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Atlántico Sur: Las razones del apoyo chileno a los británicos


La historia oficial de las operaciones bélicas desarrolladas en 1982 por el Reino Unido contra Argentina, para recuperar el control de las Islas Falklands o Malvinas, lanzado a la venta esta semana, dedica uno de sus capítulos a comentar la ayuda que Chile dio a los británicos durante ese conflicto.



El libro, titulado La Historia Oficial de la Campaña de las Falklands: La Guerra de las Falklands de 1982 y Sus Consecuencias (Editorial Frank Cass Publishing, Londres, 2005), es el segundo volumen de una obra que es resultado de una investigación realizada a lo largo de ocho años por el Profesor Lawrence Freedman, uno de los más prominentes cientistas políticos y expertos en temas militares del Reino Unido. La preparación de la obra le fue encargada en Julio de 1997 por el entonces recién instalado Primer Ministro Tony Blair



El primer volumen, titulado La Historia Oficial de la Campaña de las Falklands: Los Orígenes de la Guerra, trata acerca de los antecedentes históricos de la disputa por las islas hasta el momento en que las tropas argentinas ocuparon el archipiélago, fue publicado en a principios de este año.

Doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford, Freedman trabajó en el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres y mas tarde llegó a ser Director del Departamento de Estudios de la Guerra del King’s College -uno de los mas prestigiosos centros de altos estudios académicos de Inglaterra- donde actualmente se desempeña como vicerrector de Investigación.



Además de una gran cantidad de ensayos y artículos, Freedman ha publicado los libros La Evolución de la Estrategia Nuclear en 1981; Inglaterra y la Guerra de las Falklands en1988; El Conflicto del Golfo 1990-91 en 1993; y Las Guerras de Kennedy en 2000.



Freedman es coautor, junto a la investigadora argentina Virginia Gamba, de la obra Señales de Guerra, publicada en 1990, donde se describe la cadena de errores de comunicación y percepción entre argentinos y británicos que finalmente conduce a la contienda bélica de 1982. También es coautor de Las Lecciones de la Guerra de las Falklands, un análisis político, estratégico y militar del conflicto elaborado por especialistas británicos y argentinos, y publicado en 2003.



La ayuda de Chile



La obra de Freedman corrobora, en forma oficial, informes previos sobre la colaboración prestada por Chile a los británicos durante el conflicto. Se refiere, fundamentalmente, a la asistencia prestada por la FACh para el despliegue y operación desde bases y aeródromos chilenos de aviones de reconocimiento fotográfico Canberra PR.9 y de inteligencia electrónica Nimrod R.1, así como de radares de alto poder en la Cordillera.



Dichos despliegues ayudaron a monitorear las actividades de las fuerzas argentinas, especialmente de la fuerza aérea y la aviación naval -que eran motivo de particular preocupación para los británicos-, proporcionando inteligencia y alerta avanzada respecto de sus ataques. En retribución, los británicos transfirieron a la FACh un número de aviones de combate Hawker Hunter y de reconocimiento BAe Canberra.



La información ya había sido expuesta anteriormente en el libro La Guerra Secreta por Las Malvinas, escrito por el inglés Rupert Allason -quien firma como Nigel West- y publicado en 1997. Otros aspectos fueron comentados por el general (R) Fernando Matthei, comandante en Jefe de la FACh al momento de ocurrir los hechos, quien se ha referido al tema en declaraciones públicas y en sus memorias, tituladas Mi Testimonio, publicadas en el 2003.



Freedman se explaya menos sobre la colaboración prestada a los británicos por la Armada, que también incluyó transferencia de inteligencia y que, según distintos observadores, habría comenzado mucho antes de la invasión en respuesta a una iniciativa del almirante José Toribio Merino. Esto no debería sorprender, porque el almirante ya se había caracterizado durante la crisis con Argentina en 1978 por conducir a su institución en una forma muy independiente.



