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Descubren que un gen inhibe la sensación de saciedad

El responsable es un gen -el primero que ha sido claramente vinculado a la obesidad- que al parecer evita que quienes lo tienen puedan sentirse satisfechos.



Por lo general podemos sentir cuando estamos satisfechos después de haber comido lo suficiente. Sin embargo, una nueva investigación afirma que no todas las personas pueden reconocer esa sensación de saciedad.



El responsable es un gen -el primero que ha sido claramente vinculado a la obesidad- que al parecer evita que quienes lo tienen puedan sentirse satisfechos.



En el estudio, llevado a cabo por la Universidad de Londres y el Instituto de Psiquiatría del King´s College de la capital británica, participaron más de 3.000 niños.



Los científicos -que publicaron los resultados de la investigación en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (Revista de Endocrinología Clínica y Metabolismo) intentaban estudiar el impacto del gen FTO sobre la capacidad de de quemar calorías y sobre el apetito.



«Nuestro estudio mostró que los niños que tenían copias de una variante del gen eran menos sensibles a las señales de saciedad que produce el organismo», le explicó a la BBC la profesora Jane Wardle, quien dirigió la investigación.



«Por ejemplo, podían seguir comiendo aún después de haber consumido alimentos que para otros habían sido suficientes».



Tres kilos más



El FTO (las siglas en inglés de gen asociado a la masa de grasa y la obesidad) fue identificado el año pasado casi por accidente en un estudio de ADN en el que participaron 37.000 europeos.



Se descubrió que las poblaciones caucásicas que presentan dos copias de una variante de este gen son un 70% más propensas a ser obesas durante la infancia ola edad adulta que las que no tienen ninguna variante.



En promedio, las personas con estas dos variantes son 3 kilos más pesadas que las que no lo tienen.



El objetivo del nuevo estudio era entender con más profundidad la forma en la que funciona este gen.



Los investigadores llevaron a cabo pruebas en los niños de 8 a 11 años que portaban la variación de alto riesgo para ver si tenían alguna alteración en el apetito.



Se les midió la altura, peso y circunferencia de la cintura y le les pidió a los padres que llenaran un cuestionario sobre los hábitos alimenticios de los niños.



Encontraron que los niños con la variante del gen tendían a comer demasiado y les constaba mucho trabajo reconocer que se sentían saciados.



Según los investigadores, el efecto del gen en el apetito es el mismo cualquiera que sea la edad, el género, los antecedentes socioeconómicos y el índice de masa corporal.



«Más susceptibles»



«No se trata simplemente de que la gente que tiene la variante de riesgo de este gen automáticamente se vuelva obesa», afirma la profesora Wardle.



«Pero estas personas sí son más susceptibles a comer demasiado, aun cuando están llenas».



«Esto -según la investigadora- los hace mucho más vulnerables al medio ambiente moderno en el cual todos nos vemos expuestos a porciones grandes de comida y oportunidades ilimitadas para comer».



Esto podría explicar porqué es más difícil para unas personas que para otras bajar de peso y mantenerse así.



Los investigadores también descubrieron, sin embargo, que por sí solo, los efectos del gen eran relativamente pequeños.



Por lo cual lo más probable es que haya varios genes que contribuyan a la obesidad y al apetito, y cada uno sea responsable de una pequeña contribución que, en conjunto, tenga un efecto importante.



Esto significa que el haber identificado el efecto de este gen no quiere decir que se haya encontrado la cura para la obesidad.



Todavía faltan muchas más investigaciones para encontrar todas las piezas de lo que, según los especialistas, es el gran rompecabezas de la obesidad.

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