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Giro a la izquierda en Latinoamérica inquieta a halcones neoconservadores

«El gobierno del reelecto George W. Bush necesita desarrollar una estrategia para enfrentar a los regímenes agresivamente antiestadounidenses en América Latina como parte de una agenda de política exterior que incluye pacificar Faluya» y otros temas cruciales, señalan expertos estadounidenses.


Dos días antes de las elecciones que remecieron el planeta, un editorial del ponderado diario francés "Le Monde", refiriéndose al triunfo en Uruguay de Tabaré Vásquez, el candidato presidencial del Frente Amplio, ponía especial énfasis en una realidad política que se sitúa en las antípodas de la victoria de los republicanos de Bush.



"Mientras que el mundo entero está pendiente del resultado del duelo Bush-Kerry, las elecciones que se realizan en América del Sur confirman el poderoso ascenso de la izquierda en lo que se podía calificar antes como el patio trasero de los Estados Unidos", declaraba en su primer párrafo el cotidiano parisino.



A continuación, el editorialista de Le Monde afirmaba: "Aunque permanezcan frágiles, las democracias latinoamericanas están favoreciendo el acceso al gobierno de sectores populares que recién salen del aislamiento y a los cuales se los marginó del poder en sociedades bloqueadas. La alternancia en el poder político favorece, además, la creciente participación de movimientos sociales en las opciones de desarrollo."



Casi como en contrapunto, el periódico mexicano La Jornada, del 5 de noviembre pasado, publicó un artículo de sus corresponsales en Washington y Nueva York, James Cason y David Brooks, donde citan comentarios de Frank J. Gaffney en la revista National Review, quien afirma que: "el gobierno del reelecto George W. Bush necesita desarrollar una estrategia para enfrentar a los regímenes agresivamente antiestadounidenses en América Latina como parte de una agenda de política exterior que incluye pacificar Faluya, cambio de régimen en Irán y Corea del Norte, defender a Israel y enfrentar el islamofascismo y a los inmigrantes indocumentados en este país".



Gaffney, según explican estos periodistas, no es un republicano cualquiera; "es una de las principales figuras del grupo neoconservador que determinó la política exterior estadounidense a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Fue alto funcionario del gobierno de Ronald Reagan y actualmente es presidente del Centro por Políticas de Seguridad". No hay duda de que para Bush, Cheney, Rumsfeld, Rice, Wolfowitz y los otros, la mayoría electoral obtenida en las urnas les dio un cheque en blanco para continuar imponiendo las políticas imperiales y reordenando el mundo a su antojo.



El periódico francés, que percibe el mundo a través del prisma de las elites políticas que se ubican en el centro político y que defienden una Unión Europea fuerte, un mundo multipolar, el respeto al Derecho Internacional y que creen que las Naciones Unidas deben ser capaces de dirimir conflictos entre Estados de manera pacífica, no mira con malos ojos la dinámica política en América Latina.



Sin ahondar en el tópico, el analista europeo sugiere la posibilidad de que si la tendencia señalada se mantiene y fortalece, ella puede materalizarse en la construcción de opciones de poder y de gobierno que plantean modelos de desarrollo económicos diferentes -o en abierta contradicción- con la visión doctrinaria del neoliberalismo dominante.



En los documentos programáticos de 1988 del Frente Amplio uruguayo se plantea que: "La situación de nuestro país y de su gente hace imprescindible el triunfo en las próximas elecciones nacionales de un proyecto político alternativo al neoliberalismo. Necesitamos un gobierno que comience un proceso de transformaciones profundas para democratizar la economía, la sociedad y el Estado, con el objetivo primero de dar satisfacción a las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías nacionales".



Gobiernos bajo observación



Es precisamente el tipo de contenidos programáticos que le dieron el triunfo a Tabaré Vázquez, el que irrita a los halcones neoconservadores. Según Cason y Brooks, en el artículo recién citado, Frank J. Gaffney les declaró en una entrevista telefónica que los gobiernos que estarían en la mira de la segunda administración Bush son Cuba, Venezuela, Brasil, Ecuador, Uruguay y Argentina.



