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«Bolivia debe mejorar la relación con Chile sin traicionar causa marítima»

Periodista y cientista político asegura que el gobierno de Evo Morales tendrá más capacidad de maniobra en lo que se refiere a las relaciones con sus vecinos, dado el alto grado de respaldo popular con el que cuenta. Asegura, asimismo, que los acercamientos culturales y económicos pueden ‘ventilar’ los temas pendientes de la agenda bilateral.


"Vamos a manejar (esto) con mucha responsabilidad; no se trata de hacer una propaganda, no se trata de alarmar falsamente. Se trata de trabajar con voz baja si queremos retornar al mar". Con estas palabras, el presidente electo de Bolivia, Evo Morales, pedía a los medios de comunicación -especialmente bolivianos- tener cuidado con lo que informan respecto del principal escollo en las relaciones con Chile: la demanda marítima.



El último tiempo ha estado lleno de señales en torno al intento de un acercamiento entre las partes. Esa ‘distensión’ en las relaciones se inició cuando el magistrado Eduardo Rodríguez, ex presidente de la Corte Suprema, asumió como presidente interino, tras la salida de Carlos Mesa. Con él, Ricardo Lagos pactó una serie de medidas para profundizar el Acuerdo de Complementación Económica (ACE-22), en vigencia desde 1993. Asimismo, se determinó el tránsito entre Chile y Bolivia sin necesidad de pasaporte.



La elección de Evo Morales y Michelle Bachelet abre aún más la posibilidad de intentar un acercamiento entre ambos países, tal como hiciera Lagos entre los años 2001 y 2003, antes del período Mesa. La cercanía política entre el pacto de Gobierno boliviano Movimiento al Socialismo (MAS) y la presidenta electa genera buenas perspectivas. Más aun si se toma en cuenta que fue el propio Morales quien llamó a Lagos para invitarlo al cambio de mando; se trata de la primera vez en que un mandatario chileno asiste al traspaso de poder en ese país con el que no existen relaciones diplomáticas a nivel de embajadas.



Sin embargo, por distendidas que parezcan hoy las relaciones, y por más declaraciones de buena voluntad por parte de uno y otro lado, las negociaciones posibles seguirán obstaculizadas por el núcleo del conflicto: el mar. El modo en el que el tema se maneje dependerá de las señales mutuas, pero también del modo en que se comporte la política interna del país fronterizo.



Según el analista y comunicador social boliviano Rafael Archondo, una de las razones para estar optimistas es la gran votación con la que fue electo Evo Morales, a diferencia de sus antecesores, quienes debieron ser ratificados en el poder por el Congreso. Este mandato ‘claro’, a su juicio, le permitiría maniobrar con mayor libertad, aunque la flexibilidad tiene un límite. "teniendo una mayoría tan contundente, quizás tenga mayores posibilidades de maniobra", asegura.



-¿De qué modo se va a interpretar la asistencia, por primera vez, de un presidente chileno al cambio de mando en Bolivia?
– Por una parte, seguramente va a ser visto como una muestra del respaldo que está recibiendo el Presidente electo de parte de todos los gobiernos del mundo, incluido Chile. Sería una especie de señal de unanimidad, de respaldo general de los países vecinos al nuevo proceso boliviano, y en ese sentido, es positiva. Es posible, también, que sea objeto de críticas, dependiendo de cuáles sean los resultados de un eventual encuentro entre Evo Morales y Ricardo Lagos, en función de la política exterior y de la política energética. Pero tengo la impresión de que va a haber un buen recibimiento por parte de la gente, porque se espera que el nuevo gobierno boliviano tenga buenas relaciones con los otros países, y eso incluye a Chile.



-Michelle Bachelet ha dicho que su prioridad van a ser las relaciones con los países vecinos. Evo Morales ha hecho una serie de guiños en torno a la importancia de las relaciones con Chile, aunque sin renunciar a la demanda de salida marítima. ¿Le parecen declaraciones de buena voluntad o se pueden esperar acciones concretas para solucionar problemas pendientes?
-Creo que en esto el MAS no se va a diferenciar mucho de la política anterior, de colocar el tema del mar como esencial. Sin embargo, aun existiendo esta declaración principista, es posible un tipo de acercamiento, que depende mucho del temperamento de los partidos de oposición y los sectores más radicales en Bolivia. En la medida en que no existan demasiadas críticas ante un acercamiento así, es posible que el nuevo gobierno pueda mantener con Chile una mejor relación que los anteriores. Siendo éste un mandato tan claro, con una mayoría tan contundente, quizás tenga mayores posibilidades de maniobra. Si consideramos, además que el MAS es una fuerza de izquierda, podría eventualmente tener mejores relaciones con Michelle Bachelet que con gente de la derecha.



-Usted habla de las afinidades políticas entre ambos gobiernos. ¿Hay ahí un conducto para que las negociaciones se reinicien desde un mejor pie?
-Hay condiciones para ello, pero es muy difícil garantizar que esto vaya a suceder. Al gobierno de Evo Morales le convenie tener relaciones con todos los países, porque Bolivia tiene un dependencia muy fuerte de algunos países únicamente, y de seguro la tendencia va a ser a diversificar un poco las relaciones, sobre todo con los vecinos. Pero cuando surgen problemas internos, cuando hay una mayor debilidad del gobierno, se tiende a usar el tema de la mediterraneidad como una forma de fortalecer el respaldo social. Quizás a Evo Morales no le haga falta esto, como sí le hizo falta a Carlos Mesa. Evo Morales va a tener mayor flexibilidad y tal vez va a poder atreverse a más en el contexto de lo que se han atrevido otros gobiernos. Si la popularidad de Morales se mantiene estable, quizás pueda arriesgarse más.



