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Los pecados adolescentes de Colo Colo y la U

Los pecados adolescentes de Colo Colo y la U

Explicaciones hay muchas, pero lo concreto es que el despilfarro de jóvenes promesas en los dos más importantes clubes del fútbol chileno da para un tratado. El último caso: el lateral Juan Cornejo, a quien los albos dejaron partir y ahora asoma como alternativa de la Roja para la Copa América.


La historia cuesta creerla, pero es real e ilustra muy bien la adolescencia institucional que impregna todavía a los grandes del fútbol chileno.

Uno de los últimos buenos equipos juveniles fue el Colo Colo campeón de la categoría en el año 2008. Dirigidos por Luis Pérez y Juan Gutiérrez, esa oncena venció en la final a la Universidad de Chile y ratificó con ello una campaña impecable sostenida en un nivel colectivo superior, que le permitía adueñarse sin demasiados problemas del control de los partidos.

Una pequeña máquina de buen fútbol.

A casi siete años de ese logro, aún son recordados sus puntales: Ignacio González en el arco, Sebastián Toro y Bastián Arce en el centro de la zaga, Mirko Opazo y César Pinares por los laterales, Juan “Maestrito” Gutiérrez en la conducción y Yashir Pinto y Phillip Araos, el «Artillero de Macul”, convirtiendo goles a diestra y siniestra.

Con mayor o menor fortuna todos bregan todavía por hacerse un nombre en el profesionalismo. Algunos brillaron de inmediato y luego se han estancado, como Toro; otros calientan la banca alba esperando una oportunidad, como González; el resto debió partir de Macul ante la falta de oportunidades.

Lo increíble es que desde la banca, de vez en cuando, saltaban a la cancha Esteban Pavez, Patricio Rubio y Juan Cornejo, este último uno de los pocos suplentes de la Roja que aprobó su examen individual en el reciente amistoso con Irán. Los otros dos también han debutado ya aceptablemente en la selección adulta.

¿Estaban muy equivocados los técnicos albos al relegarlos a la suplencia o ellos mismos eran culpables de su propia postergación? ¿Y si los titulares eran tan buenos o mejores que los ahora consagrados por qué no pudieron hacerse un espacio en el primer equipo?

Son preguntas sin respuestas claras, incógnitas propias del fútbol joven. Chicos que prometían mucho a los 15 años no logran la madurez sicológica y táctica para hacerse profesionales, y otros que no lucían tanto en la adolescencia progresan hasta ser confiables para los entrenadores del primer equipo. ¿Cuántos laterales, volantes de marca o centrales hay en el profesionalismo que se ganan la vida a punta de esfuerzo, concentración y poco talento?

La disyuntiva es menos apremiante en los clubes chicos. Sin la presión de la lucha constante por el título, pueden darse el lujo de subir a sus mejores juveniles (habilidosos o pataduras) porque nadie los juzgará si los resultados no acompañan. Así, el fútbol nacional está repleto de este tipo de jugadores, jamás vencedores en cadetes y escasamente considerados por los técnicos de las Rojas juveniles e infantiles.

Para los grandes es otra cosa.

La obligación de contratar a los juveniles cumplidos los 18 años acabó con la costumbre de prolongar su estada en los equipos de reserva o la ya prehistórica “cuarta especial”. Espaciadamente, algunos clubes como Colo Colo, Universidad Católica y los de colonia reúnen a un puñado de ex juveniles contratados, pero sin espacio, y los hacen jugar en las competencias de filiales. No más que eso.

No se sabe si alguna vez la dirigencia del fútbol se planteó la idea de admitir filiales en la ex Segunda División, hoy Primera B. En España, Argentina y otros países eso es posible. Acá, no. De serlo, posiblemente los grandes tendrían más incentivos para no pasar la guillotina a los 18 años y conformarían planteles jóvenes que madurarían en una competencia exigente, hasta hacerse merecedores de pasar al equipo principal a disputar derechamente la titularidad.

Más amor a la camiseta y ahorro de varios millones de dólares serían una consecuencia nada de despreciable.

LA VUELTA LARGA… A VECES SIN VUELTA

Mientras la situación siga como ahora, los ejemplos de Cornejo, Pavez y Rubio se repetirán una y otra vez.

