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Netanyahu se impone en elecciones y echa por tierra pronósticos de encuestas en Israel

Netanyahu se impone en elecciones y echa por tierra pronósticos de encuestas en Israel

Nadie, ni siquiera él, podía imaginar hace menos de doce horas el dramático cambio de brisa que inclinó el escrutinio a su favor, y que hoy deja boquiabierto a ciudadanos de a pie y a comentaristas.


Benjamín Netanyahu fue el claro vencedor de las elecciones israelíes celebradas este martes, en un resultado que hizo añicos todos los sondeos de los últimos meses. Con su conocido toque de «mago» consiguió imponerse por cinco escaños de diferencia a su rival por la jefatura de gobierno, Isaac Herzog.

De 65 años y casado en terceras nupcias con Sarah, con la que tiene dos de sus tres hijos, Netanyahu revalida con esta victoria su mandato para seguir durante otros cuatro años al frente del Ejecutivo israelí, cargo que ocupa desde 2009 de forma ininterrumpida y que, antes, ya había desempeñado entre 1996 y 1999.

Anoche, con unos sondeos que le daban un empate técnico con la coalición de centro izquierda Campo Sionista, ya aventuró que esta era «una gran victoria para el Likud, para el campo nacional y para el pueblo de Israel».

Lo hizo después de ver que las agoreras predicciones de 20 escaños de las últimas semanas ascendían en los sondeos a pie de urna a entre 27 y 28, ofreciéndole las mejores posibilidades de gobernar por la profusión de pequeños partidos de derechas y ultraortodoxos.

Pero nadie, ni siquiera él, podía imaginar hace menos de doce horas el dramático cambio de brisa que inclinó el escrutinio a su favor, y que hoy deja boquiabierto a ciudadanos de a pie y a comentaristas.

Por su habilidad para superar situaciones políticas adversas, sus seguidores no dudaron en corear anoche el famoso «¡Es un mago, es un mago!», cualidad de la que ya hizo gala cuando revirtió los sondeos que en 1996 daban la victoria al veterano Simón Peres en unas elecciones que se celebraron varios meses después del traumático asesinato de Isaac Rabín por un ultranacionalista judío.

Además, a los comicios de 2015 acudía con el desgaste de seis años de gestión, y con una «política del miedo» en cuyo centro situó el programa nuclear iraní.

«La pregunta en estas elecciones es quién defenderá mejor los intereses de seguridad de Israel», repitieron como loros los dirigentes del conservador Likud durante la campaña, a la vez que advertían que dejarla en manos de Herzog y su compañera de cartel, Tzipi Livni, sería una «irresponsabilidad».

En su comparecencia tras el cierre de las urnas, el dirigente conservador dijo en su discurso que son «grandes» los retos que afronta Israel en el campo diplomático y la seguridad, y que armará una coalición «fuerte y estable» para lidiar con ellos.

El más inminente en su política es el acuerdo en materia nuclear que el Grupo 5+1 negocia con Irán, que en un reciente discurso ante el Congreso de EEUU consideró «malo» y «peligroso» porque dejará a ese país del Golfo Pérsico al límite de la bomba nuclear.

Un argumento con el que discreparon durante la campaña decenas de exjefes de los principales organismos de seguridad de Israel, que pese a sus advertencias sobre la «obsesión» que se había apoderado de él no han conseguido mitigar el apoyo del pueblo a Netanyahu.

Tampoco han tenido impacto en su imagen pública el estancamiento del proceso de paz -Netanyahu incluso se comprometió la víspera de los comicios a no crear un Estado palestino si era reelegido-, ni el creciente aislamiento de Israel en la comunidad internacional, ni las amenazas de boicot, ni las condenas a su política de asentamientos.

De forma casi mágica tampoco lo han tenido la severa crisis de la vivienda que sufre el país desde 2007 -de la que ha sido recientemente responsabilizado por el Interventor del Estado-, ni la carestía de la vida.

En este contexto, pareciera que los israelíes sucumben una y otra vez ante los encantos de un mago que desde hace años los encandila con sus dotes de oratoria, un perfecto inglés y un imponente curriculum académico, militar y político.

Desplazada la familia a EEUU por razones de trabajo de su padre historiador, Netanyahu cursó estudios universitarios en arquitectura y administración de empresas en el prestigioso MIT y de ciencias políticas en Harvard.

En medio, y dentro del profundo sionismo de su familia, regresó a Israel para realizar el servicio militar, llegando a ser oficial de la famosa «Sayeret Matcal», la unidad de elite del Estado Mayor del Ejército.

Su carrera política sólo comenzaría en 1982 como número dos de la legación diplomática de Israel en EEUU, de donde pasó a ser embajador en la ONU gracias a su excepcional dominio en la comunicación.

En 1988 regresó a Israel y en un meteórico ascenso se convirtió a los 46 años en el primer ministro más joven de la historia política nacional, ello después de haber sido incluso acusado de incitar indirectamente al asesinato de Rabin en las virulentas manifestaciones de la derecha contra los acuerdos de Oslo.

Truncado su primer mandato, se apartó de la política para dedicarse a los negocios y dar rentables conferencias, regresando a finales de 2002 como ministro de Exteriores y después de Finanzas bajo el mando de Ariel Sharón, con quien rompió filas a raíz de la evacuación de Gaza en 2005.

Cuando Sharón entró en coma tras un ataque cerebral y su sucesor, Olmert, tuvo que dimitir por varios casos de corrupción, a «Bibi» se le abrieron en 2009 las puertas de la jefatura del Gobierno al frente del Likud y desde entonces no se ha apeado del cargo.

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