Tales declaraciones podrán ser un "globo de prueba" o una sonda de ésas que los estrategas acostumbran a lanzar para medir las reacciones de la opinión pública, de los medias, de los movimientos sociales y de las elites políticas. Tienen también el objetivo de preparar el terreno y presentar lo inadmisible y políticamente inmoral como formando parte del curso natural de las cosas. Pero sólo pueden ser aceptadas si se concuerda con la lógica del superpoder y del unilateralismo que se reforzará con el gobierno Bush II.



Una rápida mirada muestra que desde hace algunos años, poderosos movimientos políticos y sociales abrieron -y seguirán abriendo- en América Latina espacios de disputa por el sentido de la historia en el marco de luchas contra los vestigios de los regímenes militares/autoritarios y/o de conquista de derechos y libertades democráticas. Es una expresión más de las fisuras en el consenso ideológico forjado en torno a un horizonte histórico considerado como bloqueado por las democracias liberales elitistas, el reino del individualismo, la dictadura del mercado y un Estado reducido al papel de gendarme o de una institución más.



Asimismo, un análisis somero de la historia reciente nos muestra que muchos partidos latinoamericanos se encaraman en los movimientos democráticos y populares, retoman sus demandas, las procesan y codifican en programas y, una vez elegidos, inician con sofisticada habilidad una dinámica de adaptación "pragmática" a Constituciones con cerrojo militar o bloqueos institucionales y a modelos económicos irracionales.



Además, ponen en muchos casos la soberanía nacional bajo la tutela de los suprapoderes mundiales (FMI, OMC, BM) que en nombre del crecimiento económico y de los imperativos de la globalización, sacrifican las aspiraciones democráticas de acceso a la igualdad de condiciones económicas y sociales de los ciudadanos y ciudadanas, así como a un desarrollo que no hipoteque el derecho de las generaciones venideras a una vida sana y armoniosa con la naturaleza.



Si en el mundo bipolar de la Guerra Fría, el de la distribución de zonas de influencia y de conflictos con la ex URSS, las elites imperiales estadounidenses apoyaron e intervinieron sin reservas en todas las empresas antidemocráticas -lo que no justifica sino agrava aún más la responsabilidad de las elites nacionales y de sus aparatos represivos en las violaciones de los DDHH- destinadas a detener los procesos de transformación de las sociedades latinoamericanas (después del caso misiles en Cuba, en octubre de 1962, Moscú renuncia a jugar en el tablero latinoamericano), con mayor razón tratarán de hacerlo ahora que se consideran una "República Imperial" legítima, la única, con una agenda plebiscitada por el voto.



Las declaraciones de los halcones neocons tendrían que ser analizadas y, llegado el caso, rechazadas en los foros mundiales y regionales como la OEA y las Naciones Unidas, las cancillerías de los Estados, los partidos políticos y sobre todo por los movimientos sociales latinoamericanos y sus Foros Sociales. Las formulaciones de altos funcionarios del gobierno de Washington son un primer paso para desestabilizar gobiernos con más legitimidad que el de Bush, salido de un sistema electoral con una infraestructura arcaica (tema de controversia permanente), con una buena parte del electorado víctima del miedo, de la alienación religiosa y de la desinformación mediática acerca de la complejidad del mundo.



La red de poder de la extrema derecha norteamericana se ha consolidado; hoy disponen de la Presidencia, las dos instancias del Congreso, la Corte Suprema y los dos tercios de los gobernadores estatales. Además cuentan con coaliciones religiosas fundamentalistas, tanques de ideas, medios de comunicación adictos y el apoyo indefectible de los dueños del capital y la riqueza. Todo este inmenso poder en una sociedad donde la "oposición" oficial, la elite demócrata, no supo responder a las expectativas de la imponente alianza social de contenido democrático que apoyó al derrotado John Kerry.












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