Publicidad

Oskar Lafontaine, el hijo díscolo del SPD alemán vuelve a la arena política

Nuevo líder de la izquierda germana tiene fama de traidor y populista. Con expresiones como »el gobierno tiene que evitar que los padres y madres pierdan sus trabajos a manos de los Fremdarbeiter (trabajadores foráneos)» no consiguió sólo partidarios sino también muchos críticos. Su ex-partido, el SPD, todavía no absorbe el golpe de su renuncia en 1999.


Oskar Lafontaine nació en 1943, y empezó su carrera política cuando ingresó en 1966 en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Desde 1976 fue alcalde de Saarbruck y a partir de 1985 primer ministro del Estado de Sarre (norte de Alemania, fronterizo con Francia). En 1995 le eligieron como nuevo presidente del partido y en 1998 fue ministro de Economía del gobierno de Gerhard Schroeder. El actual Canciller, quien en breve dejará su puesto a Angela Merkel (CDU-CSU), en el marco del acuerdo de «gran coalición», sellado hace poco tiempo cuando ninguno de los dos grandes partidos pudo imponerse claramente al otro, tras las elecciones de septiembre pasado.

Oskar Lafontaine

Lo cierto es que Lafontaine sólo duró 186 días como miembro del gobierno de Schroeder, porque en marzo de 1999 presentó su renuncia después de una serie de discordias con el saliente Canciller socialdemócrata. Su renuncia, que incluyó todos los puestos que ocupaba, entre ellos el de presidente del SPD, fue un acto de cultura democrática, según lo calificó él mismo, en una entrevista con el diario «Süddeutsche Zeitung». Se fue, aseguró en ese momento, por convicción y no por comodidad. También sufrió el trauma de un atentado en su contra por parte de una mujer con problemas siquiátricos, en 1990 (fue apuñalado en el cuello en aquella ocasión), y eso hizo que Lafontaine decidiera replantear toda su existencia y vivir su vida de otra manera.

Pero los críticos de Oskar Lafontaine -en especial, los del SPD- le enrostran todavía su abrupta huída del gobierno y le llaman «traidor». Sus oponentes lo acusan de falta de comprensión de la realidad y dicen que carece de competencia en ámbitos tan importantes como la economía.

Como quiera que sea, su dirección política hoy, cuando está en alianza con los ex comunistas del PDS en el llamado Partido de Izquierda, va en contra de los hechos de su propio pasado. Pues fue él quien reclamó incluir en el programa del SPD un horario laboral más flexible y con opciones de rebajar los sueldos. De hecho, desde su puesto de presidente del Estado Federal de Saare cerró varias fabricas de acero y mandó así a muchos trabajadores al desempleo. Al mismo tiempo puso en vigencia un ley que limitó los libertades de los medios de comunicación.

También es muy polémica su conducta con respecto a la reunificación de Alemania. Lafontaine veía este fenómeno con mayor distancia, sin tanta euforia, y prefería una solución más lenta que la que finalmente se dio. A su juicio, la RDA tendría que reformarse para tener una economía más fuerte y en su opinión los dos países necesitaban un fuerte tipo de cambio para que hubiera una verdadera unificación y no una suerte de anexión unilateral. Pero los pasos de historia se adelantaron a sus especulaciones.

Un súbito giro a la izquierda

La aversión contra la globalización y la liberalización se puede descubrir sobre todo en sus últimas tres publicaciones. «El corazón late a la izquierda» («Das Herz schlägt links.» 1999); «La cólera crece. La política necesita principios.» («Die Wut wächst. Politik braucht Prinzipien.» 2003)y «Política para todos. Un escrito polémico para una sociedad más justo.» («Politik für alle. Streitschrift für eine gerechtere Gesellschaft.» 2005).

