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El ‘cónclave’ liberal de Vargas Llosa en el Hotel W que terminó con su apoyo a un golpe militar en Venezuela MERCADOS

El ‘cónclave’ liberal de Vargas Llosa en el Hotel W que terminó con su apoyo a un golpe militar en Venezuela

Héctor Cárcamo
Por : Héctor Cárcamo Periodista El Mostrador Mercados
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La tarde del miércoles, en el espacio dispuesto para la ocasión, el escritor llenó el salón principal con la promesa de un encuentro entre liberales. Con Nicolás Ibáñez como primer y agresivo orador y luego con Andrés Benítez –en un ejercicio que dejó en evidencia que había menos liberales que lo que esperaban–, el discurso de Vargas Llosa se hilvanó en un ataque incontrolable a Venezuela y la izquierda de la región, junto con una solicitud a no llamar «derecha» a la derecha liberal y con un sorpresivo apoyo a un golpe militar en Caracas. “Si hay una acción militar contra la dictadura de Maduro, yo la voy a apoyar”, afirmó el Nobel peruano.


Nuevamente Mario Vargas Llosa vino a Chile. En plena campaña presidencial, el Premio Nobel de Literatura peruano vino a apoyar a Sebastián Piñera. Aquella vez, en el Hotel Ritz, se reunieron empresarios, ejecutivos y la derecha para solazarse escuchando al escritor y, de paso, respaldar al entonces candidato a La Moneda y hoy Presidente de la República.

Esta semana repitió el evento, siempre en el oriente, aunque en esta ocasión en el Hotel W, en Isidora Goyenechea. Hasta allí arribaron numerosos empresarios y ejecutivos, ávidos de aplaudir al escritor. Entre ellos, Matías Pérez Cruz, ex controlador de CGE; el consejero del CEP y socio de Asset Chile, David Gallagher; el ex presidente de la Sofofa, Bruno Philippi; el ex ministro de Educación Harald Beyer; el gerente general de holding de negocios de la Cámara Chilena de la Construcción, Pablo González; y el ex diputado José Manuel Edwards.

En primera fila también destacaba el humorista y conductor de Radio Agricultura Checho Hirane, mientras más alejados estaban el diputado UDI Jaime Bellolio y su padre. En otra zona se veía al ex ministro de Trabajo de Pinochet y ex presidente de la Asociación de AFP, el UDI Guillermo Arthur; también, la socialité Mary Rose Mac-Gill, el ex presidente de RN, Roberto Ossandón, como asimismo el empresario y polémico ex presidente de Blanco y Negro, Cristián Varela. Presenciaban igualmente el evento Klaus Schmidt-Hebbel, Álvaro Fischer y Alejandro Jadresic.

El intelectual y ex candidato presidencial en su país en 1990, fue invitado por el ferviente liberal Nicolás Ibáñez Scott, que tenía preparada una “entrevista” con su protegido Axel Kaiser, de la Fundación para el Progreso. También figuraban los directivos de La Tercera, en una llamativa asociación político-ideológica del medio de comunicación del grupo Copesa –controlado por el empresario Álvaro Saieh– con la Universidad Adolfo Ibáñez –del empresario ex dueño de DyS–.

El encuentro dejó momentos de culto y otros de incomodidad en la audiencia. Presumiendo una revisión académica del trabajo de Vargas Llosa, Ibáñez abrió la sesión dejando caer su rabia contra los gobiernos de izquierda. Y para que no quedaran dudas, al final de su presentación dijo que no debían confiarse solo porque hubiera un Gobierno como el de Piñera, que era de los suyos.

Sin titubear, partió aludiendo a las dictaduras en la región, citando párrafos de Vargas Llosa a propósito del dictador dominicano Rafael Trujillo en la primera parte del siglo XX.

Rápidamente lo actualizó, describiendo –en cita a Bolívar– a los hermanos Castro en Cuba, al ex Presidente de Venezuela Hugo Chávez y al actual, Nicolás Maduro, como “tiranuelos” que América Latina es “prolífica” en producir.

En esa línea, los relacionó con otros gobernantes actuales “un tanto menos prominentes y escandalosos, pero que igual han sido perjudiciales para la libertad” de los latinoamericanos. «Es el caso de los Kirchner, Lula, (Rafael) Correa, (Evo) Morales, (Daniel) Ortega y de nuestra propia (Michelle) Bachelet”, lanzó.

Para despejar toda duda sobre la sede política del encuentro, al final el mismo Ibáñez mostró su plena identificación con el Gobierno actual, a propósito de lo que llamó la necesidad de estar atentos al peligro de que vuelva un Gobierno que no sea liberal.

“Finalizo reiterando la importancia de la cultura y las ideas, especialmente cuando a las instituciones y el Gobierno de nuestro país ha llegado un nutrido conjunto de servidores públicos que comparten una visión liberal. Especialmente hoy, seguramente orientarán sus esfuerzos en sintonía con esa comprensión de progreso que dignifica al ser humano, ampliando y robusteciendo su libertad y responsabilidad”, declamó, mientras observaba complacida la primera dama Cecilia Morel, que asistió sin su esposo, aunque acompañada por el canciller y escritor Roberto Ampuero.