El gobierno de Margaret Thatcher puso término en 1980 a un embargo que pesaba sobre las ventas de equipamiento militar a Chile, rompiendo así el aislamiento en que se encontraba nuestro país en este aspecto. La primera institución en sacar provecho de este cambio fue la Armada, que a principios de 1982 concretó la compra del destructor misilero HMS Norfolk, rebautizado como Capitán Prat, y el petrolero de flota RFA Tidepool, que en Chile sería llamado Almirante Montt. El petrolero, que navegaba hacia Chile cuando se produjo la invasión a las islas, fue devuelto a los británicos, que lo emplearon hasta el término de las operaciones contra los argentinos.



Durante el conflicto la Armada también proporcionó información a Londres, tanto generada por su red de agentes e informantes en territorio argentino como por la estación de monitoreo de comunicaciones que tenía en la Isla San Félix. Como retribución, los británicos se comprometieron a transferir a Chile tres destructores gemelos del Capitán Prat, lo que se concretó entre los años 1984 y 1987.



Las razones de fondo



Las razones de la ayuda brindada por Chile al Reino Unido tampoco son explicadas en detalle en el libro de Freedman. Ellas son también poco conocidas en nuestro país, donde se desconoce la accidentada evolución del diferendo con Argentina por las islas del Beagle antes de su solución en 1984.



Una tormenta desatada en la zona austral en la madrugada del 20 de Diciembre de 1978 impidió el enfrentamiento naval que habría marcado el inicio de una funesta guerra entre Argentina y Chile. Ello posibilitó que el gobierno militar transandino aceptase la mediación ofrecida por el Vaticano, para buscar una solución pacifica al diferendo por las islas del Canal Beagle. Sin embargo, durante 1981 las negociaciones enmarcadas en dicho proceso de mediación se estancaron, debido a la intransigencia de los representantes de la Casa Rosada, haciéndose evidente que los militares argentinos habían aceptado la mediación con el solo fin de ganar tiempo.



Conforme avanzaba la implementación del Plan Europa, denominado así porque estaba orientado a reequipar a las fuerzas armadas argentinas con moderno material fundamentalmente europeo, Buenos Aires mostraba cada vez menos interés en una solución pacifica. Los halcones transandinos confiaban en que ese rearme, cuyo alto costo -5.000 millones de dólares, según algunos analistas- repercutiría negativamente en la economía de su país durante décadas, les daría una superioridad decisiva para resolver el diferendo con Chile por la vía de las armas.



Es en este contexto que se produce la cooperación de Chile con los británicos que, aunque también permitió a la Fuerza Aérea y la Armada adquirir material en condiciones altamente ventajosas, tuvo como principal objetivo conjurar la amenaza real que representaba Argentina para nuestro país. Los planes del general Pinochet de invadir Argentina luego de la derrota de sus fuerzas armadas frente a los británicos, que son comentados en el libro de Freedman, reflejan bien esa situación en que el vecino país era percibido, no sin razón, como una gran amenaza. Afortunadamente dichos planes, que habrían envenado nuestras relaciones con ese país por décadas o quizás siglos, no se concretaron.



Los militares argentinos, derrotados y desacreditados ante su pueblo, se vieron forzados a entregar el gobierno a autoridades civiles democráticamente electas, que tenían entre sus principales prioridades alcanzar una solución pacífica y definitiva con Chile en el contencioso del Canal de Beagle. Eso se logró finalmente el 2 de Mayo de 1985, cuando ambos gobiernos suscribieron un Tratado de Paz y Amistad que, resolviendo definitivamente el problema, cristalizó los deseos de amistad y cooperación de ambos pueblos.



José Higuera es periodista y candidato a Magíster en Relaciones Internacionales y Seguridad, U. de Bradford (Inglaterra). Actualmente se desempeña como analista de Seguridad y Defensa especializado en América Latina, el Caribe y los Países Nórdicos para las publicaciones especializadas del grupo editorial británico Jane’s.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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