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El medio ambiente y el rol de la sociedad civil


El medio ambiente y el rol de la sociedad civil



En estos días se ha desatado una controversia pública entre distintas organizaciones no-gubernamentales en relación al apoyo explícito a distintas candidaturas presidenciales. El punto de controversia ha sido la suscripción de diez compromisos ambientales de parte de la candidata de la Concertación, en conjunto con distintas organizaciones, una de las cuales fue Fundación Terram.



No viene al caso detallar por qué los compromisos de Bachelet en materia ambiental son tan relevantes. Basta con decir que constituyen un significativo cambio en el modelo de gestión ambiental y además son propuestas que de hecho emanan desde la sociedad civil. Inclusive muchas han provenido de la propia Fundación Terram.



Independiente de estos compromisos, la controversia apunta a un tema de fondo: cuál debe ser la relación entre las organizaciones de la sociedad civil, el poder en general, y los partidos políticos en particular.



Fundación Terram no apoya a ninguna candidatura presidencial, pues no es una organización con afiliación política, pero sí se inserta dentro del mundo progresista, con una visión crítica al modelo de desarrollo, como muchas de las ONG activas. Por ello en este caso, Terram como institución no apoyó la candidatura de la Concertación, sino los diez compromisos de Bachelet en materia ambiental, aunque a título personal distintos miembros del directorio de Terram y yo mismo hemos apoyado a la candidata socialista.



Reconozco que existe una delgada línea entre lo que constituyen apoyos institucionales y apoyos personales, y que es necesario ser especialmente cuidadoso. Sin embargo, lo relevante, desde el punto de vista de la sociedad civil, es la influencia que se ejerce sobre el mundo político y especialmente la agenda pública. Por ello creo que la suscripción de los compromisos de Bachelet, independientemente de si se cumplen, ya es un éxito notable de las organizaciones de la sociedad civil.



El debate de fondo, y haciendo caso omiso de las descalificación personal que algunos han hecho, se centra en cual debería ser el rol de la sociedad civil en materia ambiental. Existen dos visiones: la primera apunta a que los problemas medio ambientales se deben principalmente al modelo de desarrollo, en donde además existe un contubernio entre la actual clase política y el sector empresarial. El problema con esta visión es que no hay cabida para reformas institucionales, reformulación de políticas o empoderamiento de la sociedad civil. Básicamente es necesario cambiar el modelo de desarrollo.



Con esta visión no existe posibilidad de diálogo con el ‘poder’ o los políticos. La única alternativa para enfrentar la degradación ambiental es cambiando el modelo económico. Por ello, compromisos como los recientemente suscritos por organizaciones ambientales son una suerte de traición al movimiento ambiental. Como señala uno de sus exponentes «…la depredación de los recursos naturales en Chile no se resolverá creando un ministerio medio ambiental. Es obvio lo absurdo de esta proposición, puesto que el principal problema es el modelo exportador primario.»



A nuestro juicio, esta visión deja abierta sólo un posible rol para la sociedad civil, el cual es la de politizarse, en el sentido partidista y constituir movimientos políticos. Es decir, generar las condiciones políticas para cambiar el modelo de desarrollo.



Si bien esta es una posición legítima, por definición anula la existencia de una sociedad civil organizada autónoma y la convierte en movimientos o partidos políticos. Además, resulta peligrosa pues a diferencia de los partidos políticos, que tienen estructuras y mecanismo de democracia interna, la sociedad civil como movimiento político no tiene los mismos controles; en consecuencia, se encuentra vulnerable al populismo o el mesianismo de sus líderes.



La segunda visión, puede o no reconocer que los problemas de fondo se deben al modelo de desarrollo, pero en lo sustancial asume que existen reformas, tanto a nivel institucional, de gestión o de concientización que permiten avanzar hacia cambios para lograr un desarrollo sustentable. En este sentido, el rol fundamental de las organizaciones de la sociedad civil es influir en la agenda pública y en los políticos, educándolos, comprometiéndolos, finalmente influyendo sobre sus agendas políticas. De esta manera las organizaciones no se comprometen políticamente, sino se comprometen con las ‘políticas’ de los partidos, candidatos o futuros presidentes.



