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El fascismo nuestro de cada día

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Tenemos señores y señoras que creen en la disciplina de la RDA, en la dominación del Estado moderno por medio de la soberanía, teniendo potestad incluso de los crímenes cometidos en contra de la escuadra civil chilena, sustentando el rescate de Pinochet, efectuado por el Ministro del Interior de…


Por Karen Hermosilla*

Se nos tiene convencidos de que el fascismo es exclusivo de la derecha, no obstante el fascismo eterno está todos los días junto a nosotros, desde un pasado pensado para construir futuro en afán de trascendencia y por lo tanto de conservación de un orden jerárquico y dogmático.

El reduccionismo binarista de la falsa dialéctica existente entre derecha e izquierda intenta hacer el bloqueo de asociaciones completamente atingentes, como que  en Chile durante estos 20 años de «democracia» se ha perfeccionado el estado políciaco-empresarial heredado por Pinochet. El poder que ha detentado la Concertación, o los partidos dominantes de una supuesta centro izquierda, ha tenido una fuerte influencia del más clásico autoritarismo.

Las fuerzas armadas han estado ligadas también a la centro izquierda. Ya lo vemos con González Videla, el «Gabrielito» de Neruda,  que consiguió seducir al bate  inspirándolo  al vuelo poético, para luego traicionarlo a él y  a la «Alianza democrática» que le diera la primera magistratura. El «paco» Ibañez, luego de su reaccionario primer mandato y su posterior exilio, volvió con «legitimas aspiraciones» apoyadas por el movimiento nazi criollo, pero le ganó Alessandri. Mientras fue senador  se preparó para competir nuevamente en 1952, año en que el «General de la Esperanza» fue respaldado  por el Partido de Mujeres y el Partido Agrario Laborista, que le dieron el segundo gobierno, donde abolió la «Ley Maldita» que proscribía a los  comunistas. Algo es algo.

Variopinta, camaleónica, gatoparda es nuestra clase política, en donde el discurso es tan amplio, que hace goles a diestra y siniestra a un incauto arquero que no tiene equipo y que apabullado por los embates decide mirar desde el travesaño.

Tenemos señores y señoras que creen en la disciplina de la RDA, en la dominación del Estado moderno por medio de la soberanía, teniendo potestad incluso de los crímenes cometidos en contra de la escuadra civil chilena, sustentando el rescate de Pinochet,  efectuado por el Ministro del Interior de ese entonces, José Miguel Insulza.

La llegada de Pinochet al Parlamento, el poder que democratiza el Estado, y el afectuoso recibimiento de Andrés Zaldívar, que ese mismo día fue elegido presidente del Senado, los conceptos de honor y gloria para José Bernales y el decreto presidencial de Verónica Michelle de dos días de duelo nacional, sin dejar de mencionar la medular intervención «democrática» de la constitución gremialista realizada por Ricardo Lagos, que por medio de su firma avaló leyes como la antisindical, seguridad interior del Estado, antiterrorista, entre otras aberraciones en un Estado de derecho, hacen pensar que los tótem patriarcales de discursos donde se declaran principios que nunca son finales, el marketing político, el lenguaje técnico que coloca a los adminis-traidores del poder, en posición de «autoridades», el lenguaje «cientifico» de gerontócratas de cuello y corbata que recurren a hipócritas giros de palabras extraídas de algún almanaque leguleyo con el afán de intimidar y confundir con su lenguaje de castas, son los que mantienen limitados los sueños jóvenes de todos.

Los zares republicanos que defienden a toda costa su pasado heroico y  que hace 20 años tiraron la toalla y colgaron los guantes, se alejan de las experiencias vitales de los seres humanos, marcando a la nación con una identidad mercantil, derrotista y acomodaticia.  A causa de esto, atomizada, dispersa, aún miedosa, o simplemente apabullada por el poder.

Lo más triste es que el señorito Harboe, un joven de la patria por así decirlo, de carrera política ascendente, haya sido trincado por los tentáculos más viscosos del fascismo eterno, convirtiéndolo en un gringoprusianonazifascistaconcertacionista (lo más granado de las corrientes que nos dominan)  El delfín  retrata de la mejor forma el oscuro mapa del miliquismo chileno y su consiguiente progreso,  que con máscaras civiles de talante soberbio y democrático, sostenida por los gruesos elásticos del Estado de Derecho, solapa  ignominiosas perversiones, sin ser estas de izquierdas ni derechas, sino nada más fascistas, pues provienen de un poder totalizante encarnado por el Estado.

*Karen Hermosilla es periodista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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