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La cadena evolutiva

La sociedad del consumo y espectáculo, realiza el progreso gracias al avance tecnológico, sin por este motivo, alcanzar el desarrollo espiritual. Empero los sueños y los caricaturistas pican la guía y restriegan, en forma de pesadilla o chiste, la idea de que somos reptiles más que nunca…


Por Karen Hermosilla*

Un castigo cayó desde las profundidades del cosmos interior, emplazando a darme cuenta de mi tamaña perdida de buen tiempo. El otro día soñé con lagartijas que se convertían en iguanas y que corrían a sumergirse en un espeso mar de magma azul marino. Puede haber sido un ataque de iconofagia. Mi cabeza se puebla de imágenes de Los Simpson,  que se mezclan con mis verdaderos y  por lo tanto, remotos e inexplorados pensamientos, que seguramente  de despertarse,  tendrían  el carácter de trauma.

El tema es que soñé con reptiles e inmediatamente,  como suelen suceder  las cosas hoy por hoy, busqué en Google su significado: Involución, vida pedestre y vulgar. Primitivismo en las relaciones humanas.

Noté  la profunda relación entre mi  sueño y el referente de éste.  Más allá de que la secuencia característica de la  temporada 19 de Los Simpson, me haya persuadido a la onírica visión, la relación más estrecha de la lagartija de mi sueño  es con el propio Homero: el modelo masculino más importante del siglo XXI,  pues paradójicamente parece pertenecer a la primera edad terrícola.  El siglo primero, el primitivismo,  emerge  desde las entrañas de la televisión: el medio de producción de imágenes más grande de todos los tiempos, para  hacer un trabajo de visibilización de la caverna. De cóncava pasa a ser convexa, y el misterio es desentrañado con crudeza.

El sistema creado para el progreso material, aún logrando un nivel de bienestar aceptable no contribuye a un desarrollo total de los seres humanos, y las sociedades lejos de tener una utopía, se resignan felices, como un novio enamorado, a una realidad circular, mediocre y estúpida,  que no tiene significado trascendente, pues es una reiteración del pasado. Es lo que es  y no lo que puede llegar a ser, a pesar de las sorpresas materiales que la vida pueda llegar a dar.

Primero se debe ser lagarto, para luego, de muchas trasformaciones, llegar a ser  un homo sapiens sapiens, sin que nada cambie demasiado.

Inconscientemente me sometí a la sociedad del espectáculo, que mezcla mis propios símbolos cretácicos con los huéspedes de la realidad virtual. El comportamiento de este bruto neandertal y la imagen de  una lagartija en mi sueño, me advirtieron estar viviendo  de acuerdo a los estímulos externos, sociales y por lo tanto mediáticos,  de circunstancias, de coyunturas, que se hacen necesarias para sentirme existiendo en una unidad temporal y espacial real, por lo tanto,  «necesariamente»  son un  poder abstracto  que determina la  existencia concreta.

Aún no resolvemos el problema que entraña la evolución, esa curvatura que hace volver al punto inicial, habiendo recorrido antes  un trayecto circular completo, que nos ha dado la sensación de progreso. La sociedad del consumo y espectáculo, realiza el progreso gracias  al avance tecnológico, sin por este motivo, alcanzar el  desarrollo espiritual. Empero los sueños y los caricaturistas pican la guía y restriegan, en forma de pesadilla o chiste, la idea de que somos reptiles más que nunca, solapados por el lenguaje humano y la condición  mamífera.

Mi sueño era desagradable y la media hora de la familia más famosa y querida del mundo, hilarante. El primer medio me advertía íntimamente y con pavor el mensaje de que mi  vida es pedestre y vulgar. El segundo medio me advertía con jocosidad, a mí y a millones de personas, que la vida humana es igualmente burda en cualquier lugar.

Podemos comparar  nuestras propias miserias cotidianas con  las historias de vida de nuestras más notables autoridades. El mismo vacío y  ambigüedad, la misma carrera sin otro destino que la meta material.  Si es actividad artística, lo mismo da. Siempre entraña un fin innoble y vano. Medirse frente a otros o conseguir los más dulces manjares en el estercolero humano.

Francisco Vidal es un buen ejemplo de la única evolución posible. El  trayecto,  que en efecto, ha sido recorrido positivamente, sin distanciarse de la  senda de la lagartija. Este hombre comenzó su carrera política siendo cadete de la Escuela Militar. Ideológicamente  opositor al gobierno de la Unidad Popular,  militó  en el Comando Rolando Matus, fuerza de choque del Partido Nacional,  bajo el mando de Sergio Onofre Jarpa.

Recién a fines del exitoso gobierno contra revolucionario ingresó a las filas de los sucesores al poder. El PPD (Partido Por la Democracia, y gracias a sus usos también decodificado como Partido Por Dinero)  fue la plataforma que proxenetió a Vidal para varios cargos en el servicio público, sin embargo, el voto popular jamás confió en su condición de servidor, pues para el sillón edilicio de Las Condes en 1992, nada más logró un 6, 13 por ciento.

Desde consultorías, hasta cargos de confianza durante el gobierno de Lagos Escobar: evidencia de una carrera en alza. Su veta humorística lo hizo saltar de la subsecretaría del Ministerio del Interior a la Vocería de gobierno, y luego repetirse el plato, traicionando la palabra de mujer puesta en sociedad en el  primer discurso presidencial, con la Vocería del actual gobierno.

Hoy este gran sembradío se hace cosecha, quizás con el  más importante de los frutos. Encargarse de la Defensa de nuestro país. La guinda de la torta fue puesta repentinamente la pasada semana.

Un Vidal que de niño jugaba con soldados, que los bríos adolescentes le sirvieron para combatir cuerpo a cuerpo contra los upelientos muralistas de la Ramona Parra en las guerrillas urbanas, y que a pesar de aquello se convirtió en demócrata, perseverando tanto que a modo de milagro consiguió el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Central de Chile, con un magíster inconcluso y ningún grado de doctor ni siquiera Honoris Causa. Tan lejos llegó su aspiración intelectual que  hoy es director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado, una de las áreas más prometedoras y con más posibilidades de romper el «círculo de la pobreza».

Así Vidal nos muestra las vueltas de la vida, que como el joven hindú se puede conseguir todo por medio del destino del hombre: el progreso evolutivo. Para mí sólo una repugnante reverberación de más de lo mismo, pero siempre para peor, pues como decía un economista que ya olvidé y que todos olvidamos «la competencia acarrea incompetencia». Es decir, muchas veces escalamos tanto que nos situamos en puestos de poder en donde no damos el ancho. Como en mi sueño, o mejor dicho, como aparece en esa maldita secuencia que se mezcló con mí sueño. Una lagartija que se convierte en Homero. El mismo mojón girando a pesar de las distintas cargas de agua, sin irse jamás hacia el vacío.

*Karen Hermosilla es periodista.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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