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Con/dem nation: el triunfo del pragmatismo

Ximena Orchard
Por : Ximena Orchard Periodista. Cursa estudios de comunicación política en el Reino Unido.
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Aunque el suspenso sobre los nuevos ocupantes de la casa de gobierno llegue a su fin, son muchas más las interrogantes que se abren ahora. Aprobada la realización de un referendo sobre el sistema electoral, no está claro cómo va actuar un gobierno que estará completamente dividido sobre los beneficios de un nuevo sistema.


La foto de David Cameron y Nick Clegg estrechando manos delante del número 10 de Downing Street le puso fin a una elección que dejó a Gran Bretaña sumida en la confusión y el desconcierto, y que fue seguida por cinco días de intensas negociaciones, ofertas improbables, conversaciones secretas y escuetas declaraciones, donde la promesa de un gobierno fuerte y estable se repitió como mantra por todas las partes involucradas.

Cameron logra instalar al Partido Conservador nuevamente en el poder, poniendo fin a 13 años de gobierno Laborista, concluyendo un delicado lavado de imagen del famoso Nasty Party. Un cambio de dirección que se hizo evidente cuando asumió el liderazgo de su partido en 2005 auto proclamándose como el heredero de Blair, en un intento por desmarcarse del legado Thatcher y al mismo tiempo señalar un desplazamiento, al menos comunicacional, hacia el centro del espectro político.

Gran Bretaña tiene hoy un gobierno conservador, no hay que equivocarse. Sin embargo, la presencia de Nick Clegg y otras figuras del partido Liberal Demócrata en el gabinete augura modificaciones al programa de gobierno y un permanente estado de negociación que permita la convivencia (y por extensión, la sobrevivencia) durante los próximos cinco años.

[cita]Cameron tendrá que lidiar con las críticas de los sectores más duros de su partido, que aún no le perdonan haber conseguido menos de la mitad del Parlamento.[/cita]

Aunque el suspenso sobre los nuevos ocupantes de la casa de gobierno llegue a su fin, son muchas más las interrogantes que se abren ahora. Aprobada la realización de un referendo sobre el sistema electoral, no está claro cómo va actuar un gobierno que estará completamente dividido sobre los beneficios de un nuevo sistema. Habiendo condenado la urgencia Tory por llegar al gobierno a cortar gasto desde el primer año, resulta intrigante la inclusión de figuras clave del equipo económico Liberal Demócrata al gabinete.

Aunque práctica común en otras democracias parlamentarias europeas, este es el primer gobierno de coalición en Reino Unido en más de 70 años. Por eso la sorpresa y la desorden. Y aunque hoy el interés nacional se ofrezca como explicación para este complejo matrimonio, lo cierto es que se trata de un avenimiento donde el pragmatismo primó sobre la atracción mutua y la sensibilidad de las bases. Los Conservadores aseguran una mayoría absoluta que les permite llevar adelante un gobierno sobre aguas relativamente calmas. Los Liberales Demócratas consiguen entrar en la primera línea de la política británica, incluso después de haber tenido resultados bastante modestos en las urnas en relación a la repercusión mediática que tuvo su campaña.

Los costos también están a la vuelta de la esquina. Cameron tendrá que lidiar con las críticas de los sectores más duros de su partido, que aún no le perdonan haber conseguido menos de la mitad del Parlamento. Tampoco está claro cómo afectará en su liderazgo la presencia de Nick Clegg en la casa de gobierno.  Este último, por su parte, tendrá que intentar sacarle partido al ornamental cargo de Deputy Prime Minister, manejar la perplejidad de una parte importante de su electorado, de ADN anti Tory; y redefinir la posición de su partido en el espectro político británico a mediano y largo plazo.

Inaugurada la alianza Con/LibDem (o Con/dem nation, como fue bautizada en Twitter), la flema británica es puesta a prueba al más alto nivel.

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