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¿Por qué se exagerarán los méritos del cambio en Argentina?

¿Por qué se exagerarán los méritos del cambio en Argentina?

La victoria de Macri podría hacer que la Argentina brillara nuevamente en los mercados, pero eso no necesariamente traería beneficios a los argentinos. Como observa el economista chileno José Gabriel Palma: “Si Macri logra acceder a los mercados financieros, la Argentina podría tener algo de suerte, pero depende de cómo haga los ajustes y de si devalúa mucho de golpe, con consecuencias impredecibles. En un escenario optimista –con el cual no coincido– y con el precio bajo actual de los activos financieros, la Argentina es ideal para nuevas burbujas en un plazo relativamente corto pero en el cual la gente podrá ganar mucho si hace bien su juego”.


(Bloomberg View) – Los votantes argentinos eligieron a Mauricio Macri, el jefe de gobierno saliente de la ciudad de Buenos Aires y ex hombre de negocios, como su nuevo presidente. Después de doce años de voluble intervencionismo primero de Néstor Kirchner y luego de su esposa Cristina Fernández, el pragmatismo de mercado de Macri indica que habrá un cambio drástico. De hecho, a juzgar por la reacción optimista de los mercados, la Argentina podría encaminarse a ser el próximo país latinoamericano de moda.

En momentos en que la economía latinoamericana en su totalidad se contrae por primera vez desde 2009, al continente le vendrían bien algunas buenas noticias económicas. Sin embargo, el destino de los niños mimados del mercado en el pasado debería dar que pensar a sus paladines. Hace poco, por ejemplo, Goldman Sachs cerró un fondo BRIC –vehículo de inversión que creó después de acuñar la sigla en 2001 para vender acciones y bonos de las florecientes economías de Brasil, Rusia, India y China-. Después de años de acumular pérdidas, Goldman le hizo saber a la Comisión de Valores y Bolsa que no veía un “crecimiento significativo de los activos en el futuro previsible”. El destino del niño modelo de los BRIC, Brasil, es particularmente instructivo: salió en la portada de The Economist por su crecimiento estelar durante la crisis mundial de 2009; cuatro años después, con su economía estancada, The Economist se retractó. Se prevé que el año que viene la economía de Brasil se contraerá 2 por ciento.

¿Por qué los niños mimados latinoamericanos del mercado ascienden y luego se estancan o se caen? Para responder esa pregunta, hay que volver a 1989, cuando el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos adoptaron el Consenso de Washington como estrategia para los países en desarrollo y se lanzó el Plan Brady, lo que llevó a América Latina a buscar la solución de sus crisis de deuda en cambiar los préstamos bancarios por bonos vendibles a los clientes. JPMorgan luego creó los fondos del Índice Emerging Markets Bond (EMBI) con las acciones y los bonos de esos países, sistemas de gestión de los equipos de venta para colocarlos entre los clientes y grupos de economistas que promocionarían el potencial de las reformas económicas y el brillante futuro que probablemente tendrían esas inversiones. Esto funcionó: todo el mundo, de los fondos de gran poder a los jubilados italianos, compró con avidez deuda de países como la Argentina.

Los países y las organizaciones multilaterales que apoyaban el Consenso de Washington deliberadamente alabaron a aquellos lugares donde las reformas marchaban bien, aun cuando esos avances sólo duraron unos pocos años. Así, en la década de 1990 se pusieron de moda México y la Argentina, aunque el primero sufrió el llama Efecto Tequila en 1994 y la segunda entró en recesión en 1998 y sufrió un crack tres años después. Si bien la economía de Chile, que es más pequeña, desaceleró su ritmo de crecimiento antes intenso durante los 90, recibió elogios por ser el único país que ahorra durante los años de auge para hacer frente a las debacles que afligen a economías que son tan cíclicas como los precios de las materias primas y las tasas de interés. Como señaló el economista chileno José Gabriel Palma, algunos países también fueron ensalzados con el único fin de demonizar a otros o porque sus “grupos políticos internos quieren algo menos abusivo e ineficiente. Y, como en la región no hay ningún país que haya crecido de manera sostenida, es necesario cambiar periódicamente el país que se idealiza”.

Cuando la economía argentina se desplomó tras su suspensión de pagos de 2001, se afirmó el mito de Brasil. En 2003, el líder sindical de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia con una combinación de medidas macroeconómicas ortodoxas y aumentos del salario mínimo y el gasto social que sacaron de la pobreza a 40 millones de compatriotas. José Antonio Ocampo, profesor de economía de la Universidad de Columbia, sugiere que esa fue la primera vez que un país latinoamericano que no era totalmente fiel al Consenso de Washington conquistó el afecto del mercado. Una década después, acompañada por su propia portada en The Economist, llegó la inevitable caída. “Aparecer en la tapa de The Economist es el comienzo del fin, porque ese es el lugar de los países a los que les estaba yendo bien hasta ahora –que están en el punto alto de sus ciclos- pero luego se caen”, dice Eduardo Levy Yeyati, profesor invitado de la Escuela de Negocios de Harvard que antes trabajó en Barclays creando las siglas de los países de moda.

