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Opinión: Conglomerados bancarios son un riesgo para la salud financiera estadounidense


Por Simon Johnson, Columnista de Bloomberg y profesor en la Sloan School of Management del MIT.

El debate relativo a si los bancos más grandes de los Estados Unidos son demasiado grandes está caldeándose. Desde la crisis financiera de 2008, entre algunos analistas y economistas quedó establecida la percepción de que ciertas instituciones estadounidenses son demasiado grandes para quebrar, lo cual significa que deben ser rescatadas para proteger el sistema financiero en caso de producirse otra calamidad.

Las recientes pérdidas bursátiles en JPMorgan Chase Co. y los escándalos por el lavado de dinero en HSBC Holdings Plc y Standard Chartered Plc han hecho que hasta miembros del sector financiero se pregunten si estas complejas organizaciones globales son acaso demasiado grandes para manejar.

La continua espiral descendente en Europa plantea una duda similar: ¿Algunos bancos son demasiado grandes para salvar, en el sentido de que su caída agravaría dramáticamente la crisis del euro (como sucedió en Irlanda en el otoño de 2008 y está sucediendo ahora en España y Grecia)?

Los detractores deben de estar ganando conversos ya que, en las últimas semanas, los defensores de los bancos grandes comenzaron a atacar. William B. Harrison Jr., ex presidente de JPMorgan, y Wayne Abernathy, el vicepresidente ejecutivo de la Asociación de Banqueros de los Estados Unidos, escribieron sendos editoriales de opinión planteando argumentos en contra de la fragmentación de los bancos. La Mesa Redonda de Servicios Financieros, un grupo de presión a favor de los bancos grandes, ha hecho circular dos correos electrónicos donde insiste en que las argumentaciones de los críticos están totalmente basadas en mitos.

Tres afirmaciones Los defensores de los grandes bancos afirman tres cosas con respecto a su tamaño; ninguna resulta convincente si se consideran los hechos.

Primero, Harrison sostiene que el crecimiento del tamaño de los bancos en los últimos decenios fue impulsado exclusivamente por el mercado, en el sentido de que no hubo (ni hay) subsidios gubernamentales involucrados. Pasa por alto mencionar que este crecimiento es en gran medida un fenómeno más reciente.

En 1995, los Seis Grandes –JPMorgan, Bank of America Corp., Citigroup Inc., Wells Fargo Co., Goldman Sachs Group Inc. y Morgan Stanley- tenían activos equivalentes al 17 por ciento, solamente, del producto interno bruto estadounidense. Todavía en 2005, sus balances generales colectivos estaban valorizados en menos del 50 por ciento del PIB.

En la actualidad, los Seis Grandes son mucho más grandes, con activos totales de 60 por ciento del PIB. Su tamaño, en relación a la economía, no es tan grande como el de algunos bancos alemanes y del Reino Unido, pero eso no significa que Estados Unidos esté más a salvo –sólo que el problema de Europa es más grave. Irónicamente, los bancos estadounidenses más grandes se volvieron aún más grandes y más peligrosos, mediante adquisiciones y fusiones alentadas por el gobierno en la crisis de 2008.

Harrison y los otros afirman que el aumento del tamaño de los bancos es impulsado por las exigencias del comercio internacional en general y por las necesidades específicas de los grandes clientes empresariales que se extienden por todo el globo. Sin embargo, el comercio internacional vivió un auge durante muchos años después de la Segunda Guerra Mundial sin que el tamaño de los bancos creciera en relación a la dimensión de la economía estadounidense.

Cuando hablo con ejecutivos de empresas multinacionales, enfatizan la necesidad de comprar servicios financieros a una serie de proveedores. No sería una buena práctica comercial depender demasiado de un mega-banco, dicen. Las emisiones de bonos, los préstamos, el procesamiento de pagos y otros servicios financieros se manejan a través de múltiples bancos. El gran desarrollo a partir de 1995 tuvo poco que ver con el comercio global y mucho con la desregulación, que derivó de las intensas presiones ejercidas por figuras financieras poderosas como Sanford Weill, el ex máximo responsable ejecutivo de Citigroup. Weill promovió la derogación de la Ley Glass-Steagall de la época de la Depresión que separaba la banca de inversión de las entidades de depósito, lo cual le permitió crear Citigroup como un supermercado bancario. No obstante, Weill dijo en julio que ahora cree que los bancos de inversión deben mantenerse separados de los bancos comerciales.

