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La distribución del ingreso, un problema político


La triste realidad de nuestra distribución del ingreso no es un problema técnico, como lo quieren hacer creer muchos de los políticos y economistas chilenos. No responde tampoco a un crecimiento económico pobre o insuficiente, ya que entre el 1990 y el 2000, la economía chilena duplicó el PIB y, también, duplicó la desigualdad entre el 5% más rico y el 5% más pobre, pasando de 110 veces a 220 veces. Por eso el problema no se resuelve con medidas técnicamente apropiadas sino con medidas políticamente apropiadas.



La desigualdad en la repartición de la torta obedece a la desigualdad en la distribución del poder político en la sociedad. El mundo laboral y sindical (los trabajadores, pequeños empresarios, campesinos, profesores y otras profesiones) están insuficientemente representados en el Parlamento y en el Ejecutivo, así como también, en los medios de comunicación. La izquierda que representa a esos sectores masivamente y que aparece en los gremios, en las federaciones estudiantiles y otras expresiones sociales, no tiene representación en el Parlamento desde la muerte de Salvador Allende.



La Concertación y la Alianza, son, al decir de Sergio Aguiló -diputado concertacionista- dos tipos de derechas, los que han estado en el poder desde septiembre de 1973. Obviamente, la sub-representación de este sector, junto a la sobre-representación de los grandes gremios empresariales, hace que el resultado sea una pésima distribución de la torta. La Sofofa, la CPC, la Asociación de Bancos son gremios excesivamente representados a nivel de las decisiones políticas, así como también, los grupos económicos Angelini, Matte y Lucksic. Entonces el resultado no puede ser otro que una gran desigualdad.



Sólo en materia de exportaciones las cosas son de una contundencia fenomenal: mientras el sector Pyme que da empleo al 80% de los trabajadores exporta escasamente el 4%, el sector de las grandes empresas asociadas al capital trasnacional y los grupos económicos, es decir, el 1% de las más de 650 mil empresas que hay en Chile, exporta el 96% de las exportaciones. Esto se debe a que las políticas de inserción en el mercado internacional tienen de preferencia aquellos países en que estas empresas hacen grandes negocios (USA y Europa), a donde llegan principalmente productos intensivos en recursos naturales con baja elaboración



No es sorprendente, entonces, el tipo de acuerdos comerciales que firma Chile a instancias de estos grupos sobre-representados: se prefieren acuerdos con los grandes mercados y no con aquellos mercados donde las Pymes harían mejores y más productivos negocios como son el fortalecimiento de los lazos económicos con América Latina y el Caribe.



El tipo de representación política que hoy tenemos con sus enormes desequilibrios, también explica que el peso de la carga fiscal esté en los consumidores a través del IVA y otros impuestos al consumo, mientras que el aporte de las grandes empresas vía impuesto a las utilidades o royalties es despreciable.



Es más, cuando se hacen reformas tributarias, lo que se aumenta es el IVA y se reducen los impuestos a los altos ingresos. Obviamente esto se hace siempre con una buena explicación técnica que oculta las verdaderas razones políticas. Un elemento que habla por si mismo: Chile es uno de los países con menor carga tributaria sobre las empresas y con mayor carga tributaria sobre los consumidores a través del IVA.

Obviamente, la solución como ya dijimos no es técnica sino política, es decir, se debe fortalecer la participación de esos sectores mal o insuficientemente representados. Eso llevaría irremediablemente a cambiar el peso del esfuerzo fiscal para financiar la educación, la salud, la infraestructura, etcétera. De esta manera, nos podríamos aproximar a las soluciones de tipo europeo que presentan cargas tributarias mayores y esfuerzos fiscales muy superiores a los de Chile, en donde el sector empresarial contribuye sustantivamente al desarrollo del país.



Países como Suecia, Alemania, Francia, España y la totalidad de los países desarrollados tienen cargas tributarias y gastos públicos mayores a los que Chile presenta. El desarrollo cuesta plata y hay que financiarlo, no es gratis, y, cuando se intenta obviar este requerimiento, entonces, la desigualdad cunde como reguero de pólvora. Nada nuevo bajo el Sol. Esto ya lo sabíamos. Pero esta verdad hoy no tiene apoyo político.



Marcel Claude es economista. Director de Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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