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El conflicto palestino-israelí enfrenta momento crucial

Este viernes la Autoridad Nacional Palestina pedirá a Naciones Unidas ser aceptada como Estado soberano. BBC Mundo presenta dos visiones sobre el fallido proceso de paz.


Este viernes se espera que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, presente ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una petición para que sean reconocidos como el estado 194 del planeta.

La iniciativa ocurre mientras se desarrolla una frenética actividad diplomática para frenar o apoyar esta solicitud ante la máxima instancia de la ONU.

Pese a que se ya ha confirmado que Estados Unidos vetará el reconocimiento de este nuevo Estado, la petición palestina ha reavivado el debate sobre los alcances y la validez que ha tenido el largo y a veces estéril proceso de paz palestino-israelí.

BBC Mundo le ofrece, a través de dos expertos, las visiones de ambas partes frente al fallido proceso de paz.

Yezid Sayigh

Miembro asociado del Centro Carnegie para Medio Oriente en Beirut

El vacío de la diplomacia liderada por Estados Unidos y la ocupación israelí cada vez más arraigada ha obligado a los líderes palestinos a tratar de lograr el reconocimiento como un Estado miembro de Naciones Unidas.

Cualquiera que sea el resultado de la solicitud del reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas, el gobierno de Obama debe enfrentar el hecho de que su manejo global del asunto ha sido un desastre.

Una mirada crítica a lo que falló en la diplomacia estadounidense es esencial, si las propuestas hechas por el presidente Barack Obama y otros líderes ponen en marcha nuevas negociaciones de paz que eviten el mismo resultado a raíz de la decisión de Naciones Unidas.

La actuación del veterano negociador de EE.UU., Dennis Ross, y el enviado especial, Tony Blair, para disuadir a los palestinos prácticamente garantizó que se despertara la desconfianza en los motivos del gobierno y provocó una reacción adversa.

Ross y su equipo de negociadores son conocidos entre los dirigentes políticos palestinos como sesgados hacia Israel y con una inclinación excesiva a intimidar a sus interlocutores.

Como admitió el excolega de Ross, Aaron David Miller: «Durante demasiado tiempo, muchos funcionarios estadounidenses involucrados en el proceso de paz árabe-israelí, incluido yo mismo, hemos actuado como abogados de Israel, encargándonos y coordinándonos con los israelíes a costa del éxito de las negociaciones de paz».

Esta semana, según el diario israelí Haaretz, Ross utilizó un «lenguaje poco diplomático» al enfrentar a los líderes palestinos. Uno tiene que preguntarse qué estaba pensando el gobierno de Obama.

Tony Blair fue, en todo caso, una opción aún peor. El liderazgo palestino no sólo desconfía de él, no le tiene ningún respeto. Sus cuentas de supuestos logros en nombre de la economía palestina están profundamente consideradas como exageradas y utilizadas para promocionarse a sí mismo.

En mis extensos encuentros de los últimos años con funcionarios internacionales en territorios palestinos, hay una opinión muy extendida del trabajo de Blair en la región.

Según un colaborador cercano, durante su breves visitas a Jerusalén, Blair normalmente llega tarde a las reuniones que él mismo ha convocado con altos representantes de los donantes, habla sin una agenda o puntos de acción y luego corre para tomar un vuelo de regreso a sus otras actividades.

Cuarteto irrelevante

El intento de EE.UU. en julio de evitar la petición palestina a Naciones Unidas mediante el uso del Cuarteto -un grupo al que también pertenecen la Unión Europea, Rusia y la ONU- para emitir «cuasi términos de referencia» para nuevas conversaciones de paz fue profundamente inadecuado en términos de sustancia -los otros tres miembros lo rechazaron categóricamente.

Más importante, en todo caso, es que confirmó lo marginal que es el Cuarteto.

Durante años, el Cuarteto ha sido utilizado por EE.UU. para mantenerlos a raya de forma segura mientras establece la agenda y el calendario de acción.

Un claro ejemplo de esto ocurrió en la primavera de 2003. El Cuarteto había acordado establecer un «mecanismo de control» para verificar que israelíes, al igual que palestinos, implementaran la «Hoja de Ruta para la Paz», pero EE.UU. fue puesto bajo la presión de Israel y de forma unilateral descartó el mecanismo cuando se publicó la versión oficial de la Hoja de Ruta, sin consultar a los otros miembros del Cuarteto.

El tiempo para desmantelar el Cuarteto pasó hace tiempo, ya que no ha logrado un equilibrio ni limitar el sesgo de EE.UU..

Puro proceso, nada de paz

La diplomacia de EE.UU. se ha caracterizado por dividirse en múltiples canales que entran en conflicto, lo que ocasiona señales confusas y un impacto débil.

En los últimos cuatro años, los esfuerzos de EE.UU. se han dividido entre el enviado especial George Mitchell (en representación del Departamento de Estado), el coordinador de Seguridad, Keith Dayton (hasta 2010), la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional y la CIA, la mayoría de los cuales sólo han tensado sus relaciones y han entrado en competencia entre ellos con resultados contraproducentes.

Por supuesto, estas disfuncionales batallas internas reflejan el problema más fundamental, un vacío en la política hacia el proceso de paz palestino-israelí que se remonta al inicio del gobierno de George W Bush en el 2001.

Tras 20 años de un largo e inútil proceso de paz, la ocupación israelí y la construcción de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental se han afianzado y el liderazgo palestino ha perdido credibilidad con su propio pueblo en sus negociaciones con Israel.

Un factor principal de este resultado es que la diplomacia de EE.UU. en el contexto palestino-israelí ha sido inepta y con muy poco juicio.

Si debemos creer en las declaraciones públicas sobre el lanzamiento de nuevas negociaciones de paz, entonces el gobierno de Obama debe realizar una revisión a fondo de cómo conduce su diplomacia. Esto no es garantía de éxito, pero es lo mínimo que se puede hacer.

Es necesario reemplazar a los actuales enviados y los mecanismos para alcanzar el «marco legítimo y equilibrado» para las negociaciones solicitadas por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Conservar el viejo equipo es mantener el monopolio de EE.UU. en el proceso de paz -puro proceso y nada de paz- lo que le dificulta presentarse como un mediador honesto y creíble.

Irónicamente, ahora que el gobierno de Obama parece finalmente haber despertado, haberse enfocado y agudizado sus habilidades -aunque sólo sea para contrarrestar la solicitud de Palestina- tal vez pueda convencerse de dirigir esta energía recién descubierta a un marco diplomático que es internacional más que unipolar, y no sólo de nombre.

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