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J.L. Cebrián Echarri, fundador de El País: España da lecciones sobre fútbol y gestión


La selección de España para la Copa Mundial refleja una estructura empresarial moderna –donde la colaboración y la participación producen resultados–. Está muy lejos del viejo modelo piramidal, con una persona a cargo y todos los demás siguiéndola.

Sorprende que en un país tan individualista y propenso a la fragmentación como España, y en un juego tan apasionado, y por momentos, violento como el fútbol, se destaquen las virtudes de una camaradería inteligente. Vicente del Bosque, el entrenador español, se ajusta a la tradición establecida por Real Madrid; durante décadas, el mejor equipo de España se ha autogestionado, de alguna manera, adoptando un estilo de cooperación, que algunos critican por debilitar la autoridad del entrenador y de los ejecutivos del club. Incluso el estilo “tiki-taka” de juego, que se basa en pases cortos y rápidos y fue impulsado por el Barcelona, se parece más a una orquestación de voluntades individuales que a un escuadrón en formación de ataque.

Según un mito urbano, el general Francisco Franco permitió y financió la construcción del estadio Santiago Bernabeu en Madrid en los años 1940 para distraer a la opinión pública después de haberse proclamado victorioso en la guerra civil. Sea o no cierto, Franco entendió la fuerza del deporte. Escribiendo en History Today en 1985, el historiador Duncan Shaw señaló que la victoria de 1964 de España frente a la Unión Soviética en la final de la Copa Europea de Naciones ilustraba “la politización del fútbol” en la España de Franco: “El régimen ha derivado hábilmente una ventaja máxima de los numerosos triunfos internacionales logrados por equipos españoles”, escribió Shaw. “Franco vio rápidamente en el juego un medio para purificar su imagen en el exterior, para pintar un retrato más luminoso de España que reemplazara el de una dictadura brutal”.

Cesarismo

Franco promovió el cesarismo del fútbol, donde los presidentes de clubes y los entrenadores eran más famosos que los jugadores. El mejor ejemplo de esta tendencia fue quizás Helenio Herrera, el entrenador de Internazionale, AS Roma, Barcelona y el Inter. “Muchos creen que soy todopoderoso, porque dicen que sé todo”, dijo Herrera, según se menciona en el sitio Web de FIFA. “Pero no es cierto; simplemente jamás conocí el fracaso”. Hoy, sin embargo, si hubiera que dedicar un estadio a una figura representativa, muy probablemente se haría en memoria de un jugador más que de la dirección de la empresa deportiva que lo emplea.

El fútbol se ha transformado profundamente desde la época de mi infancia, en algún caso para mejor. La pasión de los simpatizantes y el brillo deslumbrante de los ídolos convirtieron lo que era esencialmente un emprendimiento amateur en un espectáculo masivo con muchos millones de euros, libras y dólares en juego, lo cual deja al deporte más allá del alcance de los políticos. Los gobiernos han aprendido en estos últimos años que tienen una increíble incapacidad de controlar los mercados financieros; mucho antes aprendieron que son impotentes para organizar y regular el fútbol, que pertenece al pueblo. Ni siquiera las denuncias de corrupción que han acosado la historia reciente del deporte bastaron para disuadir a los simpatizantes cuando se trata de su apoyo ciego a los clubes que siguen. Por esa razón sorprende la revuelta popular en Brasil en protesta contra la cantidad gastada en la Copa Mundial.

Poder de una red social

Me resulta difícil, habiendo estado mucho tiempo en el periodismo y la actividad televisiva, creer en el fútbol como un deporte, cuando es primero y ante todo una industria fabulosa, que tiene el poder de una red social. Al mismo tiempo, todavía tengo la ferviente esperanza de ver un triunfo de nuestra amada La Roja en la Copa Mundial. No creo que ni el prestigio de mi país ni mi autoestima dependan del resultado; pero todos tenemos un costado infantil e ingenuo, que nos hace cerrar los ojos a la realidad cuando somos tentados por el señuelo de la victoria. Como todos, no quiero que gane el mejor equipo; quiero que gane el mío.

Si bien España ganó en 2010 y es el actual campeón europeo, tengo la sensación de que este equipo español está llegando a su punto culminante, dado que los jugadores mediocampistas talentosos se acercan al ocaso de sus carreras. Conste que Juan Mata del Manchester United da la impresión de que recién acaba de entrar en el equipo, lo cual muestra la profundidad del talento disponible en la mitad del campo. Me parece que, salvo en el caso de un encuentro con Brasil en la primera ronda de clasificación, España debería llegar fácilmente a las semifinales. Igual que con la economía, España parece estar nuevamente encauzada, en tanto sus datos dan una de las pocas sorpresas positivas en Europa –y el mundo– en 2014. Sospecho que España emprendió más reformas genuinas de las que generalmente se le atribuyen. Si su mercado inmobiliario puede recuperarse, es de esperar que las presiones feroces sobre su banca comiencen a aliviarse. Conste que, como quedó demostrado en los últimos cuatro años, la correlación entre el éxito económico y el fútbol parece ser insignificante y, tanto para España como para Inglaterra, posiblemente inversa.

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