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Larraín: este viernes cara a cara con las clasificadoras para convencerlas de mejorar la calificación del país Encuentro en Nueva York

Larraín: este viernes cara a cara con las clasificadoras para convencerlas de mejorar la calificación del país

Natalia Saavedra Morales
Por : Natalia Saavedra Morales Editora periodística El Mostrador Mercados
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El trabajo de Larraín constituye el puntapié inicial de una política que debe ser muy coherente, advierten en el mercado, para que las clasificaciones mejoren. El objetivo ministerial es tomarse este trabajo con calma: la apuesta es que las notas repunten al terminar el Gobierno y, por ahora, mantenerlas.


En las diferentes apariciones públicas, en las presentaciones ante el mercado financiero, empresarios y en los puntos de prensa, ha ido deslizando sus posturas inamovibles en varios aspectos, entre ellos, el ahorro fiscal. Austeridad, ha dicho varias veces. Le gustó tanto el concepto, que replicó el plan desde ministerios a empresas públicas.

Ha hablado también de otros temas de la agenda, evitando demonizar una posible baja de impuestos. «No siempre son negativas», ha expresado, aún sin ahondar en esa materia. Ha paseado por varios seminarios: en Compass Group, en BTG y en Clapes UC la semana pasada. Recita de memoria varias cifras, cambia los Power Points y hace chistes que ha repetido en las últimas semanas: que mandó a unos funcionarios a quedarse en Chile en vez de ir a un seminario en la OCDE y que otros le pidieron cambio de auto, pero que él les dijo que con 200 mil kilómetros todavía pueden darse unas vueltas más. Le resulta, las audiencias se ríen y empatizan, esto aunque el ministro sabe que esta semana no podrá hacer bromas, todo en medio de una de las tareas que tienen largo aliento, pero que él mismo también ha deslizado como clave de su gestión.

Las pistas las entregó en el seminario de BTG, donde detalló que fundamental es recuperar la estabilidad fiscal y que ya se había reunido con las clasificadoras para explicarles sus propuestas. «Hay que recuperar el crecimiento de Chile de forma sostenida», señaló, agregando que se reunió con las evaluadoras y que son «unos leones», pero que lo clave es plantearles un programa creíble a ellos y a todo el sistema, recordando que en 60 días más están obligados a presentar su regla estructural. «(Me dijeron) sí, saben, van en la dirección correcta, pero es poco», comentó en cuanto a las impresiones de la primera etapa del ahorro fiscal.

Cabe recordar que, en julio de 2017, Chile sufrió su primera caída en la clasificación de riesgo, luego que Standard & Poor’s revisara el rating soberano de Chile de AA- a A+, y lo dejó en una perspectiva «estable», mientras que el de la deuda en moneda local pasó de AA a AA-. Fue el primer ajuste en 25 años.

Tras ello, en agosto del año pasado, la prolongada debilidad económica hizo que Fitch se sumara al recorte, un día después que el Gobierno enviara al Congreso su reforma a pensiones y a un mes de que S&P tomara la misma decisión. Así, redujo la perspectiva de Chile desde A+ a A. Sobre la base de los mismos factores considerados por S&P, en especial los precios del cobre, la clasificadora sostuvo que “el período de débil crecimiento económico de Chile tras el superciclo de la minería está durando más de lo esperado (…) esto está contribuyendo a un deterioro sostenido del balance fiscal”.

Fueron varios los factores que incidieron en ello. De partida, un extendido período de bajo crecimiento económico, pero además de una baja cotización en el precio del cobre y la desconfianza empresarial por iniciar proyectos de inversión. El mismo mes, Moody’s redujo su perspectiva de estable a negativa, aunque mantuvo la nota para el país de Aa3.

El ajuste, si bien esperado, golpeó el ego económico de Chile y su ya, a esa altura, alicaída performance financiera. Era algo que se advertía desde 2016, cuando la gestión de Rodrigo Valdés se puso bajo la lupa. «En los bancos, corredoras y en el mundo académico hay consenso de que la amenaza de un ‘downgrade’ ha dado a las agencias clasificadoras un protagonismo en el debate político local nunca antes visto», fue el análisis entonces.

Larraín sabe que no la tiene fácil. Este miércoles partirá a Estados Unidos a las reuniones del FMI y luego a Nueva York a participar del ChileDay.  Para fines de la semana se formalizarán reuniones con las principales clasificadoras, todo con el fin de cumplir el compromiso de mejorar su evaluación de la economía local.

Si era tan esperado el recorte, ¿por qué ahora importa tanto recuperarnos? En primer lugar, el equipo encabezado por el titular de Hacienda ha considerado que existía un riesgo cierto que, si no se realizaban ajustes relevantes en materia de política fiscal y se continuaba en la senda del Gobierno anterior, existía el riesgo de que volviera a caer la clasificación o, incluso, entrar en una tendencia negativa.

De allí que la cita con S&P, Moody’s y Fitch el viernes 20 en Washington será clave, para explicarles la marcha de la economía local y los ajustes que podrían hacerse en materia de la regla fiscal.

La clasificación, en todo caso, no estuvo solamente influenciada por la inestabilidad económica o la reforma a las pensiones que la administración de Bachelet envió al Congreso. La corrupción y transparencia del país, ya manchada por casos como Caval o las platas políticas de SQM, dejaron huella. Así no solo fue clave el déficit fiscal en la baja de nota de dos clasificadoras, sino que también los hechos de corrupción sí afectaron la mirada y se conversó con autoridades chilenas en algunas instancias.

En enero de 2017, se conoció que Chile cayó a su peor nivel de percepción desde 2009 (en el ranking 2016), en el Índice de Percepción de la Corrupción y meses después las notas comenzaron a ser recortadas.

Ahora, el trabajo del jefe de las arcas fiscales constituye el puntapié inicial de una política que debe ser muy coherente, advierten en el mercado, para que las clasificaciones mejoren. El objetivo ministerial es tomarse este trabajo con calma: la apuesta es que las notas repunten al terminar el Gobierno y, por ahora, mantenerlas.

«Para efectos de lo que suceda con la clasificación de riesgo de Chile, son clave las señales que se entreguen. En lo más reciente han ido en la dirección correcta, pero aún es insuficiente, de forma de converger hacia un equilibrio estructural en un plazo razonable. Un cambio en la clasificación bajo las actuales circunstancias de mercado, en donde predomina una alta liquidez en los mercados que lleva a premios por riesgo muy comprimidos, los efectos en una u otra dirección son acotados. Sin embargo, al momento en que la situación global de liquidez se normalice, en un estado más de equilibrio, un notch arriba o abajo, en torno al grado de clasificación de riesgo de Chile, equivale a un costo de 10 a 15 puntos base menos o extra para endeudamiento soberano», explica un economista de una compañía local.

Con todo, Larraín no la tiene fácil y, como él mismo reconoció, tendrá que ser muy hábil para acallar el rugido de los leones.

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