estado Unidos, Donald Trump, retiró al país norteamericano del acuerdo JCPOA (más conocido como acuerdo nuclear) que se daba entre las potencias occidentales e Irán. La economía iraní ha sufrido el golpe, provocando que la ciudadanía de esta nación tenga que aguantar condiciones de vida bastante precarias, lo que ha traído tensión dentro de la política iraní. Pero es bastante improbable que el régimen colapse, lo que era un objetivo de la administración Trump. Las sanciones económicas han probado ser ineficientes para lograr objetivos internacionales, por eso es por lo que la exclusión de eventos deportivos puede tener alguna repercusión y que no sea tan humanitariamente reprobable, pero dudo que vaya en la dirección correcta.

Qatar ha violado sistemáticamente los derechos de trabajadores para las infraestructuras necesarias para albergar el mundial. Trabajadores de Filipinas, Pakistán y diversos países africanos han sido tratados como verdaderos esclavos. El académico español, Ignacio Alvarez-Ossorio, explica que esta práctica neo-esclavista, denominada sistema Kafala, permite a los empresarios requisar el pasaporte de los trabajadores y disponer de ellos a su gusto. El detalle importante es que, como explica el académico citado, este es un sistema muy común en todos los países del Golfo Pérsico o Arábico. Muchos de esos países son aliados de Occidente. Qatar ahora está en el foco por organizar el mundial, pero ha mantenido querellas con muchos países de la región porque tiene buenas relaciones con Irán y con Rusia, Arabia Saudí lo acusa de promover el terrorismo a través de su cadena de noticias Al-Jazeera, sin embargo, Arabia Saudí viola sistemáticamente los derechos humanos de mujeres, disidencias sexuales, ha intervenido cruentamente en Yemen, promueve una versión ultraconservadora del islam y gran parte de los miembros originales de Al Qaeda que perpetraron atentados como los del World Trade Center en Nueva York el 2001 eran saudíes, aun así, en Occidente nadie rasga vestiduras.

Sin duda, los juegos olímpicos y mundiales de fútbol ponen en el foco a los países organizadores y quienes participan. No son solo eventos deportivos, son grandes vitrinas. Ello es por lo que los países gastan ingentes cantidades de dinero para organizarlos. El poder blando, la diplomacia cultural y la exhibición de las capacidades organizativas y de la propia cultura nacional son importantes, por eso cada país quiere ser parte de estos eventos deportivos. Pero el doble estándar moral también se hace parte, son diversos los países que violan los DDHH, no solo los países enemigos de Occidente. Europeos y estadounidenses han apoyado a regímenes corruptos y violadores de derechos humanos desde que el sistema internacional existe. Esperemos que en el futuro próximo el estándar ético sea que ningún país que viola los derechos humanos, o recurre a la corrupción para hacerse de los derechos para organizar un evento de esta magnitud, independiente de si es aliado o no de Occidente, pueda participar. Pero me temo que eso es poco probable, después de todo la misma FIFA ha demostrado ser bastante corrupta también.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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