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El hombre que sabía demasiado de las calificadoras ahora dice que son irrelevantes


Las compañías de calificación, cuyos puntajes contribuyen a fijar el precio del dinero para los gobiernos y las empresas desde hace más de un siglo, ya no son confiables para los mayores inversores del mundo, según el ex jefe de finanzas estructuradas de Standard Poor’s.

“Existen porque la gente tiene que tenerlas, no porque crea en ellas”, dijo David Jacob, que fue despedido de S&P en diciembre, en una entrevista en las oficinas de Bloomberg en Nueva York. “Quizá los inversores minoristas sí lo hagan, eso es lo lamentable, pero creo que los inversores institucionales no les creen”.

Tras contribuir a desatar la peor crisis financiera desde la Gran Depresión inflando las calificaciones de los títulos respaldados por hipotecas de riesgo, la reputación de las agencias de calificación se ve afectada más aún en el mercado de bonos. Cuando S&P rebajó la nota del gobierno estadounidense en agosto, el rendimiento de los bonos del Tesoro cayó a mínimos récord, y el costo de proteger la deuda financiera se redujo luego de que el mes pasado Moody’s Investors Service rebajó la calificación de quince bancos de inversión globales.

Jacob, contratado hace cuatro años para que ayudara a recuperar la confianza en S&P, sostiene que los funcionarios públicos no han ido lo suficientemente lejos para reducir la dependencia de las agencias de calificación, a las que los reguladores estadounidenses hace 76 años les otorgaron la facultad de determinar qué prestatarios merecen confianza.

Delicado «equilibrio»

El negocio de las calificaciones actualmente está dominado por S&P, división con sede en Nueva York de McGraw-Hill Cos., Moody’s y Fitch Ratings. Entre las tres, generan un total de ingresos anuales de US$4.000 millones con 3.600 analistas que califican 2,73 millones de títulos en todo el mundo en un mercado mundial de bonos que mueve US$43 billones.

“Las calificaciones no son obra de Dios”, señaló Jacob, de 56 años, graduado en Queens College de Nueva York con títulos en matemática y finanzas de la Universidad de Nueva York. “Es un negocio. Hay un delicado equilibrio entre tratar de conquistar cierta cuota de mercado y perder la credibilidad”.

Los inversores en bonos reaccionan más rápido que las firmas de calificación ante los cambios en el riesgo, explicó Ken Fisher, máximo responsable ejecutivo y fundador de Fisher Investments de Woodside, California, en una entrevista telefónica luego de que Moody’s degradara a Morgan Stanley, UBS AG y otros trece bancos mundiales el 21 de junio.

“Moody’s no va a detectar un problema por adelantado y modificar una nota para advertir al público”, dijo Fisher, cuya firma gestiona unos US$44.000 millones. “Ya se trate de una acción o un bono, el mercado libre ya lo hizo. Moody’s sigue sus pasos y en la práctica valida lo que el mercado ya hizo”.

Una reforma que mejoraría la calidad de las calificaciones sería que todas las notas correspondieran al porcentaje de probabilidades de incumplimiento de pago en lugar de las vagas definiciones que se usan en la actualidad.

S&P dice que su nota máxima significa que el emisor es “sumamente fuerte”, mientras que los bonos Aaa son considerados de “la más alta calidad” por Moody’s.

“Estuve allí tres años y medio y todavía no lo entiendo”, declaró Jacob. “Cuando se usa el mismo conjunto de letras y significan cosas totalmente diferentes, se vuelven inservibles”.

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