En esta última visión existe un rol para la sociedad civil afuera de los partidos o movimientos políticos, pero siempre dialogando con éstos y comprometiéndolos con distintas reformas. La experiencia del PSOE en España en esta materia resulta crucial, pues fueron las organizaciones del movimiento homosexual que lograron colocar en la agenda pública y luego en la legislación, a través del PSOE, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Algunos podrán argumentar que la discriminación es intrínseca al modelo capitalista, pero hay que ver cómo ha cambiado el debate sobre los derechos humanos y la diversidad en España y América Latina gracias a la ley española.



De la misma manera en Chile, las distintas agrupaciones de familiares de detenidos y de derechos humanos, y la labor incansable de los abogados -muchos abanderizados políticamente- han sido cruciales en alcanzar algún grado de justicia en materia de derechos humanos, absolutamente inconcebible en los primeros años de la democracia.



En materia ambiental ha ocurrido algo similar. Distintas organizaciones ambientales a principios de año elaboraron una agenda ambiental, en un proceso democrático y de consenso. Esta fue suscrita por más de veinte organizaciones. La agenda ambiental hacía propuestas sustanciales para la reforma en la institucionalidad y gestión ambiental en el próximo período presidencial, muchas impensadas incluso el año pasado.



Las distintas organizaciones, entre las cuales participó Terram, se reunieron con los candidatos presidenciales (excepto Lavín) y se presentaron las propuestas ambientales. Bachelet, Hirsch y Piñera, acogieron las propuestas y hubo distintos grados de consenso.



Paralelamente, los candidatos presidenciales realizaron sus propuestas en materia ambiental. Resulta interesante destacar que todos, incluso Lavín, se comprometieron a una serie de reformas significativas. Sin embargo, Bachelet fue más allá y estuvo abierta a comprometerse a diez puntos adicionales que fueron sustancialmente más allá que sus compromisos programáticos originales. Estos son los compromisos del Jardín Botánico de Chagual, que básicamente comprometen al próximo gobierno a una reforma ambiental sustancial.



Fundación Terram estuvo dispuesta a firmar los compromisos de Chagual porque son importantes y necesarios, porque se explicita un compromiso público, y porque son coherentes con el proceso anterior, además de que son consistentes con las propuestas que la propia Fundación ha hecho a lo largo de estos años.



Si estos compromisos no se cumplen, la Concertación y la doctora Bachelet tendrá que asumir las consecuencias y responder frente a la ciudadanía. Pero desde el punto de vista de la sociedad civil organizada, por lo menos aquella que cree en influir en la agenda pública, la ganancia ha sido total, pues existe un reconocimiento explícito de que la crítica sistemática que se ha hecho sobre la institucionalidad ambiental ha sido correcta y las propuestas de la sociedad civil viables políticamente.



Pero lo más importante es que esa agenda ha sido asumida por quien será más probablemente presidenta de Chile. No creo que la labor de la sociedad civil haya concluido con esto. En el transcurso del próximo período presidencial, no cabe duda que nos corresponderá aportar a las bases de la reforma y como labor fundamental fiscalizar el cumplimiento de los acuerdos que se suscribieron. Lo relevante es entender que los gobiernos no funcionan exclusivamente con los compromisos, sino están sujeto al permanente vaivén de distintos intereses de poder. El tema es que la sociedad civil puede y debe jugar un rol activo y propositivo, con un actuar serio y responsable en los ámbitos de los estudios, las denuncias y por cierto la visibilización de los temas relevantes en materia ambiental. Sólo de este modo se van generando las condiciones para avanzar hacia una transformación social y un desarrollo sustentable.



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Rodrigo Pizarro. Director Ejecutivo. Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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