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La vigencia de Milton Friedman


Milton Friedman fue un gran economista. Sus contribuciones en distintos ámbitos de la Teoría Económica tuvieron un fuerte impacto en esta disciplina, el que continúa esencialmente vigente. 

Precisamente esa vigencia de las investigaciones y propuestas de Friedman contribuyó al enorme interés que se observó, hace un par de años,  por participar  de un seminario organizado bajo el pretexto de cumplirse 100 años de su natalicio, el que tuvo por finalidad revisar sus aportes a la luz de los desafíos que enfrentaba la economía mundial y, también, la economía chilena.

De ese seminario surgió el libro -publicado por Ediciones UC– "Milton Friedman: La vigencia de sus contribuciones", que editamos con Rolf Lüders".

Uno de los rasgos característicos de Milton Friedman era su capacidad de polemista, la que lo llevó a desafiar una perspectiva económica radicalmente diferente a la suya a partir de los años 40, cuando aún predominaba la idea de inestabilidad e ineficacia del sistema de economía de mercado que había levantado el célebre economista británico John Maynard Keynes, tras la Gran Depresión.

Esa audacia y capacidad de confrontar ideas le valió a Friedman muchos enemigos, especialmente fuera de la profesión. No obstante, detrás de sus planteamientos y propuestos había una mirada rigurosa de la realidad y de los datos que los sustentaban.

Este es un rasgo esencial del trabajo de Milton Friedman. La mirada de los datos para alimentar sus teorías y propuestas de política. Así, si defendió con energía los méritos de un sistema de economía de mercado con respecto a un sistema socialista, fue porque la evidencia mostraba con claridad dicho resultado. Con la misma estrategia cuestionó la adopción de un sistema de tipo de cambio fijo o la utilización de la política monetaria como herramienta para reducir el desempleo. 

La evidencia y la teoría apoyan sus planteamientos.

Con la misma lógica expuesta criticó muchas propuestas, basadas en loables intenciones –como la búsqueda de una distribución del ingreso más igualitaria-–, pero que desconocían la realidad. Esto es, ignoraban cómo se genera y cómo cambia la estructura de ingresos de una sociedad. Uno de sus planteamientos más fuertes en ese aspecto fue cuando señaló que: “A los gobiernos hay que juzgarlos por sus resultados no por sus intenciones”. En la misma dirección planteó: “Una sociedad que pone la igualdad por delante de la libertad no obtendrá ni una ni otra. Una sociedad que pone la libertad antes que la igualdad obtendrá algo de las dos”.

En un país que ha estado sometido a un año de intensas propuestas de reformas, económicas, políticas y sociales, no sólo le vendría bien una pausa, sino que, especialmente, recuperar esa “estrategia friedmanita” que tan buenos resultados dio en el pasado. Esto es, establecer un objetivo y confrontar estrategias a la luz de estudios que las sustenten, de modo de seleccionar el mejor camino para el país. Esa fórmula se echó de menos en la reforma tributaria, sigue ausente en la reforma laboral y las consecuencias de ello son elocuentes.

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