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Coyotesland


Seguro que en cada puerto de América del Sur y Central, se encuentra gente que tiene un pariente en la marina mercante, que viaja a los Estados Unidos, manda dinero a su familia y trae pequeños contrabandos.

Pero de esos marinos ya quedan pocos. Ahora los barcos de bandera panameña son toda una gran empresa del transporte medio dudoso y compiten palmo a palmo con los de bandera liberiana. También existe la más próspera empresa de los coyotes, que por un precio importante y libre de impuestos, le lleva a usted mexicano, salvadoreño, guatemalteco, a los Estados Unidos. No hay ni primera ni businness class, pero el viaje es por la noche, para que el turista con ánimo de inmigrante ilegal vaya aprovechando el tiempo en la tierra de las oportunidades. Por cierto, el seguro no cubre si la policía en la frontera, de modo no muy amable, le solicita devolverse. Y menos aún si salen unos vaqueros tejanos en jeep a ponerle metralla adentro a sus vecinos de América Central. Pero de a poquito, así como si nada, se van formando colonias cada vez más mayores de hispanos. Los gringos no distinguen o no saben geografía, pero lo que es claro es no son Wasp (white anglosaxon protestant!).

Pero también nuestros vecinos del norte se cobran su pequeña venganza y nos van mandando, también de a poquito, a los miembros del Cuerpo de Paz, de las iglesias mormonas, de las ONGs de cooperación al desarrollo y últimamente hasta a sus fiscales… Nunca falta la gringa que se vino de vacaciones, se enamoró de un latino (porque los que nos quedamos, somos latinos, no hispanos, esos son los que se van) y se quedó para siempre en un pueblo de la Amazonía. Pero ellos llegan en avión, y pasan directamente por la fila de «convenios de cooperación con los Estados Unidos , etc..» en la policía de inmigración.

Claro que en los países que se portan muy mal, y les da eso de enviar cargamentos de cocaína a los Estados Unidos, también les va peor. Y es así como les mandan a muchísimos expertos a explicarles a los campesinos que cultivar arroz es casi tan rentable como cultivar coca. Tampoco falta la antropológa que descubre que eso del agua de coca y el mascar hojas de coca está en su cultura. Pero las cosas siempre pueden ir peor, y entonces llegan escuadrones militares directamente a la selva- aparentemente invitados por algún alto funcionario del gobierno- a hacer de las suyas; o más simple aún, el gobierno de los Estados, no les da la certificación y entonces, los dólares no llegan…

Debemos ser justos, también, porque eso de llenarles su tierra de oportunidades con olores a chile, frijoles, pollo campero y empanadas está medio feo, y además de miles de líneas de cocaína… Y hasta empezar a pedir derechos! Estos hispanos… Pero para los que se quedan también hay oportunidades: todos los pequeños negocios de envíos (¿no es tierno recibir el pastel que todavía hace la abuela, a esa que le llegan unos pocos dólares todos los meses?), los electrodomésticos que le mandan, aprender unas cuantas palabras de inglés de los sobrinos que sólo hablan eso…

Si ya les vendimos la salsa, los culebrones, la idea de que las cosas se pueden reparar, y los tamalitos, por qué no apostar a un presidente hispano? Pero primero tiene que ser negro: tienen derecho por antigüedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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