Periodista peruano Adrián Sarria y salida de Dina Boluarte: “Todo se dio entre gallos y medianoche”
En diálogo con El Mostrador, el periodista de La República describe la noche en que el Congreso declaró la incapacidad moral de Dina Boluarte y dio paso al presidente del Parlamento. La inseguridad, el giro del fujimorismo y la calle en tensión marcaron la jornada.
Fue una noche larga en Lima. A las 00:13, el Congreso peruano destituyó a la presidenta Dina Boluarte por “incapacidad moral permanente” en una sesión acelerada que acumuló cuatro mociones y prescindió de su defensa en el hemiciclo. “Todo se ha dado entre gallos y medianoche”, relata el periodista Adrián Sarria, de La República, al describir una jornada que, dice, “todavía se viene agitada”.
El desenlace, admite, no parecía inevitable al inicio: “No es la primera vez que se presentaba una vacancia… ni siquiera se sabía si tendrían las firmas”. Pero la inseguridad —“uno de los grandes problemas que tiene hoy el Perú”— se desbordó. Sarria cita un episodio que detonó el hartazgo: durante un concierto de Agua Marina, una ráfaga de disparos irrumpió en el recinto. En el “imaginario social” se instaló que la situación era irreversible y que, con sucesivos ministros del Interior, el Gobierno “dejó que esto ascienda”.
La comunicación oficial, agrega, “fue un desastre”: Boluarte aconsejó a extorsionados “no abrir WhatsApp ni contestar llamadas”, y el ministro del Interior relativizó un paro de transportistas tras el asesinato de choferes: “por una muerte no se podía paralizar la ciudad”. Esa “frivolidad”, afirma, agotó la paciencia pública y se trasladó al Congreso. El quiebre clave fue el giro del fujimorismo: “Cuando Fuerza Popular se le volteaba a Boluarte, ya nos daba señales de que esto podía escalar”.
Con más de 104 votos, la vacancia pudo procesarse “exprés”. Mientras los ministros de Boluarte respondían por la inseguridad, los legisladores “no querían saber nada” y exigieron votar de inmediato. La mayoría terminó aprobando por holgura la salida de la mandataria y, con ello, la sucesión congresal. Zarria describe el ambiente en la calle: protestas de madrugada y convocatorias en curso; “no van a ser días de calma”.
La promesa parlamentaria era buscar una figura de “consenso” —o, al menos, “la menor desaprobación”—, pero el nombre escogido, José Jarí, llega con cuestionamientos. Zarria recuerda su origen como accesitario del inhabilitado Martín Vizcarra y sostiene que pesa sobre él una acusación de violación sexual, vínculos con lavado de activos y minería ilegal, además de “varias investigaciones” que —según su lectura— fueron blindadas ante el cálculo de que podía terminar en la presidencia.
El telón de fondo es una década de inestabilidad: ocho presidentes en diez años. Sarria repasa el inicio del actual ciclo con “49 muertes” en las protestas de diciembre de 2022 y enero de 2023, y los casos que rodearon al palacio: los “Rolex”, los favores a un gobernador, ministros “blindados” pese a audios comprometedores. “En este gobierno se expandió el umbral de permisividad”, sentencia. Para él, el poder “subió muy alto” y confundió eternidad con impunidad: “La imagen final es la de ministros saliendo corriendo del Congreso”.
Con elecciones a ocho meses, Sarria anticipa que la ingeniería política ya reparte ministerios entre partidos mayoritarios y que la lectura ciudadana asocia el ascenso de Jarí al fujimorismo. “Viven de espaldas al país”, acusa. Y remata con una metáfora cruda de la fractura entre Estado y calle: un gobierno que, en vez de enfrentar los reclamos, “apuntó fusiles Galil a la cabeza de las personas que cuestionaban”. La destitución, más que cierre, parece prólogo de nuevas turbulencias.