Los Seis Grandes Además, ¿alguien cree seriamente que alguna administración permitiría otra quiebra estilo Lehman? Lehman Brothers Holdings Inc. tenía activos por unos US$640.000 millones cuando quebró; en su momento de apogeo, Bear Sterns Cos. era levemente más pequeño. Los Seis Grandes son actualmente más grandes de lo que eran estos bancos de inversión cuando quebraron.

En razón de esta protección implícita, la mayoría de los analistas estima que los bancos demasiado grandes para quebrar pueden endeudarse por alrededor de 50 puntos básicos, o sea 0,5 puntos porcentuales, menos que las entidades financieras que no están respaldadas efectivamente por el Estado.

Cuanto más grandes se vuelven estas entidades subsidiadas, más probable es que reciban apoyo gubernamental en tiempos problemáticos. Los subsidios implícitos aumentan en tanto crece la importancia sistémica de un banco, lo cual crea un mayor incentivo para que la dirección promocione el valor social de que su banco sea más grande todavía.

Todo esto tiene que ver en realidad con privatizar los beneficios cuando las cosas marchan bien y socializar los costos cuando funcionan mal. Nadie ha encontrado economías de escala o alcance perceptibles en el caso de los bancos con activos totales superiores a US$100.000 millones, pero no obstante cuatro de los Seis Grandes tienen balances generales que exceden US$1 billón. Los mega-bancos globales se han convertido en un plan de subsidios públicos enorme, sin transparencia y peligroso.

Segundo, la Mesa Redonda de Servicios Financieros declara lisa y llanamente que Estados Unidos no tiene los bancos más grandes del mundo.

Esto no es cierto si hacemos la comparación como corresponde. Según las normas contables estadounidenses, JPMorgan tiene un balance general con activos levemente superiores a US$2 billones. Tal como expliqué en una columna anterior, varios bancos no estadounidenses son más grandes pero utilizan las normas contables internacionales, que no permiten tanta “compensación” de posiciones en instrumentos derivados como sí lo hacen las normas contables estadounidenses. La compensación permite a los bancos declarar pasivos menores en sus balances generales.

Mi colega del Massachusetts Institute of Technology, John Parsons, y yo convertimos el balance general de JPMorgan a normas internacionales y descubrimos que los activos crecerían hasta casi US$4 billones. Medidos de esta manera, JPMorgan y Bank of America son los bancos más grandes del mundo, y como mínimo 50 por ciento más grandes que sus rivales no estadounidenses más cercanos.

Tercero, la mesa redonda señala que algunos de los bancos de otros países son más grandes como porcentaje de sus economías locales que en los Estados Unidos.

Riesgos excesivos Esto es verdad, pero piense en los problemas que han tenido algunos países europeos debido a los riesgos excesivos que asumieron sus bancos: la economía de Islandia colapsó y necesitó un rescate internacional; Irlanda rescató sus bancos pero el desastre fiscal que sobrevino a continuación terminó en un rescate; y España, en una espiral descendente en este momento, está buscando un rescate para sus bancos.

Las grandes entidades financieras en países como Grecia, Italia y Francia representan un riesgo sistémico para sus gobiernos –y quizá también para la eurozona.

¿Realmente le parece que los grandes bancos han sido bien manejados en Japón o Alemania? Observe la exposición de los bancos alemanes a los gobiernos de la eurozona en problemas. Y por favor, no saque a colación el caso de Canadá a menos que esté dispuesto a discutir la panoplia completa de apoyo gubernamental brindado a sus bancos en general y durante la crisis de 2008-09 en particular. Hasta Suiza, a veces sinónimo de la expresión “banquero poderoso”, está tratando de que sus grandes bancos, UBS AG y Credit Suisse Group AG, se reduzcan y disminuyan los riesgos que representan para los contribuyentes suizos.

Ninguno de estos países ofrece un modelo atractivo para Estados Unidos, que debería ir en la otra dirección y desmantelar algunos aumentos recientes en el tamaño de los bancos. El sector no financiero estadounidense funcionaba bien a mediados de los años 1990, incluida la capacidad para dirigir cadenas de abastecimiento globales y generar aumentos en la productividad.

Estados Unidos debería hacer que sus bancos más grandes fueran lo bastante pequeños y simples como para quebrar sin intervención gubernamental o del banco central. Hay que terminar ya mismo con los subsidios.

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