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Un giro radical al discurso presidencial de cada mayo


Nuevamente, 21 de mayo… Fecha que cada día se vincula más con el frenesí del discurso presidencial y lo que se espera de él, y que cada año nos deja con una cierta insatisfacción y desesperanza respecto de lo que se viene, porque el anhelo de cada uno es que esta cuenta pública nos renueve y se comprometa con lo que nos interesa.

Sin embargo, lo que oímos después de cada discurso son comentarios polarizados, previamente marcados y pauteados por el color político de cada bando; manifestando su dicha por los logros alcanzados, aquellos que adhieren al Gobierno; y expresando su inconformidad con lo expuesto, aquellos que integran el grupo opositor.

¿Avanzamos como país con este modo de establecer nuestra carta de navegación cada año? Me atrevería a decir que no.

Algunas de las razones de por qué esto no ocurre pueden ser las siguientes:

Primera. Porque el discurso adolece de una ausencia de visión de gestión integral de país. En efecto, es una cuenta de resultados, y desde ese lugar se construye y comenta.

Solución. Este discurso debería considerar una visión ética de país en relación a lo que buscamos lograr para todos los ciudadanos y las ciudadanas. Debiese ser esa clase magistral o discurso que nos inspire y nos convoque a todos para construir un futuro que nos contempla en el marco de un país con visión de futuro, que se mueva como pez en el agua en el contexto global y, sobre todo, que sea un reflejo del sentir ciudadano.

Segunda. Se caracteriza por ser un discurso frente al cual pueden reaccionar y opinar solo las elites de los distintos sectores y sobre el cual existe poca renovación de opinantes.

Solución. Generar un modelo participativo que considere qué le interesaría escuchar a la ciudadanía pero, sobre todo, proponer un sistema posterior al discurso donde todos puedan opinar junto a los diferentes líderes.

Tercera. No existe auditoría de ningún sector con respecto a lo que se comprometió el año anterior, y lo que se propone cada año en los nuevos discursos.

Solución. Seguir modelos de países nórdicos, donde existe una política de Gobierno que financia instituciones, es decir, ONGs o centros de pensamientos, independientes de sectores políticos, empresariales y religiosos, que hacen un análisis y una auditoría a la gestión del Gobierno y sus políticas, acompañados de un informe detallado y con propuestas.

Cuarta. No está actualizado con las tendencias globales, carece de una mirada de largo plazo y se caracteriza por ser muy local en lo que propone y soluciona.

Solución. Establecer una secretaría, un área al interior del Gobierno, que sitúe a Chile en el contexto global, que genere estudios comparados de políticas públicas y promueva la visión estratégica de lo que se busca ser como país en las próximas décadas. De esta forma se podría lograr que la mirada de desarrollo país se ubique por sobre los gobiernos de turno, y así terminar con la discusión, por ejemplo, sobre si un Gobierno debe ser de cuatro o seis años, ya que de este modo cada administración se suscribe a una propuesta de desarrollo de largo plazo que es aceptada por la mayoría de los chilenos.

Quinta. Ausencia de una mirada sistémica y compleja a la hora de analizar nuestro país.

Solución. Articular las diferentes propuestas de acciones, en un marco que integre todo el aparato estatal, ya que, en general, cada propuesta responde a un Ministerio. Ejemplo de lo dicho es que la propuesta de Medio Ambiente no se articula con la visión instalada en Energía y Hacienda, así como tampoco viene acompañada de un programa de Educación, ni está contemplada en las políticas públicas surgidas desde Minería.

Sexta. Los discursos de los últimos años no se han hecho cargo de temas globales tan estratégicos como son el cambio climático, la generación de energía, los derechos humanos en lo laboral, los derechos de inclusión de la mujer, en el amplio sentido de la palabra, y de las inversiones responsables y sustentables.

Solución. Comprometerse con la agenda global en estos temas, más allá de los acuerdos internacionales o los resultados de la OECD. Se requiere de objetivos claros y precisos que permitan darle seguimiento y, por sobre todo, auditoría al desempeño del Gobierno de nuestro país en temas como los mencionados anteriormente, pero también en otros.

En conclusión, se requiere un cambio radical en el modo de hacer política, donde la visión estratégica sistémica y de largo plazo sea el modo de administrar y gestionar los escasos recursos con que Chile cuenta. Necesitamos avanzar en implementar un modo de hacer política que se deba a resultados y que sean evaluada en relación a estos, y sobre todo donde exista como valor ético “el diálogo y la participación ciudadana”. Por último, no puede ser tema de debate de los ministros y del Gobierno actual el modo en que en nuestro país se genera diálogo, ya que la base de una democracia madura y compleja es la participación y meritocracia con que ésta se construye.

Soledad Teixidó
Presidenta Ejecutiva de PROhumana

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