-Efectivamente en épocas de crisis el tema de la mediterraneidad ha sido una suerte de salvavidas para los gobiernos, y si bien el caso de Evo Morales es diferente, hay un límite en esa elasticidad de maniobra. En ese sentido, lo único admisible para Bolivia parece ser ‘mar o nada’.
-Es posible. Hay unos límites rígidos, que están marcados por una especie de doctrina. Sin embargo, puede haber resquicios que se puedan aprovechar, como la afinidad política, que no había antes. También hay acercamientos culturales, hay que tomar en cuenta que es un presidente de origen aymara, y hay una población aymara chilena, que hay mucha gente al interior del MAS que piensa con criterios internacionalistas, en la perspectiva de la unidad latinoamericana. Esos dos elementos podrían dar pie a que haya quizás un cambio no muy radical, pero que puede ventilar las relaciones y hacerlas más aceptables y más cercanas en algunas áreas de trabajo. Sin embargo, estoy de acuerdo con usted en que el tema del mar va a seguir siendo el más importante.



Una solución intermedia



-¿De qué manera los acercamientos comerciales entre ambos países posibilitan una mejor relación y, sin solucionar el tema marítimo, permitirían al menos obviarlo hasta nuevo aviso, como se ha hecho desde hace décadas?
-En la última etapa ha habido un acercamiento de ese tipo. El hecho de poder cruzar la frontera sin usar pasaporte, y los acuerdos comerciales de algún modo han facilitado una aproximación, que ha dejado si no olvidado el tema del mar, al menos suspendido mientras se consiguen estos logros. Creo que en esto la política del MAS no va a cambiar demasiado, y seguramente el componente el gas será importante. Lo que la gente aceptaría con gusto es ver avances hacia un acceso mayor al mar, y si para eso hay que usar el gas, hay un consenso claro en que es lícito utilizarlo.



-Entonces cabe esperar la doctrina Mesa en términos de ‘gas por mar’. La pregunta es: ¿mar soberano?
-Ahí hay una zona gris. Se ha hablado en algún momento en el pasado de cualidad marítima. Una forma alternativa, suavizada, de lo que sería territorio soberano sobre el mar, es decir, mejorar las condiciones de acceso y eventualmente tener un enclave donde puedan regir algunas leyes bolivianas. Eso se planteó en el 2001, pero no estoy seguro de si la gente podría aceptar algo semejante. Es un asunto que se maneja más entre las elites bolivianas, como una especie de salida intermedia, entre no tener nada y tener un acceso pleno. El MAS no ha utilizado nunca este discurso, y habrá que ver si en algún momento es usado como un recurso de búsqueda de soluciones que no son las óptimas, pero que al menos den alguna apertura.



-¿Le parece razonable seguir manteniendo la discusión en un ámbito estrictamente bilateral, como propugna Chile, en lugar de un arbitraje, o de una discusión multilateral, como pide Bolivia?
-Bolivia va a mantener la idea de lo multilateral, salvo que existiera una señal fuerte en Chile para modificar sustancialmente la línea de negociación hasta ahora aplicada, pero en Bolivia está claro que debe ser con ayuda de otros países, y por supuesto, de Perú.



La disyuntiva boliviana



-En términos netamente económicos, el presidente interino boliviano, Eduardo Rodríguez, avanzó en negociaciones para mejorar un acuerdo de complementación enconómica, que sin embargo debería ser refrendado por Evo Morales. ¿Cree que esto va a suceder?
-Es muy difícil de decir. Ha habido señales de que sí, pero está muy sujeto a las posiciones internas al interior del gobierno o a la conformación de fuerzas. Es difícil saber si esto va a continuar. No ha sido tema de discusión electoral, lo que hace que tenga más posibilidades de refrendarse, de volverse a aprobar, porque nadie va a lanzar una campaña en contra de lo que hizo Rodríguez. Eso podría permitir que los acuerdos terminen consolidándose, porque no hay una oposición organizada en torno a ellos. Quizás en un futuro se pueda politizar, pero hasta el momento me parece que hay posibilidades de que se ratifique.



-Esta pequeña distensión en las relaciones Chile-Bolivia, traducida en el fin del uso del pasaporte entre ambos países, ¿va a significar algo en términos reales, puede generar una plataforma sobre la que empezar a construir algo más definitivo?
-Bolivia está en una disyuntiva: tiene que tratar de mejorar esas relaciones, sin que el gobierno boliviano aparezca, al hacerlo, como si estuviera traicionando la causa marítima. Ese siempre ha sido el gran dilema de la política exterior boliviana. Seguramente el presidente va a estar oscilando entre endurecer la política y mostrar una mayor consecuencia o hacer algunas concesiones en función de algunos. Pero en el momento en que todo esto se politiza, la tendencia siempre va a ser a endurecer, porque es muy fácil hacer política a partir de este tema. En definitiva, no es un problema de gobiernos, sino del modo en que están estructuradas las relaciones, y que se va replicando siempre.



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