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Con o sin futuro


«La energía nuclear es la del futuro» fue la idea que paseó el presidente francés, Nicolás Sarkozy en su viaje por África meridional (Argelia y Libia), y subsahariana (Senegal, República Democrática del Congo y Gabón). El señuelo a sus interlocutores: ingresa a un «banco mundial de combustible nuclear» a cambio de comprometer la entrega de «energía del presente» (gas + petróleo).



La llave comunicacional de su itinerario – sólo roto por los celos de Marruecos, ofendida ante la inclinación de Sarkozy por su rival, Argelia – fue que «la energía del futuro» es como una madre que estimula a crecer y lograr el bienestar de la población, condición indispensable para triunfar en la lucha contra el fanatismo y el terrorismo.



Francia y la energía nuclear activan la memoria reciente. Surge la imagen exultante del Presidente del PPD, Sergio Bitar tras su visita a las centrales nucleares francesas. Entonces pregonó: «no podemos quedarnos atrás, pues en el mundo (la energía nuclear) adquiere envergadura» – a diferencia de la «energía del presente»- al afianzar la independencia y autonomía, bajar los costos y proteger el medio ambiente.



Una energía segura y limpia había dicho el Presidente Ricardo Lagos cuando exhortó a los chilenos a pensar en ella, en mayo de 2005. Dos términos jaqueados por el terremoto (6,8 grados) de Japón, en julio pasado y que obligó al alcalde de Kashiwazaki, Hiroshi Aida, a ordenar el cierre indefinido de la central nuclear más grande del mundo.



La seguridad y la limpieza y, más aún, la credibilidad de los ciudadanos en el uso de la energía nuclear se trizaron en los ojos de un alcalde espantado, mientras observaba tuberías rotas, 400 depósitos de desechos radioactivos por los suelos, 50 de ellos reventados, grietas en los tanques de combustibles, destrozos en el suelo, restos calcinados por el incendio al arder un transformador y fugas radioactivas por valorar.



El seísmo jaqueó y dio mate a la afirmación de Bitar: «Japón es un ejemplo de sismicidad y tiene instalaciones muy amplias y seguras». Las autoridades o dirigentes – sin distingos- y medios de comunicación recargados de ideología, tienden a minimizar o encubrir los riesgos y efectos de lo que puede o acontece con el uso de energía nuclear.



Una actitud que sirve de sedante para una población con información insuficiente y conciencia confusa. Así, se deja amplia libertad a la ejecución de las estrategias de los gobiernos. La posibilidad de contrarrestarla y neutralizarla está en crear movimientos de opinión que conecten con el ciudadano, interesándolos y facilitándoles su comprensión.



En este sentido, la televisión pública, en tanto autónoma del gobierno, de los partidos políticos y de los poderes fácticos (económicos y espirituales), podría animar un conocimiento y un debate sobre las opciones energéticas para Chile, sin excluir ninguna.



La energía es un tema que tiene muchos filones para el periodista. Explorarlos y producir ciclos programáticos, como sucede en otros géneros televisivos, podrían colaborar en una concienciación ciudadana con lo esencial del periodismo: aquello imprevisible, capaz de infundir interés y suscitar conversaciones en audiencias heterogéneas con la realidad próxima y lejana, siempre inquietante.



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Pablo Portales, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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