Publicidad
BBC News Mundo
El corredor de bolsa que lo dejó todo para combatir a Estado Islámico

El corredor de bolsa que lo dejó todo para combatir a Estado Islámico

De la «City», centro financiero de Londres, a Siria: Harry combatió durante cinco meses al lado de las milicias kurdas. Ahora ya está de regreso en casa.


Fue la forma en la que empezó a comerse un huevo hervido la que le confirmó a Harry que ya llevaba demasiado tiempo lejos de casa.

Lo tomó de la taza y estaba a punto de golpearlo suavemente contra la superficie de la mesa para romper la cáscara y luego pelarlo con las manos.

«Me estoy comiendo el huevo como si fuera un kurdo», comentó en voz alta.

Entonces lo puso de regreso en la copa, lo abrió por la punta y empezó a comerlo con una cuchara. Como todo buen inglés.

Harry es de Cambridge, aunque durante los últimos cinco meses había estado en Siria combatiendo contra el autodenominado Estado Islámico (EI).

La primera vez que lo vi fue ahí, peleando junto a los milicianos kurdos de sus Unidades de Protección Popular (YPG), en pleno frente de batalla.

Ahora estábamos compartiendo desayuno en un elegante hotel en el norte de Irak. Y Harry se estaba preparando para regresar a casa.

Combatiente curtido

Cuando lo conocí en la primavera, no pensé que fuera a durar mucho en el campo de batalla.

Venía de trabajar como operador de divisas en el centro financiero de Londres –la City– y no tenía experiencia militar.

Alto y flaco, su cabeza rizada estaba además condenada a hacerse notar en el noreste de Siria.

Y a EI le habría encantado poder capturar a este educadísimo inglés de 28 años, pues habiendo decapitado a la mayoría de sus rehenes occidentales, seguramente necesitan más.

Harry, sin embargo, cambió con el paso de los meses. Y los videos capturados con su teléfono celular ayudan a entender por qué.

En uno se ve a Harry disparando con un rifle de francotirador Dragunov en contra del enemigo. En otro, va en la tina de una camioneta pick-up, mientras varios tanques atacan desde ambos lados.

Luego están los bombardeos de la coalición en contra del Estado Islámico. Fuera de cámara, se puede oír como Harry y sus camaradas gritan y celebran, encantados.

Avances kurdos

No todo, sin embargo, es aventura juvenil: ahí también están los cuerpos descompuestos de los combatientes del EI muertos en batalla.

Se ve a un chico de 15 años con la cabeza reventada y también hay imágenes que delatan las duras condiciones de vida: pan viejo, comida escasa, moscas que parecen una plaga.

Y la noche antes de nuestra entrevista fue la primera que Harry pasaba en una cama de verdad en un buen rato.

Perdió peso, como resultado de la poca comida y las horas de combates y marchas.

Todavía conserva una pasión, casi ingenua, por ideales como libertad y democracia.

Aunque hoy por hoy, ya no parece tan abrasante.

Está cansado, me dice, cansado hasta la médula. Ya le llegó la hora de regresar a casa.

El YPG ha recuperado cientos de kilómetros de territorio que antes estaba en poder del Estado Islámico, aunque buena parte del mismo esté en áreas poco pobladas.

Y actualmente hay una especie de pausa en el combate, por lo que Harry y otros de los extranjeros que combaten contra EI con los que me encontré –varios estadounidenses, un neozelandés, otro británico– me confesaron su aburrimiento.

Esta semana se informó de la muerte en combate de un estadounidense que también combatía en las milicias del YPG, al igual que Harry.

Keith Broomfield, de 36 años, se convirtió así en el primer ciudadano de EE.UU. que muere luchando del lado de los kurdos contra el Estado Islámico del que se tiene conocimiento.

Y, según reportes de prensa, la lista de bajas occidentales también incluye al asutraliano Ashely Johnston, el británico Konstantinos Scurfield y a Ivana Hoffmann, una voluntaria alemana de 19 años.

Los occidentales no pueden unirse a los famosos Peshmergas, pues estos son soldados profesionales. Pero las milicias del YPG les han abierto los brazos.

Interés mediático

Le pregunté a Harry si no estaba acaso tratando su tiempo aquí como una especie de año sabático.

«No», me respondió. Había visto amigos morir y llegado a estar a nada más 20 metros de EI en varias oportunidades.

Y también había participado en ola tras ola de ataques que al final no habían bastado para desalojarlos de una ciudad cercana.

Un par de manos extra siempre es útil en el campo de batalla, sin importar si estas son extranjeras o locales, me dijo Harry.

Y aunque hay muchos kurdos y árabes dispuestos a empuñar las armas contra EI, mientras que los combatientes extranjeros aportan algo más: atención internacional para la causa kurda y su lucha contra Estado Islámico.

«Vine con el objetivo de atraer algo de atención sobre lo que está ocurriendo aquí y en estos cinco meses espero haber logrado al menos eso», le dijo a la BBC.

«La idea era venir aquí y mostrarle a la gente por qué es que los kurdos están luchando, además de mostrar apoyo internacional a su lucha contra EI».

Y, de hecho, para Harry y sus camaradas extranjeros, el aumento de los ataques aéreos de los últimos meses se explica parcialmente por la mayor atención que su participación ha generado.

«Cuando un kurdo se suma a la lucha, no es noticia. Pero cuando nosotros lo hacemos, la gente se interesa», explica Jac, un amigo de Harry de 22 años.

La última vez que había visto a este informático originario de Bournemouth que todavía tiene cara de niño, había sido en un hospital de Siria, donde se atendía una herida en el brazo.

Ahora tiene una cicatriz color rosa: dos pequeñas protuberancias. Probablemente no la cicatriz de batalla que él hubiera deseado.

Y Jac también se prepara para regresar a casa.

«Del lado correcto»

A los británicos se les ha advertido que no deben viajar a Irak y Siria y sobre todo que no deben involucrarse en el conflicto, sin importar el lado.

Aunque el primer ministro David Cameron ha sido claro en decir que hay una diferencia importante entre aquellos que pelean para EI y aquellos que lo combaten.

A Jac, por ejemplo, lo detuvieron e interrogaron cuando iba camino a la guerra.

Tenía asiento en un vuelo de Aerolíneas Iraquíes –»Era la único cara blanca a bordo», recuerda entre risas– y la policía lo detuvo antes del abordaje.

Les dijo que su intención era viajar a Siria para sumarse a una guerra extranjera. Y lo dejaron pasar sin que eso importara.

Harry, por su parte, estaba nervioso en su vuelo de regreso a casa. Pero en el aeropuerto de Heathrow pasó sin problemas los controles migratorios, nadie lo detuvo, nadie le preguntó nada.

«Tal vez no me ven como un terrorista. Después de todo, fui a ayudar gente», razona, ya de regreso en casa, sano y salvo.

Publicidad

Tendencias