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Chile: País obeso de noticia chatarra

Demasiadas noticias puede ser una excelente opción para estar informado. Pero informarse por el gusto de informarse es lo que denomino noticia chatarra, ya que más allá del dar cuenta de lo más reciente, en las parrillas informativas no parece haber otro contexto.



Chile es un excelente país para conocer la última noticia. Muchas noticias, demasiadas noticias. Para quienes han optado en trabajar en los medios, mucha noticia parece ser una excelente forma de estar informado, «bien informado», como diría un eslogan radial o televisivo. Pero lamento decir que, así como en nuestro mundo occidental predomina la comida chatarra, en Chile predomina la noticia chatarra. Estamos obesos de noticias de escaso contenido informativo.



Demasiadas noticias puede ser una excelente opción para estar informado. Pero informarse por el gusto de informarse es lo que denomino noticia chatarra, ya que más allá del dar cuenta de lo más reciente, en las parrillas informativas no parece haber otro contexto.



Los noticieros radiales y televisivos hacen un excelente trabajo entregando la noticia del minuto; la última balacera o el último incendio, atropello, caso judicial o declaración de La Moneda. Pero, en general, son noticias carentes de contenidos, vacías de contexto, cuya génesis podría estar en la ausencia de una línea editorial de fondo. Esto no es privilegio de algunos medios; ocurre en la mayoría. Se entregan noticias como McDonald’s vende hamburguesas.



La pregunta que el ciudadano se debe hacer es: ¿hacia dónde apunta la línea editorial del medio que leo, veo o escucho? ¿A qué apunta el noticiario de la 1 en todas las radios y de las 9 en toda la televisión?



Como público, debemos preguntarnos qué nos aporta una hora de noticias; qué hemos aprendido sobre la política, economía o situación internacional que no sabíamos al inicio del noticiero. ¿Cuáles son los objetivos mediáticos de Radio Cooperativa o Radio Bío-Bío, los dos medios radiales más importantes del país?



Igual pregunta cabe respecto de los noticieros de TVN, Canal 13 o Chilevisión. ¿Cual es la línea editorial de TVN, o del canal católico? Para qué hablar de la línea editorial de Chilevisión. El objetivo parece ser únicamente sintonía; el instrumento, crónica roja.



La ética periodística dice que los medios juegan un papel clave en la confianza ciudadana y que éstos deben entregar de forma consistente información de calidad y confiable. Para ello la sociedad ha desarrollado dos importantes puntales: libertad de expresión y responsabilidad de la prensa.



La primera es la piedra angular de toda sociedad democrática, ya que permite el libre intercambio de ideas, opiniones e información. La libertad de expresión es esencial para la defensa de las libertades individuales. Ahora bien, la prensa podrá ser poderosa e influyente, pero junto con ello adquiere ante la sociedad la obligación y responsabilidad de respetar la libertad de expresión.



La protección legal del derecho a informar conlleva la obligación de ser veraces y críticos y de conducirse conforme al más alto estándar de credibilidad y excelencia. Sólo así la prensa podrá ser eficaz y mantener la confianza pública.



Los medios deben ser además socialmente responsables, ya que la libertad de prensa y la protección legal con que cuentan deben usarse responsablemente ante el público que se sirve. Los medios tienen la obligación de ser imparciales, precisos, rigurosos, exhaustivos y ecuánimes en la entrega de información. Los principios del buen periodismo son usualmente similares en todos los medios, pero hay una gran diferencia en su implementación.



Debido a mi formación profesional -en medios canadienses moldeados en la escuela de la cadena pública la Canadian Broadcasting Corporation (CBC), la cual tiene su referente en la BBC, quizás el mejor servicios de noticias del mundo- estimo que en Chile los principios del buen periodismo carecen en la mayoría de los medios nacionales.



Por eso digo que en Chile predomina la prensa chatarra. Noticias, muchas noticias, pero sin un propósito claro. Falta más rigor, precisión, trabajo de fondo, exhaustividad.



Usualmente las notas tienden a afirmarse en una sola fuente, sin equilibrio. Éste existe cuando un reportaje cuenta con a lo menos dos fuentes -idealmente tres o cuatro- que le den peso y contenido. Al faltar el equilibrio faltan el rigor, la ecuanimidad y el respeto por la ciudadanía.



Lo mismo ocurre con los trascendidos. Los medios los usan como si fuesen fuentes confiables que dan pautas de noticias que el ciudadano debe aceptar. Pero los trascendidos son voladeros de luces que deben ser siempre corroborados por a lo menos dos fuentes con nombre y apellido, de otra forma se corre el riesgo de propagar una falsedad.



En un exhaustivo ensayo publicado en la revista Estudios de Periodismo y Relaciones Públicas de la Escuela de Comunicaciones de la Universidad de Viña del Mar, el periodista Diego Moulián relata que entre el 21 de abril y el 21 de junio de 2003, el 21% de todas las noticias publicadas en El Mercurio, Las Últimas Noticias y La Tercera eran transcendidos. Esa cifra es mayor al analizar las secciones de política. En La Tercera, según Moulián, el 36% de todas las citas fueron trascendidos. La cifra para El Mercurio fue de 24%.



Pero los trascendidos corrompen una base esencial del periodismo: la responsabilidad. En los medios citados en el estudio de Moulián uno puede incluso sospechar que hay una agenda propia, reñida con la responsabilidad social, que se orienta a sembrar información sin base. Esto quebranta el propio Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, cuyo Artículo NÅŸ 1 habla de la responsabilidad de entregar una información responsable de los hechos.



