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La Roja: más que ayer, pero menos que mañana

La Roja: más que ayer, pero menos que mañana

Cumplidas las dos primeras fechas de las clasificatorias rumbo a Rusia 2018, el balance en cuanto a puntos es claramente superior al juego desplegado. Para refrendar su opción a llegar a la cita máxima del fútbol tras esta maratón que consulta 18 fechas, preciso es mantener su eficacia ofensiva y mejorar aspectos del juego que aún son deficitarios. Seamos optimistas: este equipo de Sampaoli ha demostrado que puede.


Se escuchó muchas veces, previo al comienzo de las clasificatorias rumbo al Mundial de Rusia 2018: “Si por estos dos partidos me ofrecen dos puntos, firmo de inmediato”. No era ni fatalismo gratuito ni derrotismo anticipado.

Brasil siempre será Brasil y ganar en Perú, lo dice la historia, nunca ha sido para el fútbol chileno tarea fácil.

Contra todos los pronósticos, incluso de esos delirantes que no se contentan sólo con predecir el triunfo, sino que hasta señalan quiénes serán los autores de los goles, en un ejercicio estúpido con el cual colaboran noteros más bien faranduleros, la Roja exhibe seis puntos cumplidas dos fechas iniciales que se anticipaban más que complejas.

En otras palabras, su elogiable comienzo en cuanto a puntaje sumado, porque nunca desde que se juega todos contra todos habíamos llegado a dicha cosecha, le permite al cuadro de Sampaoli contar con una cuenta de ahorro nada desdeñable para lo que viene.

Estudiosos y analistas se han apresurado a señalar, incluso, que un equipo que tras las dos jornadas iniciales puede exhibir el rendimiento perfecto que alcanzó Chile, está pocos menos que con sus pasajes timbrados. Y al revés: que aquel que no sumó unidades-los casos de Venezuela y Bolivia- tienen ya muy poco que hacer camino a Rusia.

Elucubración que tal vez responda a una verdad estadística, sólo que las estadísticas sirven hasta por ahí no más y suelen dar para todo. ¿Sirve de algo, por ejemplo, saber que según el Fondo Monetario Internacional en 2014 el ingreso per cápita de los chilenos alcanzaba a los 23 mil dólares anuales? Como alguna vez dijo alguien muy sabio y a la vez muy chusco, las estadísticas suelen ser como la tanga o el bikini: muestran mucho, pero esconden lo principal.

Entre otras cosas, a un tipo preguntándose quién será el fresco que se está quedando con 20 mil dólares que de acuerdo a esos números mágicos le pertenecen.

En fútbol, está visto, los números y las estadísticas sólo son un referente, un ejercicio que sirve para adornar la historia, pero que en ningún caso ayuda a definirla. Rumbo a Corea-Japón 2002 la Roja, que hasta ahí venía haciendo unas clasificatorias bastante decentitas, agarró a Brasil en el Estadio Nacional y le metió un lapidario 3 a 0 que nos encumbró al Olimpo y dejó a los brasileños al menos perplejos.

¿Cómo no pensar que, con ese fútbol, y teniendo dos goleadores de raza, como Marcelo Salas e Iván Zamorano, no era criterioso desde ya ir reservando pasajes y hotel de concentración? Y, sin embargo, lo que ocurrió ya se sabe: mientras Brasil no sólo llegó al Mundial, sino que lo ganó para transformarse en pentacampeón, la Roja se fue desmoronando fecha a fecha, y ni siquiera el tener tres entrenadores durante ese proceso (Nelson Acosta, Pedro García y Jorge Garcés) nos salvó de ocupar el último lugar de la tabla sudamericana.

Por cierto, no se trata de ser amargo ni negativo. Se trata de no sacar los pies de la tierra y saber que, siendo el comienzo esperanzador, todavía queda un largo camino por recorrer. Que sería un error mayúsculo pensar que estamos tocados por una varita mágica o que todos los ángeles guardianes están de nuestra parte.

Si algo bueno tiene este equipo, más allá de sus individualidades y capacidad futbolística para ser un adversario de cuidado en cualquier escenario, es la madurez de la mayoría de sus jugadores. Gonzalo Jara, por ejemplo, a la salida del terreno de juego, decretado el triunfo frente a Perú, con las pulsaciones todavía a mil, rescató el valor de los tres puntos, pero se apresuró a reconocer que “ganamos sin jugar bien. Nos impusimos con justicia, pero sin jugar un buen partido”.

Valdivia, por su parte, lanzó conceptos parecidos. Más allá de la alegría por una victoria siempre disfrutada a concho en tierras peruanas, por todo los aspectos extra futbolísticos que es necesario echarse al hombro para no dejarse influir ni amedrentar, el “Mago” dijo que sólo habían jugado bien a ratos, y que por largos momentos la Roja no quiso –o más bien no supo- sacar incluso mayor provecho de la desventaja numérica de Perú y de su evidente derrumbe anímico tras el cuarto gol anotado por Eduardo Vargas.