Así las cosas, Ibáñez llamó a no dormirse en los laureles. “Sin embargo –apuntó–, esta feliz coyuntura puede adormecernos, hacernos complacientes. Podríamos vernos tentados a bajar la guardia… Niall Ferguson (intelectual británico admirado por la derecha chilena) dijo hace cuatro años, a propósito de la intención del Gobierno entrante de volver al socialismo sesentero, que los chilenos estaríamos ejerciendo nuestro derecho a ser estúpidos. Hoy, tras un tremendo esfuerzo de Chile Vamos y liderado por el Presidente Sebastián Piñera, se intenta restablecer la cordura, en un marco de cultura cívica que privilegie los consensos. No obstante, el peligro de volver atrás siempre está presente. Ningún país, por más sólidas que sean sus instituciones, está inmune a la barbarie…”, recalcó, haciendo referencia a la experiencia de Gran Bretaña, cuna del liberalismo.

En el recuerdo quedará la comparación que hizo entre el Nobel peruano y el fallecido escritor chileno y también Nobel de Literatura, en 1971, Pablo Neruda. “(Vargas Llosa) reflexionó sobre su ideas y cambió, para ello se requiere modestia, honestidad y coraje… Su vida contrasta con otro premio de literatura del 71, Pablo Neruda, que se mantuvo en el pensamiento utópico, opuesto al racionalismo, y fue militante del Partido Comunista, así como fiel exponente del ‘red set’ internacional”, señaló, frente al canciller y Cecilia Morel. Incómodo debió ser, pues horas antes el propio Vargas Llosa recibió, de manos de Piñera, la Orden al Mérito que lleva justamente el nombre del histórico poeta nacional y que el autor de Perú recibió gustoso.

Como la DC: apoya el golpe, pero por poco tiempo

La mesa estaba servida para Vargas Llosa. En una primera parte recordó lo que ha contado muchas veces en sus visitas a Chile para reunirse con la derecha. Recordó su desencanto con Cuba, con la izquierda, con las “mitologías” y las “quimeras”, rememorando cómo su punto de inflexión hacia el liberalismo fue su paso por Gran Bretaña en tiempos de Margaret Thatcher, a quien defendió una y otra vez.

Manifestó que esa “experiencia” ha sido caricaturizada por sus enemigos, pero afirmó que dicho Gobierno devolvió la libertad a ese país. Luego describió lo que, en su opinión, es el liberalismo, sustentado en la democracia y el libre mercado, con un rol del Estado acotado a determinar, en lugar de participar activamente en la vida económica, ciertas reglas que deban respetar los privados.

Sin dejar espacio a incertezas, Vargas Llosa planteó que la democracia está indisolublemente ligada al liberalismo. “El liberalismo y la democracia son cosas inseparables. Es absurdo pensar que pueda haber un liberalismo que no sea democrático. En algún momento en América Latina hubo dictaduras militares que las llamaban ‘liberales’. ¡Qué disparate pensar que una dictadura militar puede ser liberal!», recalcó.

Y es que, a su juicio, “la tolerancia es absolutamente esencial y es la mejor forma de enfrentar la intolerancia” que ha sido fuente de violencia en la región.

Sin embargo, reconoció las dificultades que ha tenido el liberalismo para instalarse en el área mencionada, aunque culpó a terceros de eso. “En América Latina el liberalismo ha sido más caricaturizado y ridiculizado…”, apuntó.

Frente a ello, recomendó que “cuando nos sentimos desmoralizados por lo que vemos a nuestro alrededor en Latinoamérica, conviene que comparemos esta América Latina, no con ese ideal siempre inalcanzable, sino con la América Latina de hace 40 o 50 años. Entonces comprenderemos que el progreso ha sido enorme”, sostuvo.

La encuesta de Benítez

Concluido su discurso de media hora, se dio paso a un intermedio que lideró Andrés Benítez, el ex rector de la UAI y actual director de negocios y editorial de Copesa.

El objetivo de Benítez era hacer cuatro encuestas en vivo a los asistentes, para conocer qué tan liberales eran. Pero algunas de las respuestas no arrojaron los resultados que esperaban y el ex rector se salió de libreto, generando  incómodos momentos.

Antes de eso, agasajó a la esposa del Mandatario, desatando un ruidoso aplauso de la audiencia. Benítez dijo que había iniciado una encuesta dirigida a sus lectores en los últimos días, a la que respondieron más de 33 mil personas. El resultado fue que el 36% se autocalificaba como liberal ‘químicamente puro’ y que solo un 4% se consideraba conservador. Así y todo, el 69% quedó en categoría de “liberal cuando le conviene”.

“Como no es una ideología, uno no sabe cómo calificar la diferencia entre las tres categorías. Para dilucidar el problema vamos a hacer una encuesta a la sala, para ver cómo andamos con el liberalismo”, dijo, empoderado.