Las demandas del marketing requieren que los bancos hagan de los mercados emergentes un producto nuevo. Encuentran a los que están creciendo más y siguen las normas de una economía relativamente estándar. Por eso, cuando Brasil empezó a dar señales de fatiga, los bancos en 2011 crearon los CIVETS, que incluían a Colombia, y los MAVINS y los EAGLES, que en ambos casos incluían a México. Cuando un país pasa de moda, los mercados deben elogiar y vender a otro en su lugar. Esos fondos de mercados emergentes realimentan la liquidez tan característica del mundo de hoy, aun cuando son los primeros inversores los que cosechan los beneficios y los últimos los que sufren las consecuencias cuando la burbuja estalla.

La caída del precio del petróleo significa que este año Colombia crecerá a una tasa de 2,7 por ciento y México a una de 2,3 por ciento. En los últimos años, la economía colombiana crecía más del 4 por ciento. Pero la economía mexicana avanza a los tropezones a ese ritmo lento desde 2012. Si bien los bancos y los medios promocionan al México de Enrique Peña Nieto como el sucesor del Brasil de Lula en la pasarela, los desequilibrios económicos, el crecimiento de la pobreza y la horrenda violencia han ahogado esa fanfarria. Colombia, por su parte, nunca estuvo de moda quizá porque carece de un gran mercado de valores y bonos; sus conversaciones de paz para por fin terminar con la insurgencia más larga de América Latina, sin embargo, también ponen destellos en los ojos de los economistas.

“¿Qué tienen que ver las siglas con la realidad?” pregunta Levy Yeyati para responderse de inmediato la pregunta: “Nada”. Las cosas no le están yendo demasiado bien a la sopa de letras de países de los inversores fuera de América Latina, entre los que se cuentan Rusia, Egipto, Turquía, Sudáfrica y Nigeria. “Los países pierden el brillo porque nunca deberían haberlo tenido”, continúa Levy Yeyati. “Nadie piensa que Estados Unidos esté de moda”. Ocampo coincide: “El problema no se da cuando los países pierden el brillo sino cuando lo adquieren. Hay una sobreestimación que crea una agenda especulativa que luego se marchita con las noticias negativas”. Ocampo, que también fue ministro de Hacienda de Colombia, señala que se habla de su país cada vez más pero advierte que, como ocurre con todos los países de la región, su crecimiento dependerá del desarrollo de una base exportadora que no dependa tanto de las materias primas. También rompe con los mercados y destaca que a países gobernados por la izquierda como Bolivia y Uruguay les está yendo bien.

A Levy Yeyati le gusta Perú y tiene grandes esperanzas para la Argentina. En 2013, el FMI clasificó a Perú como “la estrella económica de América Latina” pero el abaratamiento de sus minerales redundará en una tasa de crecimiento de 2,4 por ciento este año, y el presidente peruano Ollanta Humala sigue siendo (al igual que su antecesor) uno de los jefes de Estado menos populares de la región. Pero Levy Yeyati valora el intento de Humala de desarrollar una economía que crezca a una tasa razonable de 3 a 4 por ciento sin depender de los minerales. La Argentina, que depende de la soja, “podría ser el país de moda en dos años si el próximo presidente realiza gradualmente los cambios que tiene que hacer”, sostiene Levy Yeyati.

La victoria de Macri podría hacer que la Argentina brillara nuevamente en los mercados, pero eso no necesariamente traería beneficios a los argentinos. Como observa Palma: “Si Macri logra acceder a los mercados financieros, la Argentina podría tener algo de suerte, pero depende de cómo haga los ajustes y de si devalúa mucho de golpe, con consecuencias impredecibles. En un escenario optimista –con el cual no coincido- y con el precio bajo actual de los activos financieros, la Argentina es ideal para nuevas burbujas en un plazo relativamente corto pero en el cual la gente podrá ganar mucho si hace bien su juego”.

Una cosa es que un país gane dinero para sus inversores especulativos durante un tiempo y otra muy distinta que se desarrolle de un modo sostenible y equitativo. Pese al aumento del producto interno bruto y la reducción de la pobreza y la desigualdad de que gozó América Latina en la primera década de este siglo, ese crecimiento equilibrado sigue siendo su desafío más difícil, aun cuando sea menos vistoso para los mercados.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o Bloomberg LP y sus dueños.

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