El Código agrega en su Artículo NÅŸ 9 que «Â…la no identificación de las fuentes debe ser siempre excepcional, pues el lector tiene derecho a conocerlas y así evaluar por sí mismo la calidad de las mismas».



Ahora, todos los medios tienen destacados a sus periodistas en tribunales, en La Moneda y otros puntos neurálgicos desde donde se hacen despachos a diario. El resultado es una tendencia a repetir cuñas de prensa y voces que hablan sobre algún tema, algún trascendido, y poco más.



Es decir, no hay un trabajo periodístico de fondo. No hay explicación o contexto que permitan al oyente o televidente entender mejor la realidad. No hay reportajes de tres o cuatro minutos con voces diversas que permitan entender la noticia. En los medios no hay espacio para entrevistas o reportajes de diez minutos sobre temas más complejos.



Las dos radios más importantes del país, Cooperativa y Bío-Bío, destinan gran cantidad de tiempo a sus informativos, pero sin explorar la noticia de fondo. Incluso Bío-Bío -una radio de gran cobertura regional y de clara orientación pluralista- no ha logrado dar en el clavo de manera total respecto de la necesidad de que las regiones entiendan sus mutuas realidades. Radio Cooperativa, por su parte, es sólo una radio santiaguina con cobertura nacional. Para el radioescucha atascado en calle Paicaví en Concepción o en Álvarez en Viña del Mar, escuchar sobre los tacos en La Alameda no es más que otro recordatorio de que Santiago sigue siendo Chile.



De las dos horas que está al aire «Lo que queda del día» de Radio Cooperativa y de los 90 minutos de la edición vespertina de «Radiograma» en Radio Bío-Bío, sólo noticias y alguna entrevista es lo más que podemos esperar. Parece que el modelo nacional de noticiario no contempla reportajes de fondo ni notas con mayor contenido de investigación detrás.



Es más: evidenciando poca creatividad en las líneas editoriales, todos los medios ofrecen las mismas noticias. La carencia de reportajes investigativos en radio y televisión hace que nadie se plantee ir más allá, escarbar y reportear a fondo un tema de la contingencia o algún otro tema no cubierto para transformarlo en parte de la contingencia nacional. Todo lo contrario; sólo las noticias del día, las que todos los medios tienen. Recibimos así chatarra mediática, hamburguesas noticiosas sin valor nutritivo que llenan pero no alimentan.



Existe además un centralismo anquilosado que desdeña a los diez millones de chilenos que no viven en Santiago. Dudo que los televidentes de Iquique o Puerto Natales hayan estado pendientes de los cortes en la Alameda, de los muchos despachos desde móviles, de las innumerables entrevistas a la autoridad local.



Santiago no tiene idea de que en las otras dos ciudades más importantes del país, el gran Concepción y el gran Valparaíso, también se están construyendo importantes obras de infraestructura. Bajo el centralismo que predomina en las mesas de redacción de Santiago, el resto de Chile poco importa y se prefiere desperdiciar recursos en noticias chatarra que a nadie importan fuera de Santiago.



Tampoco debemos sorprendernos de la falta al rigor y la ética profesionales que supone ver a periodistas -que suponemos imparciales- en un minuto reporteando la noticia y luego pasando un comercial.



Esto contraviene el Artículo NÅŸ 34 del Código de Ética del Colegio de Periodistas, que dice que el periodista «Tampoco aceptará retribuciones o gratificaciones de personas, empresas o instituciones, ya que ello limitaría su libertad para informar acerca de éstas.»



Cuántas veces hemos visto a una conductora de Chilevisión entregar las noticias -con veracidad- para luego encontrarla vendiéndonos un crédito bancario. O al conductor del excelente programa El Termómetro, moderando debates importantes para luego vendernos zapatos. La credibilidad y la objetividad quedan por los suelos.



Otro tanto ocurre en un programa donde el presidente del Colegio de Periodistas debate con otros veteranos de la noticia. Pero uno de ellos participa en el debate y luego ofrece productos para vender. ¿Dónde quedan la credibilidad y la ética?



Cierto es que estos ejemplos son reñidos con la ética periodística, pero poco se compara a esta joya que nos dejó el verano: un camarógrafo del programa «Contacto» de Canal 13 dejó embarazada a la menor que acusa al Senador Jorge Lavandero de abusos sexuales.



Estas faltas a la ética dejan perplejo a cualquiera, ya que dan pie para sospechar que en el conocido reportaje de «Contacto» hubo algo de montaje. El problema es que al conocerse estos hechos la sociedad no puede discernir si lo que se informó es verdad o mentira. Todo por una falta a la ética.



Pero también está la responsabilidad cívica de los medios. Durante el Festival de la Canción de Viña del Mar, el matinal de TVN se dedicó a quebrantar la ley, persiguiendo a artistas a alta velocidad por la Ruta 68, al más puro estilo de las películas de Hollywood.



¿Dónde queda la responsabilidad cívica? ¿Qué hay de la seguridad de quienes circulan por esa carretera y ven sus vidas en peligro por la imbecilidad de un medio que quiere una «exclusiva» a toda costa? Irónicamente, en Chile no existe la exclusiva: todos tienen la misma información. Pero la información debe ser obtenida éticamente, sin poner en riesgo a nadie.



¿Qué le queda al ciudadano que exige que los medios cumplan con informar en forma imparcial; precisa; rigurosa; exhaustiva; ecuánime en la presentación de la información? El ciudadano de la sociedad moderna, democrática y pluralista debe exigir que la libertad de expresión sea usada en forma ética y responsable.





Jorge Garretón es periodista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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