Se viene abajo la estantería del sistema, el económico-social, el del dios mercado, el Moloch de la nueva época, pero aquí, en estas australes tierras, se siguen haciendo los lesos con la discusión sobre si habrá «2 ó 2,5 por ciento de crecimiento para este año..». ¿Serán o se hacen?
Los escándalos financieros de las grandes compañías tienen a Wall Street en el suelo. Sus cifras son inferiores a las del recordado Lunes Negro, mientras los ahorristas escapan como si de Belcebú se tratase. Pero aquí nadie debate el tema, pues la gran noticia es otro numerito del tipo de los que tienen a Bush con jaqueca. Los que vendieron Enersis como negociadores de sus propias acciones han sido absueltos por la justicia ordinaria, que en este caso más que justifica el calificativo que la acompaña.
¿Y qué pasó con el necesario debate para que el país sepa lo que está pasando en el resto del mundo? «No se oye, Padre…» es la respuesta, como en un viejo chiste anticlerical.
Me atrevo a decir que la tragedia argentina está a punto de ser una cosa poca ante los descubrimientos de estos latrocinios ejercidos por los ejecutivos de las más conspicuas empresas mundiales. Decir que Menem, sujeto principal de una obra de teatro en Buenos Aires que se titula Lo que el Turco se llevó, era o es ladrón, parece una minucia en comparación con Enron, Merck y otras estafas que han implicado pérdidas netas por mas de 130 mil millones de dólares.
Ya está querellado incluso el vicepresidente de Estados Unidos, y aquí eso no parece noticia. La locura que esto ha generado no tiene par en la política internacional: ahora se nos anuncia una posible nueva guerra liderada de nuevo por la administración Bush en contra de Irak. Esto tiene como indiscutido objetivo a la vieja Europa, que ha cometido el pecado de crear una moneda única que esta semana sobrepasó en valor el dólar después de varios años.
¿Y nosotros y el resto de América Latina? Seguimos como patos mudos, luchando unos contra otros para atraer la milagrosa «inversión extranjera», de rodillas ante los amos del mundo que manejan estas cifras siderales de capital. ¿No sería bueno un debate que incluya a todos los actores de la escena nacional -y ojalá regional- y que pueda corregir estas evidentes lagunas de la política exterior? La cosa parece grave, pero es más fácil es hacerse los lesos, más incluso que algunos que han cometido errores ciertos pero han puesto al menos la cara.
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