Publicidad

La bestia


Poner cara de espanto cuando los hinchas de uno y otro club deportivo se dan de palos entre ellos es un must de la vida social. O cuando los estudiantes rompen todo por motivos que nadie, que no sea estudiante, se entera. La opinión pública arrisca la nariz y las burocracias contratan expertos que les ayuden a «entender el fenómeno», o algunos todavía más ingenuos, para ayudar a «prevenir los brotes de violencia» (la violencia parece oscilar siempre entre brotes y espirales). Los «tolerancia cero» aplican la ídem. Simple, eficaz y sobre todo, con grandes dividendos políticos.

Cuando los expertos evacuan su informe dan ganas de llorar a gritos: pobreza, desajuste social, violencia intrafamiliar y, sobre todo, baja autoestima, serían causas probables. No es claro por qué, pero parece que siempre contratan a expertos que son medio liberales…

Las imágenes de guerra ya no conmueven a las almas sensibles y no hay ciudadano dispuesto a entender causas y menos los avatares de la misma. Las pequeñas agresiones cotidianas -que le tiren el auto encima, que le quiten el turno en la fila o le den de empellones en la acera- no hace noticia. La bestia propia que llevamos a domesticar al psicólogo es un asunto íntimo; bueno, no tanto, también es un must intercambiar experiencias terapeúticas.

El problema entonces con los brotes con intenciones espiraladas es que tienen poca causa -violencia redimida por los siglos- y que sus uniformes no los financian nuestros impuestos -violencia legítima. Otro problema es que es de interés para las cadenas de noticias, y ese ya es un problema mayor.

Mirar a bandas en plena exposición pública de sus bestias privadas conmueve también a mi propia bestia (la que llevo de paseo al psicólogo para presentarla en sociedad). Imagínese usted que las señoras ancianas que dan empellones se unieran, o que hicieran lo propio los automovilistas que le tiran el auto encima, tendríamos el regreso de las bandas. Pero parece que nunca se han ido del todo, sólo ha aumentado la cantidad de psiquiatras y psicólogos por habitantes desde las cavernas a esta parte. El problema es que desaparecieron los torneos, los duelos, la defensa del honor, la orgiástica fiesta del pueblo, Ä„y hasta pretenden terminar con la tauromaquia! La bestia entonces aparece disfrazada de ancianita, o de hooligan, o en traje de calle camino del trabajo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias