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Crítica a la razón periodística

¿Se ha planteado alguna vez el curioso lector por qué las secciones de los periódicos son precisamente ésas y no otras?


Decía el viejo Chuang Tzu que distinguir las cosas es hacerlas.

Fijar el turbulento discurrir de los acontecimientos y poner límites al continuo entremezclarse de lo que hay, es construir un mundo. Hay tantos mundos como maneras de separar y clasificar. Para Kant el mundo era sólo uno, pues todos los humanos compartiríamos unas mismas ‘categorías’ a priori que organizan esa ‘diversidad desparramada’ que es el caos exterior.

Lévi-Strauss asilvestró el mundo que Kant había domesticado desde su despacho, y redescubrió en el pensamiento salvaje una multitud de mundos. Encontró tantos como sistemas totémicos, que son otras tantas maneras de clasificar. Cada totem dice qué cosas ‘van juntas’ y cuáles ‘van separadas’, es decir, impone un orden en aquella diversidad desparramada y crea un mundo. El antropólogo desmenuzó así las categorías del filósofo en tantos fragmentos como culturas. En nuestros días, un poderoso totem amaga con restituir aquel único mundo en que nos había encerrado el de Königsberg. Se trata de ese totem al que llaman con el nombre bárbaro de mass media.

En la manera de clasificar los acontecimientos que, con asombrosa uniformidad, comparten todos los medios-de-comunicación-de-masas, este totem moderno impone un mundo. Y lo impone con tanta mayor eficacia cuanto más desapercibido nos pasa, cuanto más natural nos parece ya a todos esa manera de clasificar la realidad. ¿Se ha planteado alguna vez el curioso lector por qué las secciones de los periódicos (o las de los noticiarios radiofónicos o televisivos) son precisamente ésas y no otras? ¿Ha indagado alguna vez en los criterios por los que ciertas noticias ‘van juntas’ en una misma sección mientras otras ‘van separadas’ de las anteriores?

El asunto no es baladí, pues modela nuestra manera de percibir la realidad de un modo mucho más eficaz que la retórica con que se redactan las noticias, la cual -con mayor o menor fortuna- ya nos hemos entrenado en desentrañar. La eficacia de ese trabajo clasificatorio inconsciente, de esa actividad formadora de un mundo, hace de los mass media auténticos mass makers. Es en su modo de vertebrar las secciones donde los medios-de-comunicación-de-masas se revelan como medios-de-formación-de-masas. Vayan algunas pistas que, siquiera como pasatiempo, sugerimos prolongar al inquieto lector.

Por ejemplo, hay una sección Nacional y otra de Sociedad. ¿En qué se distinguirán sus contenidos si, desde el triunfo de los ideales ilustrados, la sociedad se define en términos nacionales y viceversa? Al fallar la deducción, inténtese la inducción. ¿Cuáles son los sujetos de -los titulares de- las noticias de una y otra sección? Así la cosa cuadra, al menos en la totalidad de los medios españoles (¿y chilenos?).

Los protagonistas de Nacional son políticos, militares, obispos… Ellos son la Nación. ¿Y (la) Sociedad? Ése es el lugar del caos y la barbarie: asesinatos, ciclones devastadores, partos abominables… ¿Que muchos de esos acontecimientos nada tienen de sociales, bien porque sean naturales o bien porque sean evidentemente antisociales? Poco importa. Sociedad es el lugar del miedo, de la guerra de todos contra todos. Ä„Por fortuna existe Nacional, con sus límites tan nítidos, para garantizar el orden! La tesis hobbesiana deviene así ‘forma a priori de la sensibilidad’ por obra y gracia de los medios de formación de masas.

Otras veces, las secciones/categorías, en lugar de separar acontecimientos, los funden. Y los fundan. Antes, en España (¿y por allá?), había una sección de Economía y otra de Laboral. En una, las empresas y los negocios; en otra, los trabajadores y sus reivindicaciones. Eran tiempos franquistas: el movimiento obrero ‘debilitaba’ la economía. Ahora ya sólo existe Economía: ‘todos vamos en el mismo tren’.

No faltará el lector ingenuo que crea que esas clasificaciones se limitan a reflejar la realidad. Y claro que la reflejan. Pero, ¿de quién es el espejo? Al final, siempre es ésa la cuestión.
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Emmánuel Lizcano, matemático y filósofo español, es profesor de Sociología de la Ciencia en la UNED (Madrid) y columnista del diario El Mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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