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Los republicanos y la amenaza a la estabilidad global

Parece inaudito que después de tres décadas de dominio republicano y neoconservador, con los resultados a la vista en la economía, los autores del desastre no se permitan una tregua con la política de la confrontación. Claramente la cohesión en el país, si la había, se mantuvo durante las últimas dos administraciones bajo la égida de la amenaza terrorista externa, mientras se construía internamente una de las peores crisis económicas de los últimos 70′ años.


El plan  de estímulo de recuperación económica de 787 mil millones de dólares finalmente fue aprobado en las dos cámaras y el Presidente Barack Obama se prepara para hacerlo ley este martes en Denver, Colorado.

Es una victoria para la nueva administración, pero es también el comienzo de una guerra política entre demócratas y republicanos que empeora en los términos, principalmente planteados por el Partido Republicano que se opuso tenazmente a su aprobación. En la Cámara de Representantes ningún republicano le dio su apoyo y en el Senado sólo tres senadores le dieron su voto favorable. John Boehner, el líder congresista republicano de mayor notoriedad, lanzó el documento de alrededor de mil  páginas al piso en una escena que no se veía hace muchos años en el Congreso. 

El reclamo republicano se concentra en que el plan refleja un  gasto desproporcionado, que no genera empleo, acudiendo al argumento de que sólo el mecanismo de reducción de impuestos genera crecimiento económico. El premio Nobel Paul Krugman, en una entrevista por televisión (MSNBC), ha señalado que el resultado de esta política de reducir impuestos  ha producido el déficit de dos trillones de dólares y el desempleo en la economía estadounidense.

Según la oficina del Congreso, se espera que en 18 meses, algo más del 70% del presupuesto esté implementándose en proyectos de educación, salud, infraestructura pública de servicios, energía y medio ambiente, ciencia y tecnología, insertos en un marco que contempla apoyo económico a los grupos más vulnerables con reducción de impuestos escalonados beneficiando a los ingresos más bajos. El monto representa cerca del 7% del PIB. El déficit fiscal se empina por sobre el 10% del PIB. La mayor parte de los economistas advierten que el monto es insuficiente considerando los niveles de déficit.   

Esta obstinación republicana en oponerse a este  plan, comienza a comprometer la estabilidad en un país con profundas divisiones. No en vano en el discurso conmemorando el natalicio de Abrahan Lincoln, el 12 de febrero, el recién instalado presidente enfatizó el tema de la unidad de la nación y de las «cosas que sólo el Gobierno puede hacer».  

La unidad de la nación que reclama Obama, -continuando con su enfoque de campaña permanente en terreno frente a la crisis-, es un eufemismo para evitar el término estabilidad política. Su insistencia en contar con el apoyo republicano es la impronta de un político que con su discurso se ha convertido en un catalizador de la real dimensión de desunión por la que atraviesa EE.UU.

La visión de un clima de amenaza a la estabilidad, se ve involuntariamente reforzada por el informe de las 16 agencias de inteligencia de EE.UU. al Congreso de la semana pasada, señalando que «la crisis global financiera y económica y la recesión representan la mayor amenaza a la seguridad».

«Tiempo es la mayor amenaza en esta crisis», enfatiza el informe y que mientras más tiempo se emplea para resolverla, más crece la amenaza a los intereses estratégicos de EE.UU. Un cuarto de los países muestran un bajo nivel de estabilidad en cuanto a cambios en los gobiernos debido a la crisis económica.

Esta aprobación y el debate que ha generado es sólo el comienzo de un largo proceso político que tendrá implicancias no solo locales, sino internacionales.

Siendo EE.UU. por antonomasia el país central de la actual globalización, lo que sucede o se refleja dentro de sus fronteras repercute en el resto del planeta en una dimensión que no se palpaba hasta conocer los resultados de la crisis en los países. En este contexto, la arremetida republicana en contra de un plan para la reinversión y recuperación económica en EE.UU., -en una estrategia de «ruleta rusa» como la definió un analista en MSNBC el 15 de febrero-, es una amenaza a la estabilidad en el resto de los países.

Las protestas anti gobierno han aumentado en todos los continentes debido a la crisis económica de acuerdo a Dennis Blair, el coordinador de la inteligencia estadounidense que presentó el informe al Congreso. Las ya frágiles reglas del juego de la globalización se distorsionan todavía más en cuanto a   que los países toman medidas desesperadas en un clima de tensión en cuanto a proteccionismo, subsidio a las exportaciones, tarifas, de valuaciones, imposición de regulaciones que disminuyen la flexibilidad del flujo de mercancías.

El mensaje de este informe es abierto y no sería prudente eximir a EEUU de este enfoque.

El estrecho vínculo entre seguridad y finanzas continúa siendo el eje y al mismo tiempo el  espectro, que condiciona la administración de un sistema capitalista que muestra síntomas de fatiga económica y política desde hace varias décadas.

El Partido Republicano niega este diagnóstico porque precisamente son parte del problema al ser propulsores de la rigidez ideológica de que la única forma de solventar el sistema es mediante el esquema simple de finanzas y seguridad. O en otros términos, una economía política basada en un libre mercado exacerbado sin regulación, y aplicando la coerción, el sistema más directo y eficaz de ejercer poder (Talcott Parsons).   

Pocas veces la acción de un partido político en el terreno doméstico podría tener la repercusión global como en este caso de la negativa republicana a sumarse al proceso de recuperación económica de su país.

Sin embargo también hay un virtuosismo en la postura de negarse al plan de estímulo. No se sabe hasta qué punto si es por una carencia de estrategia o por una acción deliberada apuntando a desestabilizar al gobierno al crear (¿o reafirmar?) la desconfianza de las  personas hacia el gobierno. Es una típica situación de Catch 22, al apelar a un argumento sicológico: dependen del clima de desconfianza que ellos mismos generaron para su recuperación política como partido.

Y parece inaudito que después de tres décadas de dominio republicano y neoconservador, con los resultados a la vista en la economía, los autores del desastre no se permitan una tregua con la política de la confrontación. Claramente la cohesión en el país, si la había, se mantuvo durante las últimas dos administraciones bajo la égida de la amenaza terrorista externa, mientras se construía internamente una de las peores crisis económicas de los últimos 70 años.         

 

 

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