La falta de cargadores, su limitada autonomía y la escasa rentabilidad de los servicios de ‘car sharing’ en las ciudades pequeñas lastran la implantación definitiva de la movilidad eléctrica.
Sabemos que el transporte público es una de las formas más eficientes y menos contaminantes de movilidad. Se emiten hasta 4 veces menos gramos de CO₂ por pasajero en comparación con el automóvil privado impulsado por diésel o gasolina. Pero ¿qué pasa con los desplazamientos que hacemos con vehículos eléctricos compartidos?
En este momento puede parecernos muy lejana la idea de reservar a través del móvil un auto o una moto para movernos por la ciudad. Pero cuando pase este mal sueño –la actual situación sanitaria que nos impone enormes limitaciones–, será necesario retomar el camino hacia una movilidad sostenible.
De acuerdo con un estudio de la organización Transporte y Medio Ambiente, un mayor uso de vehículos compartidos (servicios de car sharing) puede resultar clave para disminuir la contaminación (tanto atmosférica como acústica), reducir el tráfico rodado y hacer de nuestras ciudades entornos más habitables.
Según dicho trabajo, “los vehículos privados no se usan el 90 % del tiempo y más de la mitad de los desplazamientos del 10 % restante sirve para trasladar a una sola persona”. Además, “por cada vehículo compartido, se reduce el uso de entre 5 y 15 vehículos privados”.
Dicho de otro modo: un mayor uso de vehículos compartidos contribuye a reducir la contaminación, el ruido y el número de vehículos aparcados o en circulación.
Muchas ciudades europeas como Madrid o Barcelona están revolucionando la forma en que nos desplazamos. Ofrecen una gran variedad de alternativas de vehículos compartidos. Fusionan máquinas y tecnología para satisfacer las necesidades de libertad, rapidez y cercanía que exigen las nuevas generaciones.
A los jóvenes les interesa cada vez menos tener un auto propio. Poco a poco, las generaciones con más edad estamos siendo arrastradas por su ejemplo, distanciándonos de ese anhelo de pertenencia que nos llevaba a comprar un auto nuevo.
Por otra parte, la movilidad eléctrica compartida se ha convertido en una nueva oportunidad de negocio para inversionistas y grandes fabricantes de automóviles. Ven en estos servicios una solución a la caída de la venta de sus vehículos.
Los gobiernos también están favoreciendo esta transición de movilidad, permitiendo que los vehículos eléctricos puedan aparcar gratuitamente dentro de las ciudades. Además, conceden ayudas a los particulares que desean renovar su vehículo por uno eléctrico. Recordemos que los motores de los vehículos eléctricos son más eficientes y que además reducen hasta un 95 % las emisiones que genera un automóvil de gasolina.
En vista de sus ventajas, ¿cuáles son los factores que impiden que la movilidad eléctrica y el uso de los vehículos compartidos sean la solución definitiva a los problemas de tráfico y contaminación?
Las principales barreras son cuatro:
De acuerdo con la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles, la falta de puntos de recarga es el problema más acuciante. Representa la principal barrera de adopción para los consumidores. El motivo es evidente: ¿a quién le interesa comprar un auto que no se puede recargar fácilmente?
Otros estudios señalan que alrededor 30 millones de vehículos (un 80 % del parque automotor) duermen en la calle, donde no se tienen suficientes puntos de recarga eléctrica. Es evidente que la transición hacia una movilidad sostenible pasa por mejorar las infraestructuras de las ciudades para atender a esta creciente demanda.
Es aquí donde algunas empresas trabajan para transformar las urbes en ciudades inteligentes. Con la instalación de puntos de recarga multipropósito, fusionan innovación, tecnología y una visión emprendedora para dar solución a este problema.
Dentro de pocos años, los puntos de recarga para vehículos eléctricos se convertirán en un elemento urbano más en nuestras ciudades. Esto exige una estrecha colaboración entre empresas y gobiernos para regular los parámetros y concesiones de este nuevo mercado.
Con la integración de paneles fotovoltaicos en los puntos de recarga, la energía se genera donde es consumida. Esta estrategia reducirá las pérdidas debidas a su transporte y las emisiones de CO₂ relacionadas con su producción.
El ejemplo de esta tecnología más visible a nivel mundial son los puntos de recarga rápida de la compañía norteamericana Tesla. Pero existen muchos otros ejemplos europeos como Ionity (Impulsado por el consorcio BMW, Daimler, Volkswagen, Ford y KIA Motors), EVBox (empresa holandesa con más de 60 000 puntos de recarga) o Enel X (empresa italiana con más de 30 000 puntos de recarga), entre otros.
Como ejemplo nacional encontramos al consorcio formado por las empresas BSQ Solar y Fagor Electrónica que trabajan junto con ISFOC y la UPM para el desarrollo de un punto de recarga multipropósito alimentado por energía solar de alta concentración.
El proyecto, denominado PowerTree, integra además otros servicios importantes como una torre de vegetación con un sistema de purificación de aire, puntos de recarga para aparatos electrónicos, pantalla interactiva para información turística e iluminación difusa para mejorar la seguridad de los peatones durante la noche.
Tal como plantea la Agenda 2030 de Naciones Unidas en su objetivo ODS17, las alianzas para lograr los objetivos serán clave para la transición hacía una movilidad y uso de energía eficientes. Es necesario que los políticos, empresarios, dirigentes sociales y sociedad civil trabajemos juntos, poniendo en el centro de las soluciones las necesidades de las personas y de nuestras ciudades.
Pero hasta que llegue ese momento, reflexionemos sobre qué podemos aprender de esta crisis para transformar nuestro futuro.
Jorge Adán Sánchez Reséndiz, Doctor Arquitecto, Investigador del Centro itdUPM, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Francesca Olivieri, Profesora asociada de diseño sostenible y eficiencia energética en edificios, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Lorenzo Olivieri, Profesor del Departamento de Construcción y Tecnología Arquitectónicas, Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y Valentina Oquendo Di Cosola, Arquitecta e investigadora del Departamento de Construcción y Tecnologías Arquitectónicas, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.