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Una Cancillería sin filtro Opinión

Una Cancillería sin filtro

Jorge G. Guzmán
Por : Jorge G. Guzmán Profesor-investigador, U. Autónoma.
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Hasta hace no mucho tiempo, nuestra Cancillería tenía un estilo y una tradición sobre los cuales se asentaba el prestigio de la diplomacia nacional, que tenía no solo la responsabilidad sino también el enorme privilegio de hablar por Chile. El contenido del audio comentado no se condice ni con ese estilo ni con esa tradición. La continuidad del nuevo estilo que revela el audio permitirá que, como método político, se consoliden la improvisación y la falta de cuidado, afectando por igual tanto al interés permanente del país como a la credibilidad y el prestigio del propio Gobierno.


Por las redes sociales circula un audio de varios minutos correspondiente a una suerte de reunión de coordinación celebrada en la Cancillería para analizar las declaraciones del embajador argentino en Santiago, a propósito del rechazo del proyecto minero portuario Dominga por parte del Consejo de Ministros del Gobierno de Gabriel Boric.

Presidida por la ministra Antonia Urrejola, en la cita –en la que también participan el secretario general y el director de Planificación de dicho ministerio (tercera y cuarta jerarquías) y la jefa de gabinete de la ministra– se emiten opiniones tanto sobre la forma como el fondo de las declaraciones del embajador y, también, comentarios sobre la presentación ante el organismo internacional competente de la plataforma continental magallánico-antártica (2021-2022). Sobre este último asunto, se puede entender, el secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores (el diplomático de carrera de más alto rango) considera que se trató de un error del anterior Gobierno. Increíble.

Amén de la preocupante vulgaridad de los comentarios que contiene el referido audio (aquí se podría aplicar el anglicismo chileno rasca[l]), este nuevo impasse con el embajador argentino hace evidente –una vez más– que la conducción de nuestra política exterior carece de prospectiva y de profundidad: todo es coyuntura y superficialidad.

En contexto, si bien el embajador argentino no está, definitivamente, en la lista de favoritos de muchos chilenos, lo concreto es que su permanencia en el país se debe a su cercanía con la nueva izquierda hoy en el Gobierno. Atendidos los numerosos impasses que han caracterizado su desempeño, no existe otra razón que lo explique.

Desde un punto de vista más simple, sin embargo, el embajador no ha hecho sino representar su frustración (y la de su país) ante el rechazo, por parte de un Gobierno al que considera ideológicamente amigo, de una iniciativa que –trascendente– debe incluirse en el contexto de los acuerdos complementarios al Tratado de Maipú, suscrito a fines de octubre de 2009 por las expresidentas Michelle Bachelet y Cristina Fernández.

En efecto, el proyecto Dominga debe entenderse en el ámbito de lo pactado en el Acuerdo Complementario sobre el Proyecto Túnel Internacional Paso de Agua Negra (2014), concebido para permitir el acceso de la producción del deprimido noroeste argentino a los mercados de la Cuenca del Pacífico (prioridad de la geopolítica argentina). El traspié del proyecto portuario chileno representa, por extensión, una complicación mayor para las aspiraciones trasandinas.

El interés argentino en el Paso de Agua Negra puede remontarse a 1997, cuando los entonces presidentes Frei Ruiz-Tagle y Menem suscribieron un Acuerdo Complementario sobre apertura y cierre de pasos fronterizos. En esa circunstancia, la Parte argentina demandó la inclusión de un paso fronterizo abierto permanentemente en dicho sector de la cordillera de los Andes y, a cambio, la Parte chilena solicitó un paso fronterizo abierto permanentemente en el canal Beagle, entre la bahía de Almanza (Argentina) y Puerto Williams (Navarino). No obstante, mientras en el contexto de la integración binacional el caso de Agua Negra se desarrolló para –con el concurso del fisco chileno– aspirar a convertirse en un túnel internacional, el paso fronterizo que debía permitir el aprovisionamiento de Puerto Williams nunca funcionó. Argentina se negó a cumplir esta parte del compromiso.

Los comentarios del secretario general de la Cancillería, relativos a las quejas del embajador argentino respecto de la forma en la que Chile informó sobre la actualización de los límites exteriores de su plataforma continental, parecen desconocer este último aspecto de la relación bilateral.

Dicho funcionario chileno pareciera desconocer el hecho histórico de que la negativa de nuestros vecinos de cumplir con un compromiso formal (que data de 1997) se debe, simplemente, a que ello podría perjudicar el posicionamiento de Ushuaia (canal Beagle), esto es, podría afectar al núcleo desde el cual Argentina pretende proyectar su presencia hacia el Mar Austral y la Antártica.

Este es, a su vez, el motivo por el cual, sin consultar a Chile, en la presentación de 2009 en la que Argentina fijó los límites de sus aspiraciones de plataforma continental más allá de las 200 millas, se incluyó una suerte de espolón de varios miles de kilómetros cuadrados que, proyectado desde la extremidad de Tierra del Fuego, se sobrepone a espacios delimitados por el Tratado de Paz y Amistad de 1984.

De esa forma, Argentina ha pretendido resucitar el llamado principio bioceánico, desestimado tanto por el Laudo Arbitral de 1977, como por el resultado final de la Mediación Papal.

Al hacerlo, unilateralmente (ergo, sin informar a Chile), Argentina modificó el modus vivendi del Tratado de Paz y Amistad (del cual depende toda la relación bilateral), obligando, muchos años después, a que nuestro país se viera en la necesidad de actualizar los límites de su propia proyección submarina para resguardar sus legítimos derechos. Esto último parece ser lo que el citado diplomático chileno concibe como un error, el cual parece atribuir no solo a un excanciller, sino que a la actual subsecretaria de Relaciones Exteriores. Insólito.

Es evidente que el audio que ahora está en conocimiento de la opinión pública revela que la conducción de nuestra política exterior requiere, urgentemente, de la intervención del Presidente de la República.

Hasta hace no mucho tiempo, nuestra Cancillería tenía un estilo y una tradición sobre los cuales se asentaba el prestigio de la diplomacia nacional, que tenía no solo la responsabilidad sino también el enorme privilegio de hablar por Chile.

El contenido del audio comentado no se condice ni con ese estilo ni con esa tradición. La continuidad del nuevo estilo que revela el audio permitirá que, como método político, se consoliden la improvisación y la falta de cuidado, afectando por igual tanto al interés permanente del país como a la credibilidad y el prestigio del propio Gobierno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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