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Los mensajes del triunfo del NO en Vitacura

Hay un tema acerca de la formación de la política urbana en un escenario definido por la enorme asimetría de poder entre poderosos grupos de presión y ciudadanos que no están organizados, parlamentarios que no los consideran y son complacientes con esos grupos de presión, alcaldes que se dejan…


Por Carlos Huneeus*

La amplia victoria del «No» en el plebiscito de la comuna de Vitacura es un hecho de la mayor relevancia, con alcances que van más allá del conflicto por la reforma del plan regulador. Los ciudadanos participaron masivamente, más del 70% de los inscritos, y por una mayoría, superior al 70% de los votantes, derrotaron la decisión del alcalde y el consejo de ampliar la altura permitida para los edificios en tres sectores de la comuna.

La democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo, que se hace a través de sus representantes. En la práctica, la autoridad se encierra en cuatro paredes y escucha a algunos, especialmente a quienes tienen más poder: los grupos de presión, especialmente empresas y sus asociaciones gremiales.

Varias observaciones se pueden formular ante el plebiscito. En primer lugar, hay una larga historia, que comienza cuando un grupo de vecinos, bajo el liderazgo de Rodolfo Terrazas, tomó la decisión de organizarse para oponerse al plan de la municipalidad dirigida por el alcalde Raúl Torrealba (RN), de autorizar el aumento de la altura en la construcción de edificios. Durante su mandato, un costado del río Mapocho fue cubierto con una docena de torres por una empresa inmobiliaria que quería extender su negocio hacia el poniente, por varios kilómetros.

No fue fácil el trabajo de los vecinos. Debieron reunir miles de firmas para convocar al plebiscito y tuvieron que recurrir a la Contraloría, porque el alcalde se negó a convocarlo a pesar de reunir los requisitos legales para la consulta ciudadana. Este organismo, que ha adquirido una singular eficiencia en el último tiempo, les dio la razón y el alcalde debió llamar al plebiscito, no sin antes tratar de boicotearlo, sin hacer mayor difusión. Estaba confiado que no habría participación suficiente y la iniciativa ciudadana fracasaría. Quienes vivimos otro plebiscito, de carácter nacional, en que las alternativas eran «Si» y «No» encontramos interesantes similitudes en el comportamiento de la autoridad para imponer su posición y que fracasaron.

En segundo lugar, la acción de los vecinos chocó no sólo contra la oposición del alcalde Torrealba, sino también de las empresas inmobiliarias, las empresas constructoras y los profesionales que trabajan en el sector, todos los cuales se benefician con los planes del edil. El grupo de presión más fuerte es la Cámara Chilena de la Construcción (CCHC). De ahí que el NO se dirige contra el alcalde y esos grupos de presión que promueven la construcción de torres -habitacionales, oficinas o de negocios- en Vitacura, mensaje que se extiende a otras comunas de la capital y de regiones.

En tercer lugar, el triunfo de los vecinos es muy importante porque lo han conseguido en un escenario de soledad institucional. Los parlamentarios -un diputado de  RN y otro de la UDI, un senador del PDC y otro de la UDI- han estado ausentes, como en muchos otros temas de interés ciudadano. El gobierno central, a través del Minvu, tiene una actitud pasiva, porque se trata de un tema de competencia municipal y porque existe una ley que debe ser reformada, objetivo inviable por la oposición de los grupos de presión, conducidos por la CCHC. El Ministerio de Obras Públicas, en la práctica, bendice grandes proyectos inmobiliarios que tienen un alto impacto en la infraestructura urbana y en la calidad de vida de los ciudadanos (Torre Paulmann en la Costanera), con el beneplácito de la CCHC.

En cuarto lugar, hay un tema acerca de la formación de la política urbana en un escenario definido por la enorme asimetría de poder entre poderosos grupos de presión y ciudadanos que no están organizados, parlamentarios que  no los consideran y son complacientes con esos grupos de presión, alcaldes que se dejan influir por esos grupos y ministerios en una actitud contemplativa ante proyectos que dañan la calidad de vida en las ciudades.  Para resolver esta contradicción, en una democracia seria como la chilena, se requiere voluntad política para hacer primar el bien común en este escenario, especialmente en un contexto de crisis económica, en que  esos grupos de presión se escudan en «la defensa del empleo» para llevar adelante sus planes de construcciones de torres y autopistas. El mensaje de Vitacura también es para el gobierno central, los parlamentarios, los partidos y los grupos de interés empresarial. Ese poder político, en un año electoral, sólo puede venir de la presidenta  Michelle Bachelet.

*Carlos Huneeus es director del CERC.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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