Tiene una definición simple para «izquierda»: «Un partido de izquierda defiende los derechos de los trabajadores, los jubilados y los desempleados. Los partidos que están en el Congreso no lo hacen, ellos sólo hablan sobre los recortes de sueldos y subsidios de desempleo». Alejado de la vida pública, este año reapareció otra vez en los titulares como líder de la Alternativa electoral por el Trabajo y Justicia Social (WASG), partido que forjó una alianza con el Partido del Socialismo Democrático (PDS), y obtuvo un 8,7% de los votos en los últimos comicios de septiembre.

Este último tiene su mayor cantidad de miembros en Alemania oriental y es el sucesor del SED (Partido Socialista Unificado), que gobernaba la ex República Democrática Alemana (RDA). La WASG, en cambio, fue formado en su mayor parte por gente del oeste. El nuevo nombre de los dos, unidos en coalición para los fines electorales, es ahora el partido La Izquierda (Die Linke). Ambos debieron cambiar su nombre para que pudieran estar juntos en una sola lista en las elecciones del otoño europeo 2005.

Su ruda expresión sobre los «Fremdarbeiter»(«trabajadores foráneos», término usado por los nazis, aunque la palabra es mucho más antigua) provocó mucha excitación en los medios pero también en su propio partido. «El gobierno tiene que evitar que los padres y madres pierdan sus trabajos porque los fremdarbeiter (mano de obra extranjera) les quitan los empleos», alegó durante la última campaña electoral, dejando estupefactos a moros y cristianos. Pero él, sin perder la calma, dijo que las encendidas reacciones de los medios y los políticos de otros partidos sólo eran una expresión de hipocresía y no se disculpó sino que intentó explicar lo que en realidad había querido decir.

Al lado de Gregor Gysi (la figura más carismática del PDS), es, sin duda, la persona que mejor simboliza este proceso de unificación de la izquierda no SPD, y ello es así porque los dos son muy populares y tienen un buen manejo mediático y retórico. Oscar Lafontaine tenía la intención de volver a la política actual con un programa más social y justo para la gente alemana.

En ese sentido, nunca ha callado su rechazo a temas como el de la postura del SPD sobre la llamada reforma Hartz IV, que tiende a desregular el mercado del trabajo con un fuerte impacto social sobre las personas de bajos ingresos. Su punto débil o al menos el que más han destacado los medios es que un socialista como Lafontaine exige justicia y una nueva distribución del dinero pero vive en una cómoda villa y no desprecia la comida refinada y los vinos buenos. Una contradicción según los medios sensacionalistas que han puesto el énfasis en estos aspectos.

Las elecciones como nueva posibilidad

En las elecciones, como se sabe, La Izquierda ganó más de ocho por ciento y adelantó los verdes. El grupo parlamentario de 54 miembros está dirigido por dos presidentes: Oskar Lafontaine y Gregor Gysi. El personal de la fracción está muy mezclado y es muy heterogéneo desde el punto de vista ideológico y social, lo que hace que algunos supongan que esa alianza no durará mucho tiempo.

Una de las principales banderas de lucha que hasta hoy los une es la crítica a la división del ministerio de economía y del trabajo (antes uno solo), planteada por Merkel. También dicen que Merkel, con su postura conservadora, está lejos de poder empujar las cosas en dirección a la igualdad de los sexos y estiman que ya no entiende a la gente del lado oriental, aunque ella proviene de la extinta RDA.

La importancia de un partido netamente de izquierda se puede apreciar en las reacciones de lo demás. Cuando el SPD empezó a notar que podía perder unas votos a expensas de este nuevo actor de la política alemana comenzó a hablar sobre la necesidad de aumentos de sueldo. Esto revela que la nueva alianza consiguió un nicho entre electores que tradicionalmente votaban al SPD pero ya no lo hacen pues lo ven demasiado alejados de los trabajadores y los sindicatos. Para estos sectores, el SPD se acercó mucho al liberalismo y ahora debe buscar soluciones para situarse de nuevo entre el CDU y La Izquierda.

Publicidad

Tendencias