La primera pregunta fue sobre migrantes, en cuyo marco la gran mayoría de los asistentes respaldó la migración con control de visas, algo similar a los lectores del medio de Saieh. La segunda consulta trató sobre el apoyo o rechazo a las dictaduras. Casi el 60% rechazó cualquier dictadura, aunque un 28% dijo que a veces son necesarios los autoritarismos, lo que en el caso de la encuesta del diario fue de 19%, por lo que Benítez señaló que la audiencia era “un poquito más autoritaria”.

Tras una tercera consulta sobre si se permitiría a la ex candidata Beatriz Sánchez, del Frente Amplio –coalición de izquierda–, exponer en la Universidad Católica, la gran mayoría lo aprobó, dando paso a la última consulta.

Allí preguntó sobre el aborto de tres causales y los resultados generaron un pequeño silencio. “Bueno, esto sorprende”, reconoció Benítez, generando el murmullo general. El ex rector de la UAI explicó que en el sondeo de La Tercera el 64% estuvo de acuerdo con lo que se aprobó en el Gobierno de Bachelet, mientras que la encuesta Cadem dio un 64%. Los liberales que acudieron a aplaudir a Vargas Llosa solo apoyaban en un 40% y un 34% la aprobación según la causal.

“Por eso Vargas Llosa llamó a la derecha cavernaria. El domingo dijo que estaba creciendo una derecha más civilizada… que no está aquí parece”, comentó con ironía, desatando las risas incómodas del público.

El ajetreado intermedio con Benítez dio paso al acto final. Axel Kaiser, vestido de jeans y chaqueta roja, miraba orgulloso a su interlocutor, el Premio Nobel, quien esperaba sus preguntas.

El objetivo era profundizar en el liberalismo y Kaiser pidió a Vargas Llosa que explicara por qué el liberalismo no es una ideología, a lo que el escritor respondió que para la ideología se requiere un acto de fe, como con la religión, lo que calza perfecto con el comunismo, puntualizó. “El marxismo no se puede refutar”, afirmó el escritor, agregando que el liberalismo no se presenta como una verdad sagrada o que no admite la controversia.

Frente a las definiciones del autor peruano, el director ejecutivo de FPP fue un paso más adelante y quiso plantearle la dicotomía entre la dictadura de Pinochet y el Gobierno de Maduro –al que calificó de dictadura–, provocando el momento más tenso de la noche.

«Hay dictaduras menos malas. ¿Cuántos de esta sala preferirían vivir en la dictadura de Maduro o Cuba, que lo que fueron los años 80 en Chile? Probablemente nadie…», expresó, cuando fue interrumpido por el Premio Nobel.

«Esa pregunta no la acepto, porque parte de una cierta toma de posición previa”, señaló Vargas Llosa, desatando el primer aplauso de la escena. Luego siguió. «Las dictaduras son todas malas. Algunas pueden traer beneficios económicos a ciertos sectores, pero el precio que se paga por eso es intolerable. Entrar en esa dinámica es un juego peligroso. ¡Eso no es verdad! Todas las dictaduras son inaceptables», provocando un segundo y ruidoso aplauso.

Kaiser, evidentemente incómodo, recordó el 43% que obtuvo Pinochet en el plebiscito de 1988 –“solo estoy constatando un hecho”–, aunque después sus caminos se volvieron a unir, esta vez, sorpresivamente, para apoyar un ataque militar en Venezuela, contrastando con sus declamaciones sobre democracia y liberalismo como aspectos indisolublemente unidos.

Kaiser consultó dos veces respecto a si, en caso de que la democracia no fuera suficiente para salir de la situación actual de ese país, el único camino sería el ataque militar extranjero, emplazándolo a que se pronunciara.

Vargas Llosa respondió dubitativo. “Una invasión extranjera para defender la democracia es algo peligrosísimo y puede ser contraproducente. El Gobierno de Maduro levantaría banderas del nacionalismo. Crearías una confusión terrible (…). Digamos que la dictadura está destruyéndose a sí misma. El grado de empobrecimiento del país es vertiginoso. La corrupción interna es absolutamente total, es clarísimo que hay división entre ellos. Creo que la dictadura venezolana está en un proceso de autoliquidación (…)», sancionó inicialmente el Nobel de Literatura.

Sin embargo, en el cierre, Vargas Llosa terminó apoyando un eventual ataque militar. “En lo inmediato no hay ninguna posibilidad de un ataque militar… probablemente la salida venga a través de una acción militar. ¿Esa acción militar tendríamos que apoyarla, respaldarla? Yo creo que sí, sin ninguna duda. Si hay una acción militar contra la dictadura de Maduro, yo la voy a apoyar, no como algo definitivo sino como algo transitorio que pueda sacar a Venezuela, crear un estado intermedio…”, sostuvo, junto con añadir que eso permitiría que luego se retomara la democracia, en una idea similar a la planteada por la Democracia Cristiana chilena en 1973, cuando esperaba volver al Gobierno poco después que los militares derrocaran a Salvador Allende.

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