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Los cuidados del sacristán


De tanto en tanto, debido a las tensiones naturales que existen en toda empresa y con mayor razón en un medio de comunicación, se pone en discusión el modelo de televisión pública que Chile ha adoptado. Y, por supuesto, hay algunos que no pierden oportunidad de plantear la necesidad de privatizar Televisión Nacional de Chile; los que lo han buscado denodadamente desde siempre y que hicieron uso y abuso de ella cuando fueron gobierno y los conversos, que parecen ser los peores.



Como toda obra humana este modelo de televisión pública también es imperfecto, pero dentro de las condiciones políticas y sociales que se dan en nuestro país creo que es el mejor posible.



Para entender a lo que se llegó es necesario recordar desde dónde se partió. TVN, al igual que muchas otras empresas y servicios del Estado, fue recibida en una situación calamitosa, producto de pésimas administraciones y actuaciones que lindaban con lo delictual, según lo comprobó la investigación hecha por la Cámara de Diputados al respecto.



Como consecuencia de ello, existía un déficit que ponía en riesgo la existencia de la empresa, a pesar de las medidas de emergencia adoptadas por la administración democrática, entre las que estuvo el despido de cientos de funcionarios, cuya presencia en el canal no se justificaba.



Ante esa situación, el recién asumido gobierno de Patricio Aylwin se vio ante la necesidad de otorgar un nuevo estatuto jurídico de contenido democrático y encontrar los fondos necesarios para cubrir el déficit existente en la empresa, para que ésta pudiera seguir funcionando.



Se elaboró un modelo, atendiendo a otras experiencias en esta materia, con la colaboración de especialistas en el tema como Carlos Catalán, Diego Portales y Sergio Vergara y de algunos ejecutivos de la empresa, lo que se tradujo en un proyecto de ley.



Este fue objeto de intensas negociaciones con la oposición, la que condicionó su aprobación a los fondos necesarios para salvar a la empresa, a que se estableciera categóricamente que, en el futuro, TVN no podría recibir fondos del Estado. Esa condición obligó a la empresa a participar en la competencia en la misma situación que las demás del rubro, es decir, a las leyes del mercado.



Esa situación dificulta su condición de televisión pública, entendida como una que al margen de conveniencias comerciales puede entregar programas de alto contenido cultural, entre otras características.



Por otra parte, se quiso conformar un directorio que garantizara el pluralismo, pero sin caer en cuoteos de carácter político partidista, lo que se obtendría con personas que cumplieran con determinados requisitos personales e intelectuales.



Desgraciadamente estas últimas fueron suprimidas por el Parlamento quedando sólo como meras referencias, sin que constituya una obligación poseerlas.



A pesar de estas limitaciones, creo que el modelo en aplicación ha sido exitoso. TVN tiene buenos resultados económicos, es el líder en la industria en cuanto audiencia y credibilidad, ha desarrollado experiencias positivas en la creación de canales regionales y uno de alcance internacional y elaboró un documento consensual sobre política editorial, entre otras iniciativas.



Desgraciadamente, existen diversos actores que interpretan la existencia de un canal público de acuerdo a sus particulares intereses. Algunos periodistas creen que su trabajo no debe estar condicionado a ninguna jerarquía; la oposición cree que tiene derecho a veto; el gobierno quisiera tener más espacio para difundir sus realizaciones; muchos profesionales y artistas piensan que debieran tener un trabajo asegurado y así por el estilo.



Resulta muy difícil conciliar intereses cuando cada sector piensa que los suyos son los únicos legítimos o que prevalecen sobre cualquier otro. Lo sensato es que dejemos trabajar tranquilos a quienes lo hacen en TVN, sin perjuicio de hacer valer nuestros puntos de vista y hacer llegar nuestras observaciones, cuando corresponda y que los mecanismos establecidos por la ley para superar los problemas funcionen, sin interferencias extrañas a la empresa. Estoy seguro que si actuamos de esta manera y los actores internos de TVN hacen lo propio ganará la empresa y como consecuencia, la ciudadanía.



Tal como dice el refrán: «los cuidados del sacristán mataron al señor cura», esperamos que esto no ocurra en este caso. Sobre todo porque hay demasiados sacristanes y cada uno con «su hachita que afilar».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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