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Sin derecho a una buena muerte


La mayor parte de las veces que uno se pone a escribir, piensa en los llamados temas «trascendentes», ya que el uso de páginas como las de El Mostrador.cl, debe ser aprovechado para entregar opinión sobre temas de la mayor relevancia posible.



Mas aún, el abordar otros temas crea el temor de entrar en la mera cotidianeidad, de lo que estamos tan llenos en especial después que la TV se llenó de reality shows, última herramienta para recuperar los alicaídos rantings.



Como de reality se trata -aunque poco tiene de show, quiero referirme al manido tema de la salud, el que, a fuerza de discusiones entre más Auge o menos Auge, sigue siendo algo más distorsionado que nuestra propia historia.



Después de haber estado enfermo unos pocos días y haberme atrevido a consultar un médico, hube de enfrentarme a nuestros colosos de la mentira: el decir que existe una seguridad de salud para los ciudadanos. Ir a la isapre a consultar por los posibles laboratorios en donde hacerse los exámenes prescritos, es entrar de lleno en el negociado del que disfrutan unos pocos.



Se pide un bono y se pregunta inmediatamente: «¿dónde se hará el examen?». Claro, porque si se lo hace en la clínica o centro de salud que es propiedad de los mismos dueños de la isapre, el bono vale X. Pero si uno quiere ir a otro lugar, entonces el bono vale X más Y.



Después se entra al centro prescrito por la isapre y la obligación es poner el dedo en un identificador de huella digital, aunque previamente se le haya solicitado la cédula de identidad. Se supone que en ese acto la isapre, o en centro médico de su propiedad, ficha dactilarmente a una persona que requiere de servicios de salud, seguramente violando alguna ley que solo al Estado le permite fichar ciudadanos. Como no tenían mis huellas dactilares previamente, supuse que era un medio intimidatorio más que otra cosa.



De la calidad de la atención ni hablar. El personal de secretaría es reclutado sobre la base de salarios mínimos más que por razones técnicas o profesionales, para luego llegar a manos de una joven doctora que podría perfectamente haber sido un robot, con perdón de la humanidad que pueden tener los robots.



Desafiante, se concurre entonces para otros exámenes en clínicas o centros que no son de propiedad de los dueños de la isapre. Craso error. El no llevar los bonos de pago, significa dejar «un adelanto» en un cheque por el cien por ciento del costo de los exámenes. Entonces, nada de «adelanto», sino pago adelantado, asegurado. Y la atención es del mismo nivel y calidad.



Todo esto sucede a una persona de clase media con pago de isapre mensual superior a los 100 dólares. Una cantidad que en España o Italia me aseguraría servicios de óptima calidad.



Bueno, ¿y los demás? ¿Los que no tienen chequera para dejar «adelantos»? ¿Los que deben recurrir al sistema público y que llegan a hospitales saturados, con escasez de medios técnicos y hasta de medicamentos? ¿Los que deben llegar a una sala común donde faltan inclusive algunos vidrios?



Ä„Aquí, lo que subyace es una cobardía de carácter conceptual! La salud no es un bien sino un derecho. No es posible que la borrachera de economistas que se han tomado el poder defina en pesos o en dólares el valor de un páncreas o de una rodilla. Eso nos lleva al criterio de administración de una cadena de carnicerías, pero nunca nos permitirá entender el costo del dolor como mal que debe ser resuelto por la sociedad y quienes la administran.



Al que quiera entender cómo van las cosas en nuestro país, sin nociones preconcebidas, lo invito a mirar este desolador panorama de la salud nacional.



La mía ha sido una experiencia breve, pero pienso con terror en quienes deben sostenerse a una larga o catastrófica enfermedad.



Había en la Italia de la Edad Media una frase que aún se usa en el sur de ese país. Cuando amigos o hermanos se separaban sin saber lo que les deparaba el destino, se decían: «y si no te veo más… buena muerte», aludiendo al derecho más natural de las personas a morir en paz y con dignidad. Pues en el Chile del 2003 parece que eso es imposible.





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