[FOTOS] San Lorenzo, el ‘Lolo’ de Tarapacá

Los iquiqueños en agosto de cada año, se preguntan “¿Vas a ir a Tarapacá?” y lo hacen nombrando a la quebrada de ese nombre, cuyo pueblo, San Lorenzo,  en la época del Perú, era la capital del departamento. Luego de la fiesta religiosa de La Tirana, la festividad de San Lorenzo, conocido amigablemente por el pueblo como el “Lolo” es de amplio espectro  y cada año cobra más popularidad.

La fiesta se remonta a la época colonial hacia 1640 y tiene el origen en las rogativas de lluvia del invierno altiplánico, conocido como “invierno boliviano” al provenir las nubes desde la zona este, es decir, tras la frontera de los Andes.

El pueblo de San Lorenzo, que tiene un protagonismo bélico, dada la guerra del Pacífico y nombres de caseríos como Quillaguasa, Pachica y Huarasiña, fue escenario de la única derrota sufrida por el Ejército de Chile en la campaña de invasión del antiguo sur peruano. El nombre de Tarapacá es una batalla del 27 de noviembre de 1879 y en ella una división chilena fue destrozada por el ejército aliado, muriendo el comandante Eleuterio Ramírez. Su regimiento, el “2° de Línea”,  sufrió una gran cantidad de bajas entre oficialidad y tropa.

Los nortinos tienen un referente de religiosidad que es netamente popular en esta figura santa. San Lorenzo es la singularidad masculina, asociada al norte minero de pasado salitrero y presente del cobre que tiene esta región. El pueblo ocupa su tiempo, su inversión y su fervor a través de peregrinaciones, bailes religiosos, misas y mandas que ligan a una relación de cumplimiento de promesa entre el santo y el individuo. Muchas veces la petición es material y la retribución también lo es. Y hay que cumplir, porque de lo contrario corre el rumor que el santo cobra con incendios, dado su martirio en el fuego romano.

El santo de las lluvias de la colonia, dio paso al santo de los transportistas y comerciantes, también de los obreros salitreros y de los pampinos. El día 10 de agosto es su día y la gente acampa para dar vida a la procesión. Se baila cachimbo -famoso es el cachimbo de Tarapacá- y cueca tarapaqueña, también llamada cueca nortina. Se sirve calapurca, que es un guiso de origen andino de carne de vacuno, cordero, llamo y gallina, preparada durante  mucho tiempo por doña Justina Callasaya. También se come picante de conejo.

La iglesia Católica ha ordenado la festividad a través de sus pastorales andinas y de bailarines religiosos. Antiguamente pertenecía más a la comunidad y en ello, también había transgresión. Se bebía mucho y durante mucho tiempo la festividad visibilizaba religiosamente a los travestis que acudían a rendirle devoción al santo, ocupando un espacio que no existía respecto a la diversidad.

La fiesta tiene su punto en la víspera del día 10 y culmina al alba con todo el pueblo alzado en fe, como muy bien señala el sociólogo Bernardo Guerrero (2016), con una procesión, bandas de bronce y bailes religiosos.

La comunidad desde hace años persevera en continuar la tradición y por eso se formó el Centro Social y Cultural Tarapacá Ancestral con el fin de preservar los ritos de antaño.

El Estado ha regulado las festividades con una Ley Seca que se enfrenta a la tradición andina de fiesta y carnaval. Aún así, la transgresión a la Ley se manifiesta en lo cultural. Se palpa una religiosidad del pueblo del norte que va en aumento por la búsqueda de una sanación y ayuda de la que San Lorenzo es parte.

Por ello es querido y venerado, reproduciendo su rol entre inmigrantes y nacionales que atraídos por el ciclo pesquero, por la ZOFRI y por las mineras, siguen llegando a Iquique y se unen en torno a la figura de una Santo del Pueblo.