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Neoliberalismo deja peligrosa frustración social en Perú, Italia y Francia

El triunfo de Ollanta Humala en Perú, sumado a la victoria por un estrecho margen pero victoria al fin de Romano Prodi en Italia, y el retiro en Francia por parte del gobierno del polémico proyecto de Contrato de Primer Empleo, refleja las contradicciones que engendra un sistema económico en el que parte importante de la sociedad se ve amenazada por los efectos de una crisis permanente.


Tres sucesos políticos volvieron a colocar en días recientes el dedo en la llaga en un problema que ya domina desde hace tiempo el debate sobre el modelo económico neoliberal, como es la frustración que caracteriza a una parte importante de la sociedad, que vive insegura y amenazada como consecuencia de una crisis económica y social casi permanente.



Algunos aspectos de esta crisis salieron a relucir en las elecciones presidenciales y parlamentarias del Perú, un país que crece como nunca lo había hecho antes (6% anual), lo que no se refleja en la situación de los más necesitados, ya que la pobreza avanza o se detiene (índice: 48,6%), pero no disminuye y un alto número de familias vive con la sensación de estar solas al no haber sido tomadas en cuenta por años o ignoradas por los políticos.



Al otro extremo está el sector que saca cuentas suculentas, porque se lleva la parte grande de la torta en un escenario donde la desigualdad en la distribución de la riqueza, igual que en Chile o Brasil, se convierte en un tema que sólo es tratado en campañas políticas, pero que después pasa al olvido.



Esta frustración se vive en todas partes, pero en Perú hubo muchos electores que se sintieron arrastrados a buscar soluciones con interlocutores o políticos no tradicionales, como es el nacionalista Ollanta Humala, identificado con un "neopopulismo" parecido al de Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. Humala logró captar casi el 31% de los votos en primera vuelta y probablemente disputará la segunda ronda con el aprista ex presidente Alan García. Sin embargo, ninguno de ambos cuenta con la necesaria credibilidad para convertirse en Presidente: el primero por no encajar en un sistema económico ya funcionando; y el segundo por su pasado presidencial (1985-1990) que dejó un increíble balance de pobreza, desorden económico y caos administrativo.



Alejado del Perú y en un escenario diferente, Italia concurrió también a las urnas, dándose una lucha voto a voto entre el ultraderechista Silvio Berlusconi, hasta ahora primer ministro, y el izquierdista moderado Romano Prodi, que lo sucederá en el cargo, debido a un estrecho margen. Aquí surge la misma frustración social que se aprecia en otros puntos del planeta por la mala gestión de Berlusconi (2001-2006).



Prodi, que aparece con una victoria a lo Pirro, especialmente en el Senado con sólo 2 escaños de ventaja, tendrá igualmente serias dificultades para gobernar, primero por encabezar una heterogénea coalición que integran desde comunistas duros hasta libremercadistas y que cuenta con una mayoría limitada; y segundo por la situación económica de Italia tras una gestión de Berlusconi que ha llevado el crecimiento a cero (0,1 en 2005) y con uno de los déficit presupuestarios más altos en la Unión Europea (UE) -4,1 % del PIB en 2005, con lo que excederá por cuarto año consecutivo el límite permitido del 3%-.



Sin embargo, el triunfo de Prodi ha sido aplaudido por las máximas figuras de la UE, no tanto por el mismo, sino porque termina la era de Berlusconi, a quien se le acusa de haber sido incapaz de responder a las exigencias de trabajo, seguridad y bienestar de los italianos; de no ocuparse de Europa ni de la democracia ni tampoco de Italia, sino sólo de sus propios intereses; y de desvincular a Italia del Viejo Mundo para acercarla mucho más a EE UU. Algunos analistas, por otro lado, no consideran tampoco a Prodi como la carta más acertada para sacar a Italia de la crisis, recordando su paso al frente de la Comisión Europea (1999-2004), donde su gestión no fue calificada de brillante, aunque como ex primer ministro italiano (1996-1998) logró el ingreso de Italia a la zona del Euro.



En todo caso, Italia volverá a caminar por la senda de la paz al prometer Prodi una ruptura de la alianza militar entre Berlusconi y el presidente estadounidense, George W. Bush, lo que se concretará seguramente muy pronto con una retirada masiva de las tropas italianas estacionadas en Irak.



Francia, por otro lado, ha mostrado últimamente también agudos cuadros de frustración social, que no se veían desde la rebelión del movimiento juvenil de izquierda de mayo de 1968; o de las protestas contra la reforma de la Seguridad Social de 1995; o de las del 2003 contra la reforma de las pensiones. Más que de frustración, se habla en Francia de "inseguridad social" y continuamente se dan muestras al mundo de que cuando las autoridades no funcionan, queda abierta la puerta de la protesta callejera. En otras palabras se trata de ejercer el poder de la calle contra el poder del Estado.



La derogada nueva ley laboral para reducir el desempleo juvenil, que afecta a los jóvenes de hasta 26 años (23%), originó una hoguera que aún nadie es capaz de apagar completamente. Los desempleados rechazaron la denominada ley del Contrato Primer Empleo (CPE) porque ésta permitía el despido injustificado de los jóvenes en los dos primeros años de trabajo. Esto originó una movilización popular apoyada por los poderosos sindicatos. Para algunos analistas, la ley sólo fue un argumento para protestar, pero el fondo del asunto era buscar apoyo popular para insistir en una reforma del modelo.



El epílogo de esta historia fue el retiro de la ley por parte del presidente Jacques Chirac, que fue el tercer gran golpe político sufrido por el mandatario desde que los franceses rechazaron en referéndum el texto de la Constitución europea, en mayo del 2005, hecho al que siguieron protestas violentas de los inmigrantes en los suburbios de París en el último otoño europeo.



Sin embargo, esta "doblada de mano" es preocupante porque ha dejado a los desempleados con un poder que antes no tenían y a Francia al borde de la ingobernabilidad. Una contundente derrota para Chirac, quien vio caer con fuerza su popularidad, y también para el primer ministro Dominique de Villepin, autor de la controvertida ley, al dañar sus planes presidenciales. Ambos políticos se comprometieron además a aprobar en el Parlamento una nueva ley con las modificaciones exigidas, lo que ocurría este jueves de Semana Santa tanto en la Asamblea Nacional como en el Senado.



Esta cadena de problemas sociales permite preguntarse si ha llegado quizá el momento de ajustar el modelo a las necesidades reales de la gente, porque sólo así podrá evitarse una peligrosa y "anunciada" rebelión social como consecuencia de esta frustración humana en un mundo que marcha sin alternativas en una sola dirección: neoliberalismo y globalización.







-walterk@vtr.net-

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