Y fue cierto: ante un rival entregado a su suerte, y cuyo notorio repliegue sólo parecía querer evitar un bochorno aún mayor, los hombres de Sampaoli se quedaron sin ideas frescas e incluso la tarea de retener el balón y tocar para quemar minutos se vio a ratos muy poco fluida, muy poco prolija. Es más: si alguna aproximación tuvo el cuadro de Gareca en ese lapso, fue gracias a balones que los nuestros perdieron reiteradamente por elegir mal al momento de la descarga.

Así como en otras oportunidades Sampaoli se ha ganado todos los elogios por acertar en los cambios, esta vez, por ejemplo, no le resultó la inclusión de Felipe Gutiérrez en reemplazo de Vidal. El volante del Twente holandés algo aportó en el quite, que no era para nada tarea compleja dado el quebrantado espíritu peruano, pero pesó muy poco ofensivamente para habilitar a dos que, contra todo lo que indica la lógica futbolera, nunca cejaron en buscar el arco contrario: Mark González y Alexis Sánchez.

Este último, incluso, increpó duramente al delantero “cruzado” luego que este, en lugar de meter el centro, buscó el remate al arco con muy escaso ángulo. ¿Cómo un tipo así, que además vuelve loca a cualquier defensa con su velocidad, sus cambios de ritmo, sus amagues y sus esquives, no va a entusiasmar hasta el paroxismo a los hinchas del Arsenal, tal vez tan flemáticos como todo británico que se precie?

¿Por qué no el “Mati” Fernández en lugar de Gutiérrez? Vaya uno a saber qué piensa Sampaoli allí, al borde del campo de juego, cuando advierte que su cuadro no manda definitivamente a la lona a un rival que está absolutamente “groggy”. Porque todo indicaba que, de existir una sustitución en el mediocampo, ya sea por Vidal o el mismo Valdivia, era el volante de la Fiorentina quien debió haber sido considerado por el técnico.

Si frente a Brasil su ingreso contribuyó a remecer a un equipo hasta ahí como aletargado, parecía ser Fernández el hombre más indicado para sacudir a un cuadro que, a favor de la ventaja y de la actitud peruana, había caído en una modorra que le hizo cometer incontables errores. Porque no era tanto lo que hacía Perú por acercarse a Bravo, sino lo que los nuestros hacían reiteradamente mal lo que llevaba a Farfán y a Guerrero a seguir luchando y creyendo en el milagro.

Si alguien quiere lanzarlas campanas al viento por ese inicio clasificatorio inédito, que lo haga. Está en todo su derecho. Por lo demás –y no es primera vez que lo afirmamos- hay equipo y jugadores como para ganar esta prueba de largo aliento que consulta 18 fechas y 4,5 cupos para llenar.

Pero tengamos claro que, a medida que esta verdadera maratón avance, los partidos serán cada vez más cerrados y exigentes.

Por lo pronto, son nada menos Colombia y Uruguay los que aparecen en el horizonte de noviembre. Una Colombia que en las últimas clasificatorias vino a derrotarnos a domicilio y un Uruguay que, visto lo ocurrido en la Copa América, nos esperará con sangre en el ojo y, como suelen decir los rioplatenses, “con el cuchillo entre los dientes”.

Si el clima para los nuestros en Lima fue muy poco propicio, eso será lo más parecido a un paseo respecto de lo que no espera antes, durante y después del Centenario.

Dicho de otra forma, para seguir sumando no sólo habrá que jugar mejor de lo que hasta el momento se ha logrado, sino mantener la cabeza fría para no caer en las provocaciones y amenazas a las que los “charrúas” suelen ser tan afectos, sobre todo cuando juegan en su estadio.

De cualquier modo, vale lo señalado en una columna anterior: la Roja se ha ganado un respeto que a estas alturas resulta innegable. Lo demostró hace unos días Brasil y lo ratificó un Perú que, pese su arranque inicial, a los jugadores de jerarquía que indudablemente tiene, tuvo que doblegarse ante un cuadro que, aun jugando menos de lo que realmente puede, es capaz de sobreponerse a una desventaja derivada de dos cobros al menos polémicos.

Ese equipo que, a su título de campeón de América, sumará pronto el 5° lugar del ranking FIFA a nivel mundial. Ubicación inédita de un cuadro que se ha ido acostumbrando a saltar vallas, por más inalcanzables y altas que parezcan.

Una Selección que se ha ido ganando el reconocimiento y el respeto de eso que algunos llaman “el planeta fútbol”.
Una Roja a la que hay que pedirle más, simplemente porque ha demostrado que puede dar más.

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