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La pandemia invisible

En días recientes el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), ha lanzado el manual «Educando en la diversidad. Orientación sexual e identidad de género en aulas», que busca «aminorar la discriminación por orientación sexual e identidad de género en los establecimientos…


Por Alvaro Ramis*

La avalancha de informaciones sobre la influencia porcina ha destapado los temores masivos a una pandemia incontrolable y mortal. Sin embargo, Chile vive desde hace varios años una crisis de salud pública invisible y mucho más peligrosa que la gripe mexicana.

La ausencia de políticas públicas de educación sexual, en el contexto de una sociedad altamente sexualizada, ha generado condiciones de alto riesgo biológico, sicológico y social, tanto para la población adolescente, como también en sus eventuales hijos y en su grupo familiar. Producto de diversos estudios efectuados en el país se ha constatado la sorprendente y peligrosa ignorancia de los adolescentes sobre sexualidad. Las cifras de embarazo adolescente, de discriminación por orientación sexual en espacios escolares y de enfermedades de transmisión sexual en adolescentes revelan que mantener el actual silencio político sobre educación sexual escolar es una grave irresponsabilidad. Por otra parte, encuestas específicas han mostrado una demanda constante de los escolares por recibir formación escolar en aspectos tales como el VIH-Sida, situaciones de riesgo y sexualidad, embarazo adolescente, orientación sexual, impulso sexual y prevención de embarazo.

Durante los últimos años el sistema escolar chileno se ha desentendido en su deber de incorporar la sexualidad en su marco curricular formal. No se trata de un olvido involuntario o de una carencia sin explicación. Se trata de un efecto planificado de las resistencias políticas de sectores que postulan que la información sobre materias relacionadas con lo sexual fomenta el inicio precoz de la actividad genital. Sostienen que esta es un área de exclusiva competencia de la familia y por lo tanto deslegitiman las obligaciones que el Estado posee en estas materias. Sin embargo, tras estos argumentos se esconde una resistencia dogmática a permitir una política pública de educación que de cuenta de los graves problemas que enfrenta nuestra sociedad en estas materias.

La evidencia empírica ha refutado las opiniones de quienes sostienen que la educación sexual promueve una iniciación precoz o irresponsable. Todo indica que la incorporación de este tipo contenidos al aula previene las conductas de riesgo y logra contrapesar la «educación sexual informal» que proviene de los medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales, que desarrollan una imagen de la sexualidad puramente física, desprovista deliberadamente del componente emocional y afectivo.

Para compensar este atraso histórico en nuestras escuelas se hace necesario el aporte de todos los sectores. No se puede delegar exclusivamente en el Estado esta labor. La sociedad civil chilena ha concurrido a este objetivo en diversas ocasiones y de diversas formas ha ofertado a los establecimientos educacionales un valioso material formativo. En días recientes el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), ha lanzado el manual «Educando en la diversidad. Orientación sexual e identidad de género en aulas», que busca «aminorar la discriminación por orientación sexual e identidad de género en los establecimientos educacionales». Con justa razón la jefa del Departamento de Educación Extraescolar del Ministerio de Educación, Magdalena Garretón, afirmó que estos materiales «son muy bienvenidos» por parte de su cartera. Y lo hizo reconociendo que en este campo  posee tanta legitimidad el aporte de una Universidad Católica como el de una organización de la sociedad civil como el MOVILH. En un Estado laico, que reconoce la diversidad de su ciudadanía, la única exigencia debe pasar por la calidad pedagógica y científica del material que llegará hasta nuestras salas de clases.

Lamentablemente, el presidente del área de Educación de la Conferencia Episcopal, Mons. Carlos Pellegrin ha descalificado esta iniciativa de forma prematura y tendenciosa, acusando al material de «promover la homosexualidad y el lesbianismo». Se trata de una opinión que refleja los atávicos prejuicios de quienes interpretan la homosexualidad como una patología contagiable, o una lepra sicológica que se puede inocular por socialización. Si las más altas autoridades religiosas de nuestro país poseen este grado de ignorancia sobre materias referidas a la orientación sexual y de género nos podemos explicar la carencia de contenidos bio-psico-sociales de la sexualidad en nuestro sistema educativo.

* Presidente de de la Asociación Chilena de ONGs, ACCIÓN.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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