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Los británicos empiezan a contar los costes del Brexit ANÁLISIS

Los británicos empiezan a contar los costes del Brexit

Ya están empezando a vislumbrarse las implicaciones económicas de la vida fuera de la Unión Europea. Y si bien los datos económicos oficiales desde el plebiscito han sido indudablemente muy heterogéneos, los británicos están empezando a ponerse nerviosos, especialmente ante la retórica del Gobierno a favor del denominado ‘Brexit duro’ que domina los titulares.


En el referéndum de junio sobre si el Reino Unido debía abandonar la Unión Europea, el 61 por ciento de los votantes de la ciudad de Sunderland votó a favor del ‘sí’. En consecuencia, unos 6.700 empleos de la fábrica de Nissan corren ahora peligro, ya que la compañía japonesa está evaluando si fabricar su próxima versión del modelo Qashqai en el noreste de Inglaterra, que pronto será independiente. Uno no puede evitar preguntarse si los Mackems, como se conoce a lo habitantes de esta ciudad, votarían de forma distinta si tuvieran una segunda oportunidad.

Ya están empezando a vislumbrarse las implicaciones económicas de la vida fuera de la Unión Europea. Y si bien los datos económicos oficiales desde el plebiscito han sido indudablemente muy heterogéneos, los británicos están empezando a ponerse nerviosos, especialmente ante la retórica del Gobierno a favor del denominado ‘Brexit duro’ que domina los titulares.

Según un sondeo realizado a principios de este mes por Ipsos MORI casi la mitad de los votantes opinan que el Brexit les afectará negativamente, frente a una tercera parte antes de la votación.

Lo que es más, casi la mitad de los encuestados en el sondeo opinan que el desplome del 17 por ciento de la libra frente al dólar tras el referéndum es perjudicial para el Reino Unido pese a su potencial para impulsar las exportaciones.

Incluso el pronóstico de una bajada de los tipos de interés de las hipotecas para los propietarios de las casas se está disipando. Los precios en el mercado de futuros sugieren que solamente hay una posibilidad del 12 por ciento de que el Banco de Inglaterra baje los tipos de interés en diciembre, frente al 50 por ciento un mes después del referéndum. Ante la depreciación continuada de la libra, el temor a que la debilidad de la esterlina atice la inflación ha reemplazado a los rumores de una relajación de los costes de financiación por parte del banco central británico.

Los aparentes ataques a la independencia del banco central tampoco favorecen la confianza en la economía. Tanto la primera ministra, Theresa May, como el anterior ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, han criticado al Banco de Inglaterra en las últimas semanas. En un artículo publicado por el periódico Times el viernes el cual arremetía contra los ‘tecnócratas’, Michael Gove, un político del Partido Conservador que participó en la campaña a favor de abandonar la Unión Europea, dijo que “las actitudes y los prejuicios (de Mark Carney) reflejan una carrera en Goldman Sachs y la actual parcialidad de los miembros del banco central”.

Tampoco ayuda que el antagonismo entre el Gobierno británico y sus repudiados socios europeos vaya en aumento antes de que se invoque el Artículo 50, el procedimiento formal del tratado para comenzar las negociaciones de un divorcio. La primera cumbre europea de Theresa May como primera ministra a finales de la semana pasada estuvo acompañada de comentarios de sus homólogos europeos los cuales señalaban que las negociaciones distarán mucho de ser sencillas o fáciles. Y en un giro más propio de un guionista de comedia, el negociador principal para el Brexit de la Unión Europea quiere que las discusiones se lleven a cabo en francés en lugar de inglés, según informó Reuters el viernes.

Por tanto, no debería sorprender que una gran parte de comentaristas esperen un resultado que, de alguna manera, mantenga intacta la relación del Reino Unido con el resto de la Unión Europea.

¿Cómo podría ser posible? Pues, los tribunales podrían dictaminar que Westminster ha de votar la invocación del proceso de salida de la Unión Europea, y los políticos podrían ignorar las sutilezas democráticas del referéndum y votar en contra de una salida. May podría convocar elecciones anticipadas; los candidatos podrían hacer campaña para la creación de una plataforma que revoque la decisión de junio, secuestrando a todos los efectos una elección parlamentaria y transformándola en un segundo referéndum sobre Europa. Ambos bandos negociadores podrían darse cuenta de que los intereses propios dictan que el libre comercio entre el Reino Unido y el bloque debe permanecer intacto, con algunas concesiones en inmigración y el libre movimiento de individuos.

Ninguno de estos supuestos es muy probable. Posiblemente lo que suceda sea una continuación del limbo actual. Anthony Browne, director de la Asociación de Banqueros Británicos, dice que los responsables financieros de empresas tienen “las manos temblorosas sobre el botón del traslado” y que las empresas podrían retrasar o cancelar las inversiones y los planes de gasto. El Reino Unido podría, como mantienen ministros del Gobierno, salir fortalecido en la escena económica mundial a largo plazo. Sin embargo, en el futuro inmediato, los británicos tienen buenas razones para sentir pesimismo sobre su nivel de vida.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la comisión editorial ni de Bloomberg LP y sus propietarios.

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