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Lavín 2005: Razones políticas de una eventual derrota

¿Resulta en el contexto actual muy novedoso el concepto de cambio? Ciertamente no. Este es uno de los principales peligros de Lavín y la UDI. Si bien fueron ellos quienes posicionaron ese discurso en la agenda pública, ahora ya no es de su patrimonio exclusivo.


Ya parece casi un hecho que Joaquín Lavín será el próximo Presidente de Chile. Una visión muy derrotista, dirán unos; una realidad, sostendrán otros. Pero lo cierto es que la inminencia de los acontecimientos no es del todo segura en la política. El triunfo de Lavín está supeditado a muchísimas variables, y las de carácter político ocupan un sitial protagónico.



Si bien el alza de la UDI y el posicionamiento de Lavín como líder indiscutido son dos elementos totalmente ciertos, es importante considerar que el éxito de esta díada estará supeditado a una serie de factores, por lo que en ningún caso se puede dar como un hecho el acceso al poder político de esta nueva derecha.



En primer lugar destaca un elemento que ha sido señalado por varios comentaristas: la derecha no logró vencer a la Concertación en las elecciones parlamentarias de 2001, que se dieron en un escenario difícil para el gobierno en términos económicos debido a los altos índices de desempleo. En ellas Lavín no pudo reeditar el porcentaje obtenido en la presidencial 1999-2000.



En la UDI advierten que el análisis de los resultados debe compararse con las parlamentarias de 1997, que muestran un aumento considerable de la derecha y especialmente del gremialismo. No obstante, se debe afirmar categóricamente que Lavín formó parte central y determinante dentro de la campaña política: se fotografió con todos los candidatos del sector y participó activamente en el proceso eleccionario.



Lo correcto, entonces, es reconocer que el candidato eterno de la derecha no logró vencer a la Concertación en el escenario más propicio.



Un segundo elemento, que desde nuestra perspectiva será crucial para la candidatura de Lavín, es el rol de RN. Se ve muy difícil que este partido capitule nuevamente a favor de la UDI. Siendo el partido mayoritario de la derecha en las presidenciales de 1989 y 1993, no pudo nominar a un candidato de sus filas, y se vio constantemente sometido al chantaje político de su compañero en cuanto a la conformación de listas parlamentarias.



Con Sebastián Piñera en la presidencia de RN, el antecedente de su retiro de la competencia senatorial en la Quinta Región Costa para las parlamentarias 2001, y con el eventual regreso de Andrés Allamand, el panorama de esa colectividad podría cambiar radicalmente.



La historia de RN, asociada al desorden interno, la disparidad de criterios, y la presión de la UDI, la ha conducido al estado actual. Eso lo deben tener muy claro sus dirigentes. La salida, entonces, y casi desde una óptica de la sobrevivencia, consistirá en la presentación de un candidato presidencial para el 2005. De lo contrario asistiremos a la fase terminal de un joven partido político que jamás ha tenido el momento estelar de presentar un candidato a la Presidencia.



Si RN continúa con su línea política y programática terminará como un simple apéndice de la UDI, y la historia de la derecha en la nueva democracia ha sido precisamente ésa. En caso que RN quiera cambiar el rumbo vacilante llevado hasta ahora, deberá construir una identidad partidaria similar a la que alcanzó en los primeros años de la democracia, pero para eso debe asumir el riesgo y tener la suficiente valentía de levantar su candidato presidencial el 2005, que tendrá la libertad para apoyar a los candidatos al Parlamento del partido y ofrecer una alternativa de centroderecha real.



El proyecto de una derecha liberal no puede ser tan fácilmente destruido. La UDI se ha encargado de herirlo en sus cimientos, lo que se demostró en la millonaria campaña de Carlos Bombal en 1997 en que derrotó a Andrés Allamand, pero la política presenta revanchas en cada contienda electoral. El proyecto de los liberales de RN, que hoy prácticamente controlan el partido a raíz del retiro obligado de Alberto Cardemil de la presidencia, aún tiene posibilidades de resurgir, pero eso dependerá de la capacidad de decisión de sus dirigentes para afrontar un escenario distinto que, en la práctica, implica la división formal de la derecha.