El ahora consagrado lateral dejó el Monumental días después de los festejos por la final ganada a la U hace siete años. Buscó aleró en Magallanes, al que entre 2009 y 2012 ayudó a transitar desde la Tercera División hasta la Primera B. Apoyado en su dominio del puesto, buena técnica, atrevimiento y mejor zurda, el colorín sedujo a Audax Italiano en 2014. En estos dos años en La Florida no ha hecho otra cosa que progresar hasta atraer la atención de Jorge Sampaoli. Algunos hasta lo dan como carta para la Copa América.

Lo de Pavez es un ejemplo de cómo torcerle la mano al destino.

Formado en Calama, inexplicablemente Cobreloa lo cedió a Colo Colo en 2008. Al año siguiente alternó en el primer equipo, jugó algunos minutos, pero no convenció del todo. La Primera B fue su destino natural. Rangers, San Marcos de Arica y Unión Temuco lo acogieron y ayudaron a madurar. En el 2013, en una de sus buenas decisiones, Omar Labruna lo trajo de vuelta y ahora sí el espigado moreno pudo hacerse un lugar hasta convertirse en inamovible y estar cerca de emigrar al extranjero.

Rubio llegó a Colo Colo a los siete años. Nunca jugó de delantero. Transitaba en el medio del campo, de preferencia por la derecha. Sin poder ganarse la titularidad, en el año 2007 partió a préstamo a Ñublense, donde le fue peor. En 2008 estuvo en la juvenil alba campeona mirando cómo Mirko Opazo se adueñaba de la banda diestra. Al año siguiente probó suerte en el Club Rivadavia, en Argentina, y después se afincó en Iberia de Los Ángeles, en la Tercera División chilena.

La vuelta de mano llegó al incorporarse a Deportes Barnechea. En una trayectoria parecida a la de Cornejo, a punta de goles propulsó al club del semi amateurismo a la Primera B. Ya no era lateral volante, ahora se había adueñado de la camiseta 9 y demostraba una capacidad goleadora imprevista para sus formadores. Tanto destacó que emigró a Unión Española, donde ratificó su olfato en el área rival. Sondeado por Colo Colo y Universidad de Chile, optó por esta última. La historia es conocida. Fue reprobado y amenazado por sus anodinas actuaciones en los superclásicos, pero terminó por convencer al ser puntal en el reciente título azul. Ahora en el Querétaro mexicano, sigue consolidándose.

Son tres historias con un duro derrotero y un final feliz, aunque Colo Colo sólo disfrute de uno de estos nuevos valores. A los otros los mira de lejos, como a Bryan Rabello y Diego Rubio, a los que por imprevisión dejó escapar hace un par de años al extranjero. O como Francisco Lara, talentoso media punta descartado por Héctor Tapia y que tras cumplir con su sueño de ser campeón juvenil en diciembre pasado, ahora prueba suerte en el Villarreal de España.

Historias como estas dan para escribir el libro negro del club albo.

LOS AZULES NO LO HACEN MEJOR

Recientemente se supo de la inquietud directiva universitaria laica por la falta de recambio en el primer equipo. “No hay mucho en las inferiores” parece ser el comentario muy suelto de cuerpo.

Claro, porque sin visión futura alguna en el CDA ha dejado a partir a casi toda la camada que se lució en la selección juvenil de Mario Salas.

El único sobreviviente es Sebastián Martínez. El resto busca un mejor destino, sobre todo afuera.

Ángelo Henríquez se hizo un espacio en el Dínamo Zagreb de Croacia, luego de no asentarse en el Manchester United. Igor Lichnovski está en la filial del Porto de Portugal, tal como Valber Huerta y Christian Bravo batallan en los segundos equipos del Granada de España. En el Elche puja Nicolás Maturana. En Chile sigue el argentino Juan Ignacio Duma, ahora en Huachipato.

No hay que ser pitoniso para apostar porque este grupo era el futuro de los azules. Muy dotado y probado en exigencias internacionales. Mucho más que todo el montón de malas contrataciones de Azul Azul en los últimos años. Pero eso ya es pasado. Por dólares o nula mirada de mediano plazo ese recambio prometedor no será posible.

Un cuento repetido. A los grandes les falta paciencia y les sobra mal ojo y ambición.

Parecen adolescentes.

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