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Cacería de brujas


“Pido a vuestras excelencias no por mi propia vida, puesto que bien sé que debo morir y que la hora ha sido acordada, sino para que de ser posible (y el Señor lo sabe) no más sangre inocente sea derramada”.

Con estas palabras, Mary Easty elevaba una súplica al pueblo de Massachusetts en 1692, tras haber sido condenada por brujería.

Hace tan solo un par de siglos, cuando había una plaga o algún mal azotaba a la comunidad, la gente del pueblo iniciaba una “cacería de brujas”, buscando alguien a quien culpar por los desastres; quemaban a las brujas en la hoguera para solucionar sus problemas.

Sin embargo, aunque a muchos les pueda parecer esto una verdadera locura, impensable para nuestros civilizados tiempos, lo cierto es que hoy en día se sigue practicando la cacería de brujas, salvo que esta vez las plagas son plagas financieras. Las personas están buscando alguien a quien culpar por sus problemas personales y ya han encontrado a la bruja: los ricos.

Expertos como somos en culpar a los demás, no nos damos cuenta de que el problema está en nosotros mismos, en nuestra falta de educación económica, financiera, contable y legal, entre otros campos. Todas éstas materias se traducen en habilidades prácticas, fundamentales para el tiempo en que vivimos, pero la población carece totalmente de ellas. ¿Cómo no va a crecer la desigualdad, si los que saben, saben cada vez más, mientras el resto se mantiene ignorante?

Andrés Oppenheimer analiza en su última columna en el Miami Herald un reciente estudio elaborado por el Foro Económico Mundial, que confirma una penosa realidad de nuestro continente: las empresas latinoamericanas no pueden competir eficazmente en la economía mundial porque los sistemas educativos de nuestros países están totalmente desconectados de la realidad.

Así, ¿cómo podemos aspirar a convertirnos en un continente de emprendedores, si ni siquiera nos desempeñamos bien en la empresa de otro?

Yo me permitiría agregar que no solo nuestros sistemas educativos están totalmente disociados de la realidad, sino que también nuestras demandas para mejorarlo. De lo contrario, no se explica que nuestra dirigente estudiantil, Camila Vallejo –amante del decadente modelo cubano- obtenga tanta popularidad con su propuesta de pasar la educación a manos del Estado. Han sido nuestros mismos Estados, a través de la obligación de pasar contenidos que ellos estiman convenientes, nos siguen preparando para la era Agrícola. Pero no saben que ya ni siquiera estamos en la era Industrial, sino en la de la Información. ¿Es razonable que la solución sea entregarle más poder al Estado?

La gente frente a la desigualdad protesta y se levanta. Incluso algunos tratan de cambiar el sistema postulándose a puestos políticos. Pero lo cierto es que es mucho más fácil cambiar uno mismo antes que cambiar todo el sistema; la clave está en educarse. Está lleno de quienes quieren cambiar el mundo, pero que enfrentados a la decisión de cambiar ellos mismos no son capaces. Recordemos el viejo consejo de Bill Gates: “antes de intentar salvar la selva virgen de los parásitos creados durante la generación de tus padres, parte por ordenar tu propio closet”.

De la misma forma que Mary Easty, debemos rogar al sentido común no por nosotros, sino por nuestro futuro. Debemos dejar de buscar brujas, y concentrarnos en el verdadero problema: qué educación estamos recibiendo.

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