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El León de Octubre II: …y pagó Moya


Tenía nueve años, era octubre y odiaba a los camioneros. Me preguntaba por qué el Presidente Allende no ordenaba arrasar los campamentos de León Vilarín y, de paso, reprimía a los acaparadores y especuladores que nos obligaban a hacer cola para comprar de todo.



Confieso que hace unos días sentí emociones tan lamentables como las de 1972, pero me sorprendí con la cantidad y variedad de gente que en sintonía con mi lado oscuro, pedía aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado -así, con su viejo nombre-, el desalojo violento de las carreteras, dos o tres camiones quemados para ver si Moya y sus seguidores eran tan gallos como fueron Vilarín y sus hombres con financiamiento de la CIA.



Las deudas históricas, los ajustes de cuentas históricas y la intentona por repetir gestas dudosas chocan con el mismo obstáculo insalvable ya señalado por el poeta, a propósito del mismo viento y los mismos árboles: «nosotros los de entonces ya no somos los mismos».



La derecha en el palco



Cierto es que la derecha tomó palco para criticar el manejo de conflictos de La Moneda. Lavín sentenció -desde las alturas- que tanto el gobierno como los camioneros eran responsables y recomendó un sabio camino, aunque perfectamente inútil para la coyuntura: prevenir las crisis. Y los empresarios, salvo unos pocos libremercadistas consecuentes, hicieron la vista gorda con el petitorio de Moya y hasta las oficiaron de «puentes de plata». Pero, terminado el paro, los cálculos electorales se revirtieron y volvió la lucidez.



Subiéndose al carro del enojón y victorioso (Ä„por fin!) Lagos, la derecha pidió más energía aún para responder a las presiones gremiales y el «mediador» Walter Riesco devino en uno de los más entusiastas demoledores de las principales demandas de los camioneros: la tarifa de referencia y el congelamiento del parque, es decir, la regulación del mercado del transporte terrestre.



Moya y sus hombres se quedaron solos, como unos gremialistas premodernos y casi esquizofrénicos que quieren resucitar la Dirinco en su único beneficio, utilizando los mismos métodos que usaron sus antepasados contra los marxistas de la UP.



Miento. No son exactamente los mismos métodos. Moya introdujo una innovación que vio en la tele: la ocupación de caminos, como en las protestas europeas contra el alza del petróleo y para la rebaja de impuestos específicos bastante más pesados que el nuestro.



Ahora, los dueños de camiones se verán las caras con el gobierno y los empresarios para dialogar. Sería razonable, quizás, habilitarles zonas de reposo en las carreteras, concederles un congelamiento muy breve del parque de camiones y la opción de rebajar gradualmente peajes o el impuesto al diesel; pero, es muy dudoso que logren algo más y es claro que para conseguir esos modestos objetivos no era necesario atravesar las máquinas en el camino del resto de los chilenos.



Descenlace



Finalmente, dedicaré unas líneas a saborear el desenlace del Paro de Octubre II como un triunfo de la prudencia, la gobernabilidad y la PAX democrática.



El español Manuel Vásquez Montalbán dice en una historia de la serie Carvalho que el franquismo nació 500 años antes que Franco. En Chile, el autoritarismo debe haber nacido en la Conquista y se quedó desde entonces en las sombras del inconsciente colectivo, animando con un trágico progreso nuestra historia.



El pinochetismo nació 400 años antes que Pinochet. Ä„Cuidado, Moya!, se nos puede salir de nuevo y con toda razón, para perjuicio de todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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