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Obama, Presidente 44

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Respecto de América Latina pocas novedades inmediatas se esperan, aunque es muy posible, como también lo piden las organizaciones hispanas estadounidenses, que se dicte una nueva ley de inmigración. En cuanto Cuba, se levantarán las restricciones a los viajes y a los envíos de dinero a la isla. Sus posibles encargados de la política hacia nuestra región son el chileno Arturo Valenzuela y Julia Sweig.


Obama asume la presidencia de los EE.UU. en plena crisis económica mundial que, al igual que la depresión de 1932 se inició como una crisis financiera en su país, como consecuencia de los excesos del libre mercado, a lo que esta vez se suma un violento choque de placas tectónicas geopolíticas en el arco que va desde la franja de Gaza hasta Pakistán, y que amenaza con desbordarse en sus flancos.

Esa situación crítica explica en parte importante que un joven político afroamericano, muy poco conocido hace solamente dos años, haya sido elegido presidente y realineado la correlación de las fuerzas políticas norteamericanas a favor de un nuevo partido demócrata, que ahora también incluye a la gran mayoría de los trabajadores del conocimiento, con postgrados universitarios, y, en menor medida, a los profesionales en general.

A lo  que se sumó la recuperación del voto de los obreros blancos de una industria en decadencia, que fueron llamados los demócratas por Reagan o blancos étnicos (son originarios de Europa oriental), más una fuerte participación de latinos o hispanos, un 9% de la votación total.

Obama ha despertado grandes expectativas, su discurso es muy convincente. El 78% de la población lo aprueba, según la última encuesta de Gallup, pero, y esta es la sorpresa, la gran mayoría espera que la reconstrucción tomará tiempo, en un país con una cultura de soluciones instantáneas.

En otras palabras, esta vez las jeremiadas, que son típicas en el discurso norteamericano, que une en un solo momento el pasado, el presente y el futuro, es decir, la traición a su destino, la redención y la gloria, son tres etapas separadas por el tiempo.

No es la primera vez que ello ocurre, los grandes presidentes norteamericanos no ocultan las crisis a los ciudadanos. Por ello Obama nos recuerda las palabras de FD Rosevelt, «lo único que tenemos que temer es el miedo mismo» o de Kennedy «no se pregunten lo qué vuestro país puede hacer por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por su país», y del discurso en la segunda inauguración de Lincoln en plena guerra de secesión.

Obama asume cuando el poder presidencial está en o cerca de su cénit histórico, un curioso legado de la posguerra fría que se supuso neoliberal en lo económico y relajada en las relaciones internacionales. No obstante, la suma ha sido la acumulación de crisis en ambos campos, más una desastrosa respuesta gubernamental: inmovilidad, primero, y desconcierto, después, en lo económico, y las dos guerras más largas de su historia y aislamiento, en lo internacional, y más, no menos, Estado.

Como lo dijo medio en broma el ministro socialista de Economía de Holanda, cuando asumió su cargo hace algunos años pensó que para ser un socialista renovado debía rechazar la nacionalización de los bancos, pero en las semanas recientes hasta los gobiernos conservadores y liberales comienzan a nacionalizar la banca. En EE.UU. se está llegando a una cuasi nacionalización bancaria, por el aumento de los aportes públicos, pero ahora condicionados. Hay que tener presente que el paquete de estímulo económico aprobado y anunciado supera el 15% del PIB norteamericano.

Los dos temas que más se discuten es la baja de impuestos, que tiene un rendimiento como estímulo bastante inferior a las inversiones directas y la asistencia social a los que tienen menores ingresos, como también que se ayude a los bancos y no a los deudores hipotecarios, que corren el riesgo o ya perdieron sus casas. La solución posible es centrar la baja tributaria en los descuentos periódicos de impuesto a la renta a los asalariados, porque está comprobado que un aumento de esas remuneraciones líquidas incrementa el gasto de los hogares. En cuanto a los deudores hipotecarios, podría ser el establecimiento de mecanismos para la renegociación de las deudas para impedir la pérdida de sus hogares. 

En EE.UU. Bush redujo los funcionarios del Departamento de Estado, hoy son menos que los músicos de las bandas militares, y la nueva secretaria, Hillary Clinton, se apresta a aumentarlo para llevar a la práctica una nueva política exterior sobre la base de dos pilares. Su país no puede solucionar, y menos en solitario, todos los problemas del mundo. Y el «poder inteligente», el uso combinado de todas las herramientas disponibles -diplomática, económica, militar, política, legal y cultural-, en que la diplomacia es la vanguardia. Esta no es una tendencia marxista, como anunció la derecha, sino más bien hegeliana. Como dijo el poeta romano Terence «en todo esfuerzo, el curso apropiado para los hombres sabios es primero la persuasión».

Se supone que de inmediato designará al ex senador George Mitchell, quien llevó a feliz puerto las negociaciones de paz de Irlanda del Norte, como su enviado para el Cercano Oriente (Israel y Palestina); que dictará una orden ejecutiva para cerrar Guantánamo; que tratrá los problemas de Irak, Irán y Afganistán como un solo todo, y que se reunirá con los jefes militares para retirarse de Irak en 16 meses, aunque podría mantenerse una fuerza residual por un tiempo hasta ahora no determinado, y para preparar refuerzos para Afganistán. 

Respecto de América Latina pocas novedades inmediatas se esperan, aunque es muy posible, como también lo piden las organizaciones hispanas estadounidenses, que se dicte una nueva ley de inmigración. En cuanto Cuba, se levantarán las restricciones a los viajes y a los envíos de dinero a la isla. Sus posibles encargados de la política hacia nuestra región son el chileno Arturo Valenzuela y Julia Sweig.

Ahora bien, para cumplir ese ambicioso programa Obama cuenta con un gobierno unido, es decir, su partido también controla ambas ramas del Congreso. Cierto es que ello no asegura un Congreso disciplinado, en especial cuando se trata de los demócratas (alguien dijo que era más fácil organizar a un grupo de gatos que a los políticos de ese partido).

Con todo, las primeras señales de la relación entre ambos poderes permite ser optimista, ha habido un gran consenso entre Obama y su equipo y los líderes de las mayorías en ambas ramas del Congreso, más bancadas disciplinadas. En contraste, las republicanas, no solamente se han achicado, también se han fracturado.

Además, su campaña no se ha desmovilizado. Sigue funcionando en dos niveles de trabajo cívico: tanto como organizadores de las comunidades, el activismo en que Obama dio sus primeros pasos en política, como en redes informáticas, que es la forma actual de participación política de los trabajadores del conocimiento y los jóvenes universitarios.

Miles de esos activistas del «movimiento» se reunieron hoy 20 de enero en el anfiteatro de la Universidad del Distrito de Columbia.
Son el contrapeso a los tecnócratas que rodean a Obama y a la clase política en general. Como dijo FD Roosevelt, apenas elegido presidente en una reunión con los reformistas: «Estoy de acuerdo con ustedes. Sin embargo, necesito que me presionen. Fuércenme a hacer las reformas» .

Lea el discurso completo de Obama

 

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