RN no puede ni debe seguir viviendo en función de su aliado, pues éste no presenta un sentido de alianza o coalición claramente establecido, sino muy por el contrario, un ansia de absorción y de total aniquilamiento de su socio de pacto, privilegiando en algunos momentos la competencia intrabloque más que interbloque.



El proyecto de Jaime Guzmán consistía precisamente en la constitución de una derecha hegemónica en el marco de una sociedad libre.



Resulta evidente que la unión de la derecha es forzada en función de objetivos electorales, ¿pero cuál ha sido el aporte de la UDI para esa unidad? La respuesta la tienen los dirigentes, pero es muy útil remitirse a la historia reciente para encontrar algunas aproximaciones.



En primer lugar, fue la UDI la que rompió la unidad de RN en 1988 por las elecciones internas en las que serían derrotados: constantemente presionaron con romper los pactos electorales en caso de que no se dieran las condiciones solicitadas por ellos. También han impedido que RN presente un candidato presidencial incluso cuando este partido los superaba notoriamente en cuanto a imagen pública y apoyo electoral, lo que se evidenció en las encuestas de opinión dadas a conocer en la década de 1990 cuando los dirigentes de RN ocupaban los primeros lugares en términos de visibilidad pública de la oposición, dejando en segundo plano a los hombres de la UDI.



Además, es importante considerar los intentos permanentes por desbancar a los presidenciables de RN. Primero fue Sergio Onofre Jarpa, quien recibió el constante veto de la UDI para optar a una candidatura presidencial, lo que se reflejó cuando éste debió asumir la presidencia de RN el año 1988, siendo apoyado a duras penas por los gremialistas. Luego vino el turno de Sebastián Piñera, quien junto a Evelyn Matthei se presentó como carta totalmente válida para acceder a la candidatura presidencial de 1993.



Todos sabemos lo que ocurrió: una intervención de su celular y la publicidad que se le dio al hecho en Megavisión con Ricardo Claro terminó con sus legítimas esperanzas.



Allamand tampoco escapó a esta corriente voraz, pues fue asociado al consumo de drogas a raíz de la acusación realizada por Francisco Javier Cuadra. Incluso en su libro reconoce este hecho.



Posteriormente, la UDI inyectó gran cantidad de dinero en la campaña senatorial de 1997, lo que pareció legítimo pero tenía connotaciones más profundas: la pulverización definitiva del ala liberal de RN. Por último, el caso de Sebastián Piñera también deja en evidencia el escenario maldito en que ha debido desenvolverse RN, pues se vio obligado a retirar su candidatura senatorial en favor del ex almirante Jorge Arancibia.



Los datos son contundentes. La UDI jamás ha realizado esfuerzos por la unidad, cuyo peso ha recaído exclusivamente en RN. Esta ha debido aceptar a regañadientes todos los petitorios y mandatos de la UDI bajo una dinámica de chantaje.



¿Está obligada RN a respaldar nuevamente a Lavín en las presidenciales 2005? ¿Existe alguna relación de lealtad que defender?



La fuerza de un partido está en su capacidad dirigencial, lo que va de la mano con la fuerza decisoria y la responsabilidad ante el electorado. En el caso de RN, no hay más alternativa que enfrentar el momento político del 2005 como una instancia crucial de sobrevivencia, lo que implica, como hemos dicho, la presentación de un candidato presidencial. Esto en ningún caso, es una exageración.



¿Qué otro factor se debe considerar antes de afirmar que Lavín será Presidente el 2005? La administración en la Municipalidad de Santiago, luego de dos años de gestión, no ha mostrado un cambio cualitativo en términos de combate a la delincuencia, por ejemplo, que ha sido y es uno de los pilares centrales en su plataforma programática.



Al mismo tiempo, la venta de los derechos de agua puede tener serias consecuencias para evaluar su desempeño en la Municipalidad de Santiago, y la realización de plebiscitos, al parecer, está supeditada a los intereses últimos del alcalde y no de la comunidad.



¿Resulta en el contexto actual muy novedoso el concepto de cambio? Ciertamente no. Este es uno de los principales peligros de Lavín y la UDI. Si bien fueron ellos quienes posicionaron ese discurso en la agenda pública, ahora ya no es de su patrimonio exclusivo. Pero la UDI ha sido inteligente, pues los conceptos cambian y no se puede desmerecer su capacidad de anticipación, al posicionar rápidamente dos palabras centrales: «popular» y «pobreza». Ambos términos comenzarán a ser utilizados con mayor frecuencia por los gremialistas, quienes también apelarán a denunciar el desempleo en casos coyunturales específicos.



Este último elemento jamás será abandonado por la UDI, debido a la eficiencia que presenta por el impacto público y los beneficios que otorga a una oposición reactiva.



Los conceptos citados tienen una funcionalidad operativa que a estas alturas se hace evidente: el trabajo desarrollado por la gente de Lavín en la Fundación La Vaca no hace más que corroborar lo que la UDI siempre ha pregonado, realizar acciones concretas por la gente, en este caso los más pobres, y distanciarse de los políticos tradicionales en cuanto al privilegio exclusivo del discurso por sobre los actos.



Un quinto elemento a considerar es la mayor heterogeneidad de la base de apoyo para la UDI y Lavín. Aunque resulta un tanto llamativo, y de hecho las encuestas lo han destacado, existe un importante porcentaje de votantes de este partido que se mostraron partidarios de la Reforma Laboral, cuestión que también podría darse para temas de carácter valórico, como el aborto, la píldora del día después y particularmente el divorcio.



En caso de que la Concertación decidiera presionar constantemente a la UDI y a su candidato respecto a la definición de posturas ante los temas señalados, se podrían encontrar con una sorpresa: el concepto de cambio no funciona, al igual que los de «popular» y «pobreza», especialmente ante los temas valóricos. La indefinición de la UDI, entonces, la podría convertir en una oposición más reactiva aún, perdiendo esa capacidad de proposición donde el cambio jugó un rol central.



La profundización en este tipo de temas podría dejar aún más en evidencia la indefinición de la UDI ante problemas que sí le interesan a la gente, por lo que el contraargumento del gremialismo dejaría de tener validez.



Un último factor importante será que por primera vez en muchos años veremos a una derecha favorita para quedarse con la elección presidencial y con la mayoría en la Cámara. Sin duda es un escenario inédito, por lo que aún queda por observar el comportamiento de la élite dirigencial del partido en función de su candidato. El club de amigos se mantendrá, pero no se pueden descartar de plano algunas fisuras internas o el surgimiento de pequeñas parcelas de poder, lo que sería totalmente natural para un partido en alza.



Un antecedente válido y que refuerza lo dicho fue la disputa entre Patricio Melero y Cristián Leay por la secretaría general de la UDI. Si bien el tema se saldó salomónicamente, no se pueden desestimar nuevas diferencias.



Como vemos, el panorama para Lavín y la UDI no está totalmente claro como parece. No basta con realizar análisis estrictamente sociológicos que si bien aportan al debate, carecen de una visión política que puede ser decisiva. Si RN se decida a reaccionar y alcance un mayor grado de autonomía en su toma de decisiones; si la Concertación es capaz de presionar a la UDI y su candidato a definirse por determinados temas, especialmente valóricos; si la administración de Lavín continúa sin la publicidad que alcanzó en Las Condes, entonces tendremos derecho a cuestionar no solo la ceremonia del adiós, sino también a los agoreros de la Alianza y de la Concertación de Partidos por la Democracia.



* Cientista político y periodista.



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