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Las tres grandes reformas en el programa de Bachelet serán un test de permeabilidad de la nueva coalición gobernante.


El retorno de Michelle Bachelet al poder abre un escenario político, económico y social lleno de incertidumbres. Lo anterior parece paradójico, dado que en lo grueso se trata de los mismos actores del pasado, con la excepción del Partido Comunista. Sin embargo, pretender que el escenario político se moverá bajo los códigos a partir de los cuales la ex Concertación logró sostener sus anteriores administraciones, resulta ingenuo. Las tres grandes megarreformas a partir de las cuales se articuló el programa de Michelle Bachelet implicarán dilemas y tensiones que más temprano que tarde aflorarán y servirán como test de permeabilidad de la nueva coalición gobernante.

En primer lugar, se encuentra la reforma tributaria, acá los dilemas no emanan desde el frente interno de la Nueva Mayoría, sino desde el plano externo. En una economía que muestra señales de desaceleración, un aumento de tributos podría incidir de manera clara en el crecimiento económico y así sucesivamente en el empleo. Y hacer frente a un bajo crecimiento, con la sombra de la buena administración económica de Piñera, parece algo complejo de sobrellevar.

En segundo término, nos encontramos con la reforma constitucional. En este ámbito se abren las tensiones del frente interno. Maximalistas y moderados deberán presentar sus cartas frente al procedimiento en virtud del cual se dará forma a la nueva Constitución. La Asamblea Constituyente es una meta que se instaló en el horizonte en el ala más progresista del sector, mientras que quienes encarnan la debilitada –pero no por eso inexistente– aún creen en la posibilidad de encauzar el cambio constitucional por la vía institucional intra-Congreso. Será una situación similar a la observada durante esta semana respecto a la toma de posición frente a la crisis política en Venezuela. Sin embargo, las tensiones a partir de un tema a nivel de esfera domestica pueden ser más decisivas que frente a una contingencia internacional.

Finalmente, está la reforma educacional. Buena parte del diagnóstico respecto de la situación de la propuesta de Bachelet en la materia fue dado por el movimiento estudiantil. Sin embargo, una cosa es asumir un diagnóstico, pero otra es implementar las soluciones. Asegurar educación gratuita, de calidad y poner fin al lucro son procesos en extremo complejos y de larga duración. No obstante, el movimiento estudiantil es impaciente, y el timing político difiere del timing social. El precedente de la renuncia de autoridades nombradas sólo da cuenta de una falla en el test de permeabilidad de la Nueva Mayoría frente a la presión social. En la misma línea, la anunciada "Marcha de Todas las Marchas", que espera dar una bienvenida a la administración Bachelet, sólo puede ser entendida como la puesta en escena de esta presión social con la que tendrá que lidiar la nueva administración.

Así las cosas, las definiciones respecto a estos tres ejes serán decisivas. Porque la Nueva Mayoría deberá hacer frente al gran dilema de las amplias coaliciones de Gobierno y este es el siguiente: lo que se gana en extensión electoral, se puede perder en intensidad, coherencia y cohesión gubernamental.

Jorge Ramirez R. Investigador del Programa Sociedad y Política de LyD

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