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El escalofrío colombiano


Caminar un poco esta Colombia de nuestros días produce más de algún escalofrío al que ha sentido o sufrido los efectos del militarismo en nuestros países. Hay militares y guardias privadas por doquier, controlando cada paso y dando una sensación de pseudo-seguridad que bien poco tiene de serenidad.



Aquí en la costa del norte, entre Barranquilla, Santa Marta y Cartagena se dice que la guerrilla no llega, pues no tiene selva donde esconderse y en ese sentido se le define como un territorio tranquilo. Aún así, los taxistas se encargan de explicar que ahora se puede viajar por los caminos sin el temor a ser detenido por algún comando de las FARC o del ELN lo que puede traducirse en un largo cautiverio. Nadie menciona siquiera los costos financieros que seguramente tiene todo este despliegue militar que permite dar una apariencia de normalidad, que dista mucho de ser real.



Mientras viajábamos de Barranquilla hasta Santa Marta tuve oportunidad de atravesar las famosas ciénagas de las que nos habla Gabriel García Márquez y pude cerciorarme que bien poco hay de imaginación en la miseria que describe el genial escritor, pues las chozas y favelas que flanquean el camino son la
demostración que bien poco ha cambiado desde aquellas
décadas hasta nuestros días.



Un diputado nos dice esta mañana que en Colombia tan solo un 1% de las personas hacen declaración de impuestos y que de ese universo un 4% declara el 96% de la renta mientras el otros 96% declara el 4% del crčdito. El mismo diputado, junto al Presidente del Directorio Liberal dice que entre desempleo y subempleo podemos hablar de mas o menos un 50% de la fuerza laboral del país(?).



Hacer la correlaciňn directa entre pobreza y guerrilla es a todas luces una visiňn ya pasada de moda. Pero hacer lo contrario es mas tonto y